Honduras, históricamente, siempre menciona sus diferencias limítrofes con El Salvador, determinadas o no por el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, para cada elección presidencial y pareciera ser siempre un ardid de propaganda política que busca enardecer el sentimiento patriótico de la población hondureña, para la obtención de votos.
Diferencias que, de hecho, ya enfrentaron en una guerra a ambos países, en julio de 1969, que tan solo duró por espacio de aproximadamente 100 horas y que algunos llaman, erróneamente, como Guerra del Fútbol por una crónica periodística de la época del corresponsal polaco Ryszard Kapuscinski. Erróneamente porque lo único que relacionó a la guerra con el fútbol es que el enfrentamiento bélico explotó después de un partido para la eliminatoria del Mundial de Fútbol del siguiente año, que ganó El Salvador, pero que no era la única diferencia entre ambas naciones, sino que, posiblemente, fue la gota que derramó el vaso de muchas variables.
Una resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) detuvo el avance del Ejército salvadoreño sobre territorio hondureño y las relaciones diplomáticas entre San Salvador y Tegucigalpa no se restablecieron hasta entrada la década de los '80.
Las elecciones presidenciales en Honduras, para las cuales no se reelige al actual mandatario, Juan Orlando Hernández, son a finales de este noviembre. Hernández reformó un artículo pétreo de la Constitución hondureña para reelegirse de forma consecutiva e indefinidamente, sin embargo solo hizo dos períodos (10 años en total) continuos. Paradójicamente, el presidente Manuel Zelaya fue derrocado en un golpe de estado, en 2009, por tan solo intentar consultar a la población sobre la reelección consecutiva.
En concreto, sobre las diferencias limítrofes, sobre todo con El Salvador, Hernández anunció a mediados de octubre pasado un plan de desarrollo con el cual busca reclamar la soberanía sobre el disputado Golfo de Fonseca, en el océano Pacífico, donde también se comparte fronteras con El Salvador y Nicaragua.
En ese sentido, el Consejo de Ministros hondureño aprobó el 13 de octubre anterior un decreto para impulsar la paz y el desarrollo sostenible en el Golfo de Fonseca, así como para reafirmar la soberanía nacional en los espacios marítimos que le corresponden a Honduras en sus aguas.
Ya la Haya se pronunció sobre el conflicto histórico de fronteras entre El Salvador y Honduras, pero aún existe litigio (aún no llevado al tribunal internacional) por la pequeña Isla Conejo, en el Fonseca, un islote de no más de medio kilómetro cuadrado, pero que le otorga libre acceso a Honduras al Pacífico, el cual los hondureños vienen ocupando desde 1982.
Por eso, con el decreto de octubre, Honduras busca consolidar un corredor logístico que una sus puertos marítimos en el Caribe, por medio de una moderna carretera, hasta el Golfo de Fonseca y gracias a la Isla Conejo poseer libre acceso al Pacífico.
En ese contexto, Hernández lanzó en octubreun discurso confrontativo (el cual muchos analistas concluyen que iba dirigido a El Salvador): “no vamos a ceder ni dudar en lo que es nuestro sagrado deber de defender la patria”.
Recordó que tiene la responsabilidad de buscar la paz, la seguridad y prosperidad, “para defender con todas nuestras fuerzas la soberanía nacional, lo dije días antes, reconociendo en Fuerzas Armadas a nuestros mejores soldados para defender la patria hasta el último milímetro de nuestro territorio, así como lo manda la Constitución de la República, el territorio es sagrado y lo debemos defender con nuestra propia vida”.
Insistió que en la defensa de la soberanía los hondureños siempre han sido uno solo, por lo que cierra filas como nación ante cualquier amenaza "así se hizo en los antepasados y así lo haremos nosotros, no vamos a ceder porque es nuestro sagrado deber de defender la patria. Somos un pueblo pacifista, hermano, trabajador, solidario y respetuoso de las leyes y de los derechos de los demás, así lucharemos para que se respeten nuestros los nuestros".
La reacción de Bukele
Al respecto, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, respondió por medio de tu cuenta de Twitter, muy a su manera informal e irreverente que lo caracteriza: "tranquilo JOH (Juan Orlando Hernández). ¡Cómete un Snickers!".
Pero para colmo, hacia finales de octubre pasado, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, se reunió en Managua con Hernández y parte de su gabinete, para reconocer frontera en el Golfo de Fonseca. No quedó claro por qué no estuvo presente Bukele.
Según el acuerdo, Nicaragua y Honduras definieron sus fronteras en el Caribe y en el Golfo de Fonseca, con base en sentencias de la Corte Internacional de Justicia de la Haya.
"Al firmar este tratado Honduras y Nicaragua reconocen que su frontera marítima en el Golfo de Fonseca es con la República de Honduras, ratificando de esta forma el fallo dictado en el año 1992 por la Corte Internacional de Justicia de la Haya", dijo Hernández.
Durante el acto transmitido en cadena de televisión, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su homólogo calificaron la firma del acuerdo como un "paso histórico".
Por su parte, Ortega expresó que "con Honduras hemos logrado unir voluntades, pero han habido dificultades con el Gobierno de El Salvador, por lo tanto los invito a que se unan. Los tres países tenemos salida hacia al mar y eso hay que de limitarlo para que se acaben los conflictos".
En referencia a El Salvador, Ortega solo se remitió a manifestar que "invitamos al Gobierno de El Salvador a sumarse a este esfuerzo, porque El Salvador está en la obligación de ponerse de acuerdo para delimitar".
De nuevo, como es su costumbre, en un escueto mensaje en Twitter, Bukele rechazó que vaya a firmar el "tratado geopolítico con Ortega", y destacó que sería blanco de las críticas de “demócratas en la Casa Blanca (gobierno estadounidense)", si ratificara el acuerdo. A propósito, Ortega fue reelecto este domingo 7 de noviembre pasado para un cuarto mandato presidencial consecutivo.
En conclusión, la diferencias, sobre todo, entre El Salvador y Honduras son históricas en temas limítrofes y hasta que no haya voluntad democrática auténtica de parte de Tegucigalpa y San Salvador, la solución a un problema ya centenario se ve muy lejana y la guerra de hace más de 50 años es la prueba que tampoco es la solución más viable y conveniente para economías y poblaciones tan golpeadas por diversos factores.