El desencuentro entre la compañía francesa Naval Group y la industria australiana (evidenciado este mes en un cruce de acusaciones sobre la capacidad o no del sector local para desarrollar parte del programa de submarinos que el país encargó a la primera) se ha saldado en beneficio de la segunda. Australia se encargará finalmente, a través de distintos acuerdos de subcontratación, del 60% del valor del programa, de 80.000 millones de dólares australianos (unos 50.000 millones de euros). Es decir, Naval Group se ha comprometido a otorgar a la industria del cliente la mayor parte del programa, pese a que hace apenas dos semanas el director general de la filial local de la empresa francesa, John Davis, afirmó que no la veía capaz de asumir la mitad de los contratos de este proyecto, conocido como SEA 1000.
Aquellas palabras fueron contestadas por la ministra australiana de Defensa, Linda Reynolds, advirtiendo a la empresa francesa de que le haría “rendir cuentas por los compromisos que firmó”. También añadió que los comentarios de Davis “no reflejan la fuerte colaboración con Naval Group en este programa”.
Para tratar de aplacar los ánimos, los ministerios de Defensa de Australia y Francia emitieron seguidamente un comunicado conjunto reafirmando el acuerdo formal de construcción de los submarinos, suscrito hace un año.
La proporción de los trabajos que debía asumir la industria local aún no se había establecido. La ministra de Industria de Defensa de Australia, Melissa Price, reveló en 2016, en una respuesta parlamentaria, que el porcentaje de implicación del sector nacional en estos buques, que deben construirse en al país, se determinaría “a medida que se complete el diseño del submarino”.
Finalmente, la ministra Reynolds ha revelado ahora el compromiso que ha recibido de su homóloga francesa, Florence Parly, asegurando que Naval Group, de propiedad semipública, “está comprometida con un nivel de capacidad de la industria australiana de al menos el 60% del valor del contrato”. Reynolds añadió que su Gobierno se encargará de que la firma francesa “rinda cuentas sobre su compromiso contractual para maximizar la participación de la industria australiana en este programa”, informa Jane´s.
Los doce submarinos contemplados en el programa, de la clase Attack (versión convencional de las naves nucleares francesas Barracuda), sustituirán a los actuales de la clase Collins que prestan servicio a Australia y se prevé que sean retirados del servicio a mediados de la próxima década.
De acuerdo con el cronograma oficial, el primer submarino del lote, el HMAS Attack, será entregado a principios de la década de 2030. Aunque una auditoría oficial reveló hace unas semanas que el programa ya acumulaba “nueve meses de retraso en la fase de diseño”, antes de cumplir un año de la formalización del contrato.
Naval Group fue seleccionada en 2016 como la mejor opción para dotar a Australia de sus futuros submarinos del programa SEA 1000. La oferta de la compañía francesa DCNS (como aún era conocida entonces la actual Naval Group) se impuso de este modo a sus competidores japoneses (Kawasaki Heavy Industries y Mitsubishi Heavy Industries) y alemanes (ThyssenKrupp Marine Systems –TKMS). La española Navantia y la sueca Saab también tuvieron opciones hasta meses antes de que Australia anunciase que la elegida era la candidatura francesa.