Las varillas del paraguas de la Defensa en España
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Las varillas del paraguas de la Defensa en España

Hay que ser realistas y determinar qué se hace bien ahora, qué podemos hacer en un tiempo y qué queremos alcanzar a largo plazo y a qué tenemos que renunciar
Fabrica de Santa Barbara Sistemas en Trubia
Operario en la fábrica de GDELS-SBS en Trubia. Firma: MDE
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El debate sobre el reparto de cargas en la OTAN es casi tan antiguo como la propia organización. El presidente Eisenhower ya advirtió que conforme Europa avanzase en su reconstrucción tendría que asumir un mayor esfuerzo para su defensa. En 1956 Hungría y Suez demostraron que los norteamericanos darían prioridad a sus intereses.

Muchos años después, Robert Gates, secretario de Defensa con Obama, avisó que, si Europa no dejaba de reducir sus capacidades en defensa, podría llegar el momento en el que Estados Unidos considerase si merecía la pena mantener su esfuerzo. La cumbre de Gales de 2014, también con Obama como presidente, fue una nueva advertencia. Es allí donde se establece el famoso objetivo del 2%. La primera presidencia de Trump con su America First trajo nuevas muestras de que la defensa de Europa pasaba a segunda prioridad y que debíamos realizar un mayor esfuerzo. La retirada de Kabul, un compromiso asumido por Biden, es un nuevo aviso de la deriva "nacionalista" en política exterior. El apoyo norteamericano a Ucrania, no tan desinteresado como se vende, fue bastante claro hasta el ataque de Hamás cuando surge un nuevo foco de tensión mucho más preocupante para Estados Unidos.

La nueva presidencia de Trump es el último aviso y confirma una política americana que, en cierta manera, abandona el globalismo para centrarse en sus intereses exclusivos que, no olvidemos, están centrados en Asia-Pacífico. ¿Era imprevisible? Europa está sobrepasada no porque no estuviera avisada. Más bien porque quién ha roto la baraja es alguien que, guste o no, está dentro del juego democrático y es el máximo representante del creador del orden internacional establecido en 1945. Como hace años recordaban figuras como Stephen Ambrose (Rise to Globalism) o Raymond Aron (La República Imperial) la evolución de “aislacionismo” a “globalismo” no estuvo exenta de controversias internas en los Estados Unidos.

Más allá de las formas groseras, que visto lo que tenemos tampoco nos deberían extrañar tanto a los europeos de 2025, la realidad es que desde Washington se piensa que en el juego mundial Europa es irrelevante. La declaración de guerra comercial, por muy incomprensible que parezca, debe verse también en el contexto de regresión aislacionista. En Defensa se nos impone un ritmo que tenemos dificultades para seguir.

No podemos decir que en Europa no hayamos hecho nada. Desde 2013, en la Unión Europea se ha tomado conciencia de la importancia de la defensa y han sido muchas las iniciativas para disponer de “autonomía estratégica”. Pero los ritmos comunitarios son los que son. Ahora tenemos poco tiempo y necesitamos reaccionar rápido. Además, nos tenemos que mover dentro del marco del Tratado de Lisboa que mantiene la política de defensa en el ámbito de responsabilidad de los Estados miembros. Son estos los que tienen que construir la defensa común juntando las piezas necesarias de un mosaico muy complejo. El libro blanco presentado el 19 de marzo, un último eslabón de la cadena de informes relevantes que se han sucedido desde 2024, hace nuevamente un diagnóstico claro de lo que tenemos que hacer. Veremos cómo se desarrolla.

España no puede ni debe ser ajena a la construcción de ese mosaico. Mientras tanto estamos entretenidos en los números para arañar unas décimas en la contabilidad de nuestra aportación, discutimos de dónde puede salir el dinero con un presupuesto prorrogado por segundo año consecutivo, y se debate, por decir algo, en el parlamento como si fuera un patio de colegio.

