No es fácil responder a la cuestión acerca de los efectos que, sobre la industria aeronáutica española, puede generar la adquisición del 53% restante de ITP por parte de Rolls Royce. En realidad, cabría distinguir entre los efectos vinculados a las firmas que participan en la operación –Sener, ITP y Rolls–, por un lado, y los que pueden generarse en el mercado, por otro.
Comenzando por el primero de los aspectos, Rolls se hace con el 100% del capital de una empresa tecnológicamente muy activa y con un cierto prestigio a nivel internacional. Aunque ya poseía el 46% de la misma, esta operación le permite la toma de decisiones sobre ITP de manera absoluta. Las cuestiones que surgen en este sentido son: ¿se integrará ITP en la estructura de Rolls o mantendrá una posición más autónoma en cuanto a la propia marca, imagen de marca o capacidad de propuestas de desarrollo con cierta autonomía,…? En segundo lugar, efectivamente, ITP resulta altamente complementaria con relación a su adquiriente. Esto podría permitir un importante grado de integración, pero manteniendo la marca ITP o ITP-Rolls, lo cual podría fortalecer la propia posición de ambas empresas en el mercado.
Con relación a Sener, la inyección de liquidez de 720 millones de euros –si bien en dos años– le permite colocarse en una buena posición en su mercado –ingeniería y construcción– y, así, soslayar algunas de las dificultades que ha padecido últimamente, relativas a negocios con problemas, a las exigencias de los clientes, etc. La holgura de tesorería puede impulsar además la parte del negocio de energía y la I+D vinculada a ella, permitiendo una situación de mercado bastante ventajosa en el medio plazo.
Por lo que respecta a la evolución del sector aeronáutico, es de esperar que Rolls Royce vea reforzada su posición en el mercado de motores para aviones civiles, lo cual le permitiría incrementar su cuota de mercado ya en el corto plazo. La participación en los programas militares, como el A400-M y el Eurojet (para el avión de combate europeo) se verá igualmente reforzada, pero en este caso pensando en programas futuros más que en los que ya se encuentran en marcha. Así, en el caso de licitaciones a medio plazo, Rolls puede contar con ITP, no ya como socio estratégico, sino como parte de la compañía, lo cual genera unas garantías adicionales a los clientes. Por el lado de ITP, su pertenencia a Rolls le puede suponer una importante mejora tanto en imagen y penetración en mercados internacionales, como en ampliación del negocio.
En el año 2015, ITP dedicó a I+D un esfuerzo del 8% de su facturación, con un incremento del volumen de la misma del 9%, teniendo presencia en seis países. Además, se ha beneficiado de la reducción de los precios de las materias primas y del incremento del tráfico comercial. Estos aspectos han generado un resultado del ejercicio superior a los 58 millones de euros. Ante esta situación no resulta extraño que la adquiriente viese la compra del 100% de ITP como un negocio rentable. Pero cabe preguntarse en qué situación queda el mercado nacional con este movimiento. En realidad, los cambios no van a ser de gran envergadura debido a las relaciones prexistentes entre ambas empresas. No obstante, parece que en el largo plazo siguen un patrón marcado fundamentalmente por la Comisión Europea.
Vemos que las grandes empresas van tomando posiciones a través de adquisiciones vía integración vertical o de participaciones en empresas de menor tamaño, que pueden ejercer el papel de firmas tecnológicas de nicho, complementarias de la actividad de aquellas. La incipiente política de integración del mercado en el ámbito de la defensa, la parte militar aeronáutica y de espacio, la participación en programas conjuntos de I+D que se abre con la Acción Preparatoria y el futuro plan europeo de I+D (H-2127, posiblemente) orientan el posicionamiento de las empresas pensando en la futura morfología del mercado.
¿Cuál puede ser la respuesta de la política industrial de defensa española ante esta situación? Uno de los pilares básicos de esta política es la seguridad de suministro, junto con la soberanía. Ambas se pueden ver trastocadas ante situaciones en las cuales empresas extranjeras toman el control de las nacionales. Pero, ¿puede hacer algo el regulador? ¿Es todo retórica y el mercado es el que realmente funciona, dejando a la política industrial un margen menor del que tradicionalmente se viene observando? ¿Qué gana el sector industrial español ante estas situaciones? ¿Qué pierde? Las empresas extranjeras con inversiones en España se consideran como parte del tejido industrial español, por lo que resulta de una enorme responsabilidad la decisión de respaldar a fusiones o adquisiciones de empresas del sector por parte de firmas foráneas. Sería extremadamente aconsejable que la política industrial de defensa se ponga en marcha de manera rápida y con los recursos necesarios. Ello sería la condición necesaria –que no suficiente–, para contar con una estrategia llevada a la práctica que genere los resultados esperados.