Feindef 2021, un éxito... ¿ahora qué?
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Feindef 2021, un éxito... ¿ahora qué?

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La feria de defensa de este año ha sido, sin lugar a dudas, un éxito. La presencia de más de una centena de empresas españolas, de las instituciones, de las Fuerzas Armadas, de las delegaciones extranjeras, marcan un hito sin precedentes en la historia del marketing del sector.

Lo primero que me llamó la atención fue el número de empresa. A pesar de que los presupuestos se reducen en términos reales cada año, y del necesario proceso de consolidación, hay muchos nuevos actores en el sector. Veremos cuántos de ellos sobreviven a la inanición de los presupuestos y a la ausencia de programas, como ya han anunciado públicamente las autoridades del Ministerio de Defensa.

Las industrias de defensa nacen, viven y mueren en función de sus programas nacionales. Son sus gobiernos los que soportan los costes y riesgos de los nuevos desarrollos, y, en la gran mayoría de los casos, son sus clientes tractores. No hay ninguna alternativa a esta realidad. Así que lo primero que debemos observar es cuál es la fotografía actual de la cara económica de la defensa.

España en 2022 gastará en Defensa 10.152 millones de euros; lo que supone el 0,78% del PIB. Esta cantidad es un poco más de la mitad de lo que gastará Italia que es una economía un 30% mayor que la española; Grecia aumenta su presupuesto hasta los 5,5 millones de euros, más del 2% del PIB; Países Bajos 12.400 millones de euros con la mitad de nuestra población y la quinta parte de nuestro territorio; Polonia 6.700 millones de euros también por encima del 2% del PIB, mientras que nuestros países colegas en el FCAS gastarán en 2022: Francia 41.200 millones de euros y Alemania 50.300 millones de euros. Ésta es nuestra fotografía en el marco europeo en el que nos desenvolvemos política, industrial y tecnológicamente.

Quizás podríamos pensar que España gasta poco pero que lo hace de forma inteligente y eficiente dedicando recursos cuantiosos a las inversiones. Lamentablemente aquí salimos todavía peor parados. Incluso países con un nivel de gasto que es la mitad del nuestro invertirán en la industria más que nuestro país en defensa en 2022, como Grecia y Polonia.

Nuestro Gobierno invertirá en Defensa 3.515 millones, incluyendo I+D, modernización y sostenimiento. Pero solo una parte pequeña de esta cantidad irá destinada a la industria y a generar actividad económica. Exactamente 2.848 millones serán para pagar la deuda de los programas espaciales, es decir de aquellos proyectos que ya están terminados y entregados. Lamentablemente, y a medida que la curva de la deuda se aplanaba para que ningún gobierno se quedara sin su ciclo inversor, sin asumir el coste político de incrementar el gasto en defensa, pues la bola de nieve crecía, resulta que de aquellos programas que empezamos hace veinticinco años por importe de 34.000 millones de euros, quedan por pagar 2/3; todavía se deben 20.000 millones que deberán abonarse en los próximos diez años; la prorrata nos da una idea del remanente que quedará para nuevas inversiones.

Es decir que el flujo económico que las empresas recibirán este año se nutrirá de los créditos de industria por valor de unos mil millones de Euros más unos 600 millones desde los presupuestos ordinarios del ministerio de defensa. Es decir una demanda generada que es un tercio de la que existía hace diez años.

¿Cuáles son las esperanzas del sector industrial de defensa? el FCAS y los diez programas menores imprescindibles

El FCAS, como lo fue Eurofighter es la gran esperanza del sector aeronáutico y electrónico. Es indispensable por muchas razones que España adopte un papel relevante en el mismo, pero esto no es posible con los niveles de gasto actual ni con los créditos de industria. Para España este programa supondrá entre tres y cuatro veces los casi 11.000 millones de euros del programa Eurofigther; es decir deberemos asignar a este programa en los próximos veinte años una cifra cercana a los 1.800 millones de euros cada año. Esto supone el 50% de todas las inversiones del ministerio para 2022. Este programa tendrá el mismo valor que todos los programas especiales abordados en los últimos veinticinco años. Así que tomemos ya decisiones para hacer creíble a nuestros socios y a nuestra industria que realmente podemos abordar este programa pivote para mantener las capacidades actuales de nuestra industria.