Otros países no están parados. Alemania acaba de aprobar una nueva modificación de la constitución para ampliar el Sondervermögen hasta 500.000 millones de euros. Macron, muy cuestionado internamente, está intentando liderar el diseño de una hipotética fuerza militar europea si llega el alto el fuego en Ucrania, anuncia nuevas inversiones para su fuerza nuclear e incide, con no pocos recelos en otros países, en la fortaleza francesa para avanzar en la potenciación del sector industrial de defensa europeo. Italia tiene también una postura clara y pide reforzar las adquisiciones de sistemas europeos, una mayor facilidad para las inversiones privadas en defensa y el refuerzo de la defensa europea en el marco de la OTAN. En el Reino Unido, donde el laborista Starmer está haciendo de puente entre Washington y Bruselas, la revisión estratégica más reciente ha incluido la elaboración de una nueva estrategia industrial de defensa que aboga por pasar del principio best value for money al best value for combat. En el centro están el debate entre soberanía y coste/eficacia, y en definir la industria de la próxima década.

Tanto a nivel individual de los estados como a nivel comunitario buena parte de los expertos coinciden en que es preciso actuar con urgencia compaginando objetivos militares, tecnológicos e industriales.

En este último aspecto parece que ha llegado el momento de establecer asociaciones estratégicas entre gobiernos e industrias y alianzas coherentes y sólidas entre industrias nacionales e internacionales. La base de todo ello debe ser disponer de una industria capaz, que desarrolle tecnología avanzada y competitiva, con una visión finalista que no es otra que mejorar nuestra capacidad de defensa. Para ello las opciones pasan por dirigir desde los Estados o seguir la lógica del mercado con ciertos mecanismos de vigilancia. La opción de dirigir o imponer desde el Estado ciertas soluciones industriales, pero sin velar por sus actuaciones, despierta no pocos recelos. La experiencia demuestra que hay que reducir dependencias del exterior, pero tampoco podemos convertirnos en clientes cautivos de industrias que imponen su criterio particular.

España: lo que debe hacer y lo que no

Europa no puede a día de hoy abordar todas las capacidades en solitario. España tampoco. La autonomía y la soberanía estratégica no deben pasar por anhelos autárquicos. Hay que ser realistas y determinar qué se hace bien ahora, que podemos hacer en un tiempo y con un coste razonable, qué podemos o queremos alcanzar a largo plazo y a qué tenemos que renunciar. El clima de guerra civil que estamos viviendo en la industria no ayuda a este ejercicio.

Por supuesto que hay que hacer un esfuerzo por tener influencia en las decisiones industriales estratégicas y en tener capacidad para integrar grandes sistemas. Pero también hay que velar por segmentos en los que somos líderes y por generar un tejido con capacidad de apoyo en servicio y preservar una cadena de valor capaz de aportar elementos críticos desde el punto de vista operativo, aunque estén muy debajo en la estructura de desglose de los sistemas.

Cuando sea necesario establecer alianzas con socios tecnológicos deben buscarse aquellos con los que a largo plazo la relación sea estable o tengan capacidad técnica probada. La generación de empleo es trascendental, pero no debería ser un criterio que imponga soluciones que no satisfacen las necesidades operativas.

La urgencia en responder a estas necesidades obliga también a actuar en el sistema de adquisiciones. La organización tiene que ser sencilla, establecer normativa y procedimientos que permitan agilidad, disponer de capacidad de gestión adecuada y contar con suficiente personal (orgánico o externo) para ser eficientes. Los sistemas de adquisiciones deben abandonar los procesos lineales y favorecer el esquema desarrollo – integración - mejora. El proceso debe facilitar la iniciativa privada para desarrollar tecnología contando con los grandes contratistas como facilitadores y no como elementos de concentración de poder imponiendo sus normas.

Como se advierte desde el parlamento británico la construcción de una defensa sólida pasa por abandonar los ciclos feast and famine. Hay que dar continuidad a las políticas a través de criterios coherentes y de estabilidad financiera.

No podemos corregir el rumbo de forma apresurada. La realidad nos dice que tenemos que hacer algo urgentemente. El diagnóstico parece que está claro. Podemos mejorar nuestras capacidades de defensa con estrategias que cuenten con todas las visiones y que estas se puedan exponer abiertamente. Hay que tener dinero, tiempo y hacer las cosas mejor. La defensa es un paraguas con muchas varillas.



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