Las claves de la cumbre de la OTAN de La Haya: Trump pone a Europa ante el espejo
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Las claves de la cumbre de la OTAN de La Haya: Trump pone a Europa ante el espejo

España no solo es el país que menos porcentaje del PIB emplea en defensa, sino que su Gobierno se enfrenta además a una división interna ante las reiteradas negativas de Sumar a aumentar dichas partidas
Cuartel general de la OTAN en Bruselas
Cuartel General de la OTAN en Bruselas
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La próxima cumbre de la OTAN que se celebrará a finales de junio en La Haya va camino de convertirse en un auténtico hito en los más de 75 años de historia de la Alianza Atlántica. El choque entre el presidente estadounidense Donald Trump y el resto de miembros, especialmente los países europeos, a cuenta del gasto militar de los respectivos gobiernos y de la aportación de cada uno a la organización, puede suponer un punto de inflexión en el futuro de la defensa del bloque occidental si no se llega antes a un entendimiento.  

Y de entre las grandes potencias europeas, quizás la que llegue en una situación más comprometida sea España, cuya situación política adquiere una relevancia especial ante las presiones de Washington sobre el cumplimiento de los objetivos establecidos históricamente. 

Desde su creación, la OTAN ha jugado un papel fundamental en la defensa y seguridad de Europa, basándose en el principio de solidaridad y en el compromiso colectivo de sus miembros. Tradicionalmente, la cifra del 2% del PIB en gasto en defensa ha sido la meta orientativa para garantizar la preparación y la capacidad operativa de la alianza. Sin embargo, en los últimos años esa cifra se ha mostrado insuficiente, muy especialmente tras la invasión rusa de Ucrania

Tras la llegada de Trump al poder en enero, Washington ha reiterado en múltiples ocasiones su exigencia de que los aliados inviertan significativamente más en defensa, llegando incluso a amenazar con reducir el compromiso estadounidense si no se alcanza un mínimo de gasto.  

Estados Unidos destina actualmente el 3,38% y, curiosamente, es el único país que ha disminuido el porcentaje desde 2014. Con todo, aporta casi dos tercios del presupuesto total de la OTAN, que ha aumentado un 11% en términos reales. 

En la línea de sus amenazas, la administración Trump ha argumentado que el gasto insuficiente en defensa de muchos países miembros provoca una desigualdad en la distribución de la carga de seguridad. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha defendido de forma contundente que la protección transatlántica no es gratuita y que Estados Unidos no puede seguir supliendo las contribuciones insuficientes de algunos aliados. En este sentido, la cumbre en La Haya se presenta como la oportunidad para que la OTAN establezca nuevos objetivos de inversión, posiblemente orientados a superar el tradicional 2% y elevarlo a cifras cercanas al 3% o incluso más, aunque el 5% sugerido por Trump hoy por hoy se antoja casi imposible. 

Actualmente, ocho de los 32 países miembros de la OTAN continúan incumpliendo el compromiso de gastar al menos ese 2%, siendo España el más rezagado con una inversión de apenas el 1,28%, según datos de 2024 de la propia organización. 

Llama la atención el aumento del gasto en aquellos países más próximos geográficamente a Rusia, especialmente Polonia, que con más de un 4% es el país de la Alianza que mayor porcentaje del PIB dedica y el decimoquinto a nivel mundial con mayor presupuesto en defensa. También destacan Estonia, Letonia o Lituania y la misma Finlandia, que ha anunciado que incrementará sus partidas a, como mínimo, un 3% de su PIB en los próximos cuatro años. 

Durante 2024, el gasto de defensa europeo aumentó un 11,7 % en términos reales, alcanzando los 457 000 millones de dólares. No obstante, este crecimiento fue ampliamente superado por el de Rusia, que creció un 41,9 % en términos reales para situarse en torno a 13,1 billones de rublos (145 900 millones de dólares), lo que representaría el 6,7% del PIB, más del doble de los niveles de los años previos a su invasión a gran escala de Ucrania en 2022.  

Si los miembros europeos de la OTAN mantuvieran el crecimiento de 2024, el gasto promedio en defensa sería del 3% del PIB en cinco años y del 5% en diez.  

Situación de España

En cuanto a España, no solo es el país que menos porcentaje del PIB emplea en defensa, sino que su Gobierno se enfrenta además a una división interna ante las reiteradas negativas de Sumar a aumentar dichas partidas. Tanto es así, que Pedro Sánchez evita incluso utilizar la palabra rearme cuando aborda el tema para no herir sensibilidades internas. 

