La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca para su primer mandato, en 2017, ya supuso un torbellino en el seno de la Alianza Atlántica. Desde la misma campaña que le llevó a Washington, el político republicano amenazó con suprimir su colaboración militar con Europa si ésta no incrementaba sus gastos en defensa, en línea con el compromiso acordado en la cumbre de Gales de 2014, que es donde se estableció la cifra del 2% del PIB,
La primera cumbre de la OTAN en la que participó Trump, en mayo de 2017, ya estuvo marcada por las tensiones de la nueva administración estadounidense con el resto de miembros de la Alianza, principalmente con los 23 países que en aquel momento aún no cumplían el objetivo del 2%. Solo Grecia, Polonia, Reino Unido y Estonia, además de Estados Unidos, ya lograban por aquel entonces cumplir el acuerdo establecido con 2024 como fecha tope.
El desencuentro entre los tradicionales aliados, sin embargo, fue todavía más allá de las cifras de gasto en los siguientes años. Hasta el punto de que el presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a diagnosticar en noviembre de 2019 “la muerte cerebral de la OTAN”. El mandatario galo reveló que no existía “ningún tipo de coordinación en la toma de decisiones de Estados Unidos y de sus aliados en la OTAN. Ni una”, remarcó.
El diagnóstico de Macron
Macron ilustró sus duras palabras aludiendo a la situación que se vivía entonces en Oriente Próximo, donde, explicó, “hay una acción agresiva y no coordinada por parte de otro aliado de la OTAN, Turquía, en una zona en la que nuestros intereses están en juego”, en alusión a la actividad militar que el Gobierno de Recep Tayyip Erdoğan estaba llevando a cabo entonces contra posiciones kurdas en Siria. Esas acciones, a juicio de París, estaban poniendo en peligro la lucha de la coalición internacional contra el autodenominado Estado Islámico.
Con estas mimbres, unos días después, a principios de diciembre de 2019, se celebró el 70 aniversario de una OTAN que parecía tocar sus horas más bajas. Poco más de tres años después, el revulsivo que finalmente volvió a colocar a la Alianza en primera línea de interés de sus miembros llegó de manos de otro peso pesado en el liderazgo mundial, distinto a Trump, Macron y Erdogan.
El revulsivo Putin
Vladímir Putin, el presidente del principal país heredero de la Unión Soviética, frente a la que en su día nació la propia OTAN, le ayudó a recobrar importancia con el ataque a Ucrania de febrero de 2022. Este ha sido el auténtico revulsivo para que todos sus miembros se comprometan definitivamente con alcanzar el ansiado 2% en gasto en defensa del valor de sus economías, e ir más allá.
El inicio del conflicto en el este de Europa renovó los figurados puentes de la Alianza a ambos lados del Atlántico, mientras destruía los auténticos en Ucrania. El liderazgo de una nueva administración estadounidense, tras la derrota de Trump en las urnas de 2021, facilitó entonces el reacercamiento de los veteranos aliados, inmersos en la ayuda al esfuerzo militar de Kiev frente a Moscú y en el convencimiento de que, efectivamente, Europa necesita gastar más para lograr una disuasión creíble frente a, sobre todo, la amenaza que llega de su oriente inmediato.
Finlandia y Suecia incluso han abandonado en este tiempo su tradicional posición neutral, con la que trataban de apaciguar a la vecina Rusia, para sumarse al paraguas de seguridad de la OTAN.
Despertar del letargo
El regreso de Trump a Washington este año ha vuelto a sacudir los cimientos de la Alianza, que lejos de apuntar a una “muerte cerebral”, ahora se ha despertado definitivamente del letargo en el que la sumió el fin de la Guerra Fría, que ella misma ganó. La renovada administración de Estados Unidos ha dejado de mantener su apoyo militar a Ucrania, al tiempo que se acerca a las posiciones rusas; ha arreciado sus críticas a los aliados europeos, llegando a afirmar que “animaría” a Rusia a invadir alguno de ellos si no cumplen con sus gastos en defensa, y hasta está amenazando a dos socios de la organización, Dinamarca y Canadá, a arrebatarle Groenlandia al primero e incorporar como nuevo Estado de EEUU al segundo.
Todo ello contribuye a que la cita que reunirá el próximo junio en la ciudad neerlandesa de La Haya a los líderes de la organización atlántica sea su cita más importante desde al menos el fin de la Guerra Fría, hace casi 35 años, o quizá de toda su historia. Pocas veces una cumbre de la OTAN ha levantado tantas expectativas, por lo que sus miembros vayan a decir sobre el futuro de la Alianza y por el compromiso previsto de alcanzar para elevar de nuevo el gasto en defensa, esta vez al 3% o incluso más allá.