El Pentágono aún no ha encontrado suministradores locales que se encarguen de fabricar las piezas del caza F-35 de las que hasta el pasado verano se encargaba Turquía. Estados Unidos inició entonces el proceso de salida de Ankara del programa, el proyecto militar más caro de la historia, como represalia a la compra turca de sistemas de misiles antiaéreos S-400 a Rusia. La medida contemplaba que todos los componentes del avión de combate fabricados en suelo turco pasasen a compañías norteamericanas el próximo marzo. Pero esta premisa ya no va a ser posible de cumplir.
Al no lograrlo, las autoridades de defensa estadounidenses han permitido a Lockheed Martin, contratista principal del programa, y a Pratt and Whitney, fabricante de los motores, mantener la recepción de piezas turcas durante este año.
La subsecretaria de Defensa para Adquisición y Mantenimiento, Ellen Lord, ha asegurado que la mayor parte de la cadena de suministro que se encontraba en el país “estará fuera de Turquía en marzo de 2020”. Sin embargo, de acuerdo a la información recogida por el medio estadounidense Defense One, las empresas citadas “tienen contratos vigentes que tal vez se lleven a cabo hasta fin de año”. La situación afecta a “un puñado de sistemas”, ha admitido, y ha asegurado que se continúa trabajando “para minimizar el impacto en la producción”.
La fuente explica que las partes turcas del avión van ubicadas en seis de sus componentes clave, entre las que figuran el fuselaje y el tren de aterrizaje. Se trata de un material que ya ha sido pagado, afirma.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos inició el pasado verano el proceso para sacar a Turquía del programa del avión de combate de quinta generación F-35, del que Ankara ha sido uno de sus nueve socios desde la primera década de este siglo.
La compra turca de misiles antiaéreos S-400 a Rusia comprometida en 2017, tras años en que a Ankara no le resultó posible la adquisición de armas similares de procedencia estadounidense, soliviantó a distintos aliados de la OTAN, temerosos de que el desarrollo ruso pueda plantear serios problemas por no ser compatible por los utilizados en la Alianza Atlántica, de la que Turquía es socia.