Luego nos faltan los programas navales, los terrestres, los de misiles, los de control del espacio territorial. Y, entre tanto, hay que buscar reemplazo a los F 18 que ya tienen treinta años de operación, que suman una cantidad similar a las del FCAS. Pero, si el mensaje es que hay que esperar siete años de vacas flacas, la mitad de las empresas que estaban en Feindef en 2021 no estarán en 2027.

Es decir, España necesita duplicar sus inversiones en defensa de forma casi inmediata para abordar el mantenimiento de las capacidades actuales. Eso si nos conformamos con la situación geoestratégica en nuestro flanco sur con los presupuestos récord en defensa de Marruecos y Argelia.

¿Y qué pasa con las exportaciones?

Aquí tenemos nuestro punto más débil. Estamos perdiendo mercados de forma acelerada. Las razones son múltiples. Una de ellas es la escasa capacidad financiera de las empresas españolas para disponer del músculo que requieren los proyectos internacionales. En la reciente feria de Sitdef en Lima la presencia centroeuropea y asiática era apabullante. En nuestros mercados directos y tradicionales estamos siendo reemplazados por franceses y alemanes y emergentes.

El grueso de nuestras exportaciones en los últimos veinte años fueron los programas de cooperación aeronáuticos, que suponían casi dos tercios de nuestra actividad exportadora; de estos sólo nos quedan unos años de A400M y se habrá terminado la gran capacidad exportadora de este siglo, y no hay nada a la vista que los sustituya.

Otra razón es la incertidumbre política que genera nuestra indefinición internacional; las controversias sobre nuestras exportaciones militares. A ello se unen otras causas como la ausencia de mecanismos de soporte institucional para ventas gobierno a gobierno, las escasas ayudas a la internacionalización de nuestro sector de Defensa y, sobre todo, el talón de Aquiles, la casi nula I+D militar, que impide que mantengamos el nivel tecnológico. Son las empresas y no el gobierno quién más está haciendo por innovar o morir, pero sin ayudas públicas este esfuerzo es insuficiente.

¿Y qué pasa con la consolidación del sector nacional e internacional?

De las cinco mayores empresas de defensa en facturación de nuestro país; así a bote pronto Navantia, Indra, General Dynamics, ITP y Expal, dos están bajo el control de fondos de inversión extranjeras y otra es una subsidiaria de una empresa norteamericana. Es decir, que quitando el sector público o con participación pública significativa, el apego de las empresas a nuestro país depende del volumen de negocios que suponga España para sus accionistas. Bueno esto debería ser lo obvio para todo el mundo, pero admitamos que se trata de un sector estratégico. Dicho lo cual, las pérdidas no son asumibles para ninguna empresa, por mucho componente estratégico o industrial que supongan.

Necesitamos profundizar en la consolidación, ya sea entre compañías con participación pública, como sobre todo horizontal, especialmente en el sector aeroespacial. Como señalaba antes la dimensión del mercado no deja muchas más opciones. Tampoco podemos mantener empresas de monocultivo, dedicadas a pequeñas líneas de producto, porque mucho de ellas se baten en mercados muy competitivos y con muchas entradas y salidas de actores.

El Gobierno, además de incrementar los presupuestos de defensa de forma significativa, debe velar por todo el dinero que el contribuyente español a través de programas ha metido en la industria para dejarla con tanta facilidad en manos de fondos de capital riesgo, cuyos objetivos de retorno financiero son incompatibles con la dinámica del mercado de la defensa. Es necesario evitar que la vía de los fondos sea la utilizada para acabar poniendo nuestras empresas tradicionales en manos de grandes corporaciones industriales extranjeras.

Es decir una auténtica política industrial de la defensa, es lo que se echa en falta. Finalmente, es necesario un gran consocio público privado que gestione los programas de exportación, con una acción institucional no solo política sino ejecutiva, y una gestión empresarial dinámica, poniendo todas las instituciones del Estado al servicio de la industria que soporta el mayor activo tecnológico de nuestro país.

Hay muchas otras razones geoestratégicas para estar preocupados: la carencia de materias primas, los riesgos a nuestras fuentes de energía, la amenaza de los gigantes autoritarios del otro lado del nuevo telón de acero, la vulnerabilidad del medio ambiente, los riesgos a los que nos sometemos como humanidad vulnerable, que dictaminan la necesidad de incrementar nuestra inversión en seguridad. Pero, si esto no es relevante, se debería pensar al menos en que sin la industria aeroespacial y de defensa, España será inmensamente más pobre y vulnerable.





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