La situación de nuestro país adquiere una doble dimensión: por un lado, existe la presión internacional para acelerar el cumplimiento del objetivo del 2%; y por otro, la discusión sobre cómo debe contabilizarse el gasto en defensa. 

Sánchez y los ministros socialistas de su Ejecutivo han asegurado en repetidas ocasiones que su compromiso es firme y que se trabajará para adelantar el calendario de inversión en defensa, llegando al 2% "mucho antes de 2029". En este sentido, se está explorando la posibilidad de incluir en el cómputo no solo los gastos de armamento y modernización, sino también partidas destinadas a la lucha contra el terrorismo, la defensa de fronteras y otras inversiones que reflejarían el esfuerzo global de seguridad del Estado. Este enfoque integrador podría facilitar que España alcance el objetivo de inversión antes de lo previsto, siempre que la OTAN acepte un criterio más amplio para la medición, algo que parece difícil. 

Dentro del debate nacional, existe una constante tensión entre la necesidad de reforzar la seguridad y la obligación de mantener el modelo social y el gasto público en sanidad, educación o bienestar social. Desde el Ejecutivo se insiste en que el incremento en defensa no llegará a costa de recortes en el gasto social, presentándolo, en cambio, como una inversión paralela que garantice la estabilidad y la paz en un entorno global cada vez más incierto. 

A esta situación coyuntural se une otra más estructural en cuanto al papel de España en la OTAN y a la aportación de ésta a España. Nuestro país muestra una clara incoherencia entre su papel esperado en la Alianza y su compromiso real. Esta escasa inversión provoca una pérdida de capacidades, obsolescencia tecnológica y deterioro reputacional, además de limitar la presencia española en puestos clave dentro de la organización. La ausencia de una política nacional de seguridad y defensa coordinada con la política exterior dificulta aún más una participación sustantiva.  

Contribución española

Tanto es así que la contribución española a la OTAN no responde a intereses nacionales claramente definidos, sino a capacidades disponibles y a la necesidad de mostrar compromiso aliado. Esta falta de alineación estratégica produce desmotivación política y reduce la implicación de España, especialmente cuando no se percibe reciprocidad en la defensa del flanco sur. Mientras otros aliados se benefician del marco de la OTAN sin comprometerse plenamente, España se encuentra en una situación de “membresía inconfortable”.  

La coyuntura actual obliga a revaluar el papel de la OTAN y la relación transatlántica. Con Estados Unidos indicando que parte de su atención se orientará hacia otros teatros de conflicto, como el Indo-Pacífico, los aliados europeos tienen una doble tarea: por un lado, reforzar sus inversiones y capacidades para garantizar la seguridad del continente; y por otro, avanzar hacia una mayor autonomía estratégica. 

La posibilidad de que la alianza revise formalmente su meta de gasto se enmarca en esta necesidad de adaptarse a un entorno en el que las amenazas son múltiples y complejas. No solo se plantea el desafío de la agresión rusa, sino también la necesidad de responder a contingencias en otras regiones y de cubrir carencias en áreas de tecnología, ciberseguridad y sistemas de vigilancia.  

En este contexto, la cumbre de La Haya será el foro en el que se definirán las líneas estratégicas para el futuro inmediato. Se espera que el nuevo objetivo de gasto se sitúe por encima del 3% del PIB, con debates intensos sobre cómo medir eficazmente este indicador sin perder de vista la complejidad del entorno en que se debe operar. Las discusiones girarán en torno a la eficiencia en la asignación de recursos, la necesidad de inversiones conjuntas y la integración de capacidades de defensa no convencionales. 

Autonomía europea

El proceso de aumentar el gasto en defensa y, sobre todo, de redefinir qué se entiende por ese gasto, va de la mano con un debate mayor sobre la autonomía estratégica europea. La iniciativa de reestructuración del gasto, la búsqueda de una base industrial europea fuerte en el sector militar y la posibilidad de desarrollar una red de cooperación que permita a los países actuar de forma coordinada son elementos esenciales para que Europa pueda, en el futuro, sostener su propio paraguas de seguridad. 

Sin embargo, este proceso se ve entorpecido por limitaciones presupuestarias y por la fragmentación interna de las políticas de defensa en el continente. Los países que ya invierten mayores porcentajes del PIB en defensa presionan para que el objetivo se eleve. Este desequilibrio puede generar tensiones internas dentro de la OTAN y en las negociaciones multilaterales, haciendo imprescindible encontrar un equilibrio. 

A la luz de estos desafíos, la cumbre no sólo definirá las directrices estratégicas de la alianza, sino que también marcará el comienzo de una reestructuración que podría transformar el equilibrio de poder en Europa y, por extensión, en la seguridad global. 



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