Los largos periodos de paz conducen necesariamente a la falta de entrenamiento, a la escasa inversión en mantenimiento y a una constante desmilitarización de la sociedad. Por eso, cada vez que alguna cuestión o hecho atenta contra nuestra seguridad, miramos rápidamente hacia otro lado, esperando que escampe. Sin embargo, lo de Ucrania ha superado todas las expectativas de conflicto para Europa y en particular para España, y todos esos fenómenos asociados a los largos periodos sin guerras afloran, con una brutalidad inusitada, muchos de los vicios ocultos de nuestro sistema de seguridad. Posiblemente nunca en la historia de España se habían producido tantos hechos relevantes que hayan puesto en jaque a nuestra política de seguridad y defensa como en el último año.
En el apoyo occidental a Ucrania, y en particular desde España se han cometido a mi juicio tres grandes errores:
Si Ucrania no puede recibir aviación de combate operativa y de tecnología similar e interoperable en cuanto a sistemas de mando y control, comunicaciones, misiles, sistemas de autoprotección, que suponga incrementar los riesgos para la aviación rusa, debería cambiar totalmente su estrategia a fuerzas más pequeñas, más ágiles, con una táctica de tierra quemada, permitiendo que las tropas rusas penetren en mayor profundidad y golpeando las líneas de suministro.
Para esta fase España podría enviar sus fusiles GE-36, y todo el armamento ligeros, los Light Gun de 105mm, morteros Deimos de 81 mm y sistemas C-90; los obuses de 155/52 remolcados también serían, con su gran capacidad de fuego, como se vio en el conflicto colombiano, determinantes. Mientras se ponen en marcha estos envíos, deberían contratarse equipos de reemplazo y modernización con las empresas fabricantes para reponer stocks, lo que permitiría seguir apoyando a la industria nacional y abordar los nuevos programas que vamos a necesitar en este entorno de inseguridad.
En una fase de estabilización y con una recuperación de posiciones por parte de los ucranianos, los Centauro con sus cañones de 105 mm, o los Pizarro con su cañón de 40 mm o vehículos de ingenieros, serían ideales para dotar a unidades de caballería e infantería mecanizada, pero para que estos equipos sean efectivos, primero Ucrania debería haber fijado a los rusos en unas líneas mucho más avanzadas que en la actualidad, lejos de sus líneas de abastecimiento, que deberían ser golpeadas sin descanso por la resistencia ucraniana. Resistir pueblo a pueblo cada kilómetro de territorio es una pésima decisión.
Pero sin duda habría hecho mucho más daño a Rusia, un embargo occidental al gas, pero lejos de perjudicar sus fuentes de recursos, continuamos engrosándolos, y esto es especialmente sangrante en el caso de España. Viendo el material que queremos enviar y que cada vez compramos más gas a Putin, pareciera que vamos con los rusos y no con los ucranianos.
Lo cierto es que sin haber resuelto fuentes alternativas de suministros, un invierno con frío llevaría a todos los actuales gobiernos europeos al banquillo, y los que podrían reemplazarlos seguro que vendrían con políticas más complicadas. Esperemos que la crisis de Italia se resuelva pronto y de forma satisfactoria, porque su economía está en la UCI, y esto condiciona el futuro de todas las economías del sur, y especialmente la nuestra.
Sin embargo, es esencial para el futuro de la paz, la libertad y la seguridad en Europa que Rusia sea derrotada militarmente en Ucrania, lo cual no significa que pueda alcanzarse un acuerdo de «paz por territorios», que al menos nos permitiría sofocar lo más grave de lo que está por venir que es la combinación de la recesión, la crisis de deuda y las restricciones de energía y alimentos. Si dejamos que la guerra se alargue a diciembre, Rusia nos tendrá a su merced, y acabaremos dejando a Zelenski solo, con el mismo argumento por el que estamos ahora apoyando a Ucrania: la seguridad y el bienestar de Europa, y que fue el mismo que esgrimió Chamberlain cuando regreso ufano de Múnich.