La crisis generada por la pandemia de coronavirus no ha impedido que el gasto mundial en defensa se haya incrementado en 2020, en términos reales, un 3,9%, hasta alcanzar los 1.830 billones de dólares. Se trata de un crecimiento algo inferior al registrado en 2019 (4,4%), cuando la distorsión generada por la irrupción del covid-19 aún no había tenido lugar. En todo caso, sí se prevé que la pandemia acabe afectando más al gasto en defensa en el futuro.
Estas son algunas de las conclusiones incluidas en El balance militar 2021 que presentó el jueves el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres. El trabajo concreta que, si bien algunos países de Asia y Oriente Medio han ajustado rápidamente el gasto público, es probable que hasta 2022-2023 las respuestas financieras de los gobiernos ante la pandemia no se traduzcan realmente en recortes presupuestarios en defensa. De hecho, en occidente, el coronavirus parece haber impulsado un incremento de los gastos militares en algunos países, como Francia, Alemania, Reino Unido y España, para apoyar a los proveedores locales del sector.
El desafío mundial frente a la pandemia no ha incidido en unas mejores relaciones entre los países, según el estudio, que recoge cómo “el conflicto y la confrontación no han disminuido, y la competencia entre las grandes potencias han seguido impulsando las consideraciones de planificación de la defensa y las decisiones de adquisición de algunos países”.
Según se recoge en la introducción elaborada por el editor para este trabajo, el entorno de seguridad inestable también se ha manifestado en una tensión continua en las relaciones de defensa “incluso en los aliados en lo que respecta a la OTAN” y en otros elementos todavía en vigor de las reglas adoptadas tras la segunda guerra mundial. En particular, el texto se refiere a los acuerdos de control de armas. Entre ellos cita la retirada de Estados Unidos del Tratado de Cielos Abiertos el pasado noviembre, poco más de un año después de que también saliese formalmente del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, acusando a Rusia de haberlo violado.
Entre tanto, añade el documento, “las guerras han continuado en Libia, Siria y Yemen”. Turquía envió apoyo militar a Libia en 2020, respaldando al gobierno reconocido en Trípoli, mientras que las fuerzas de oposición recibieron apoyo de Egipto, Rusia y los Emiratos Árabes Unidos. Si bien las contribuciones de los estados regionales fueron modestas, no obstante pudieron mantener su presencia, lo que indica el desarrollo de sus capacidades militares. En la provincia siria de Idlib, el ejército de Turquía se enfrentó con las tropas del gobierno por primera vez en febrero. A finales de 2020 ya estado además organizando patrullas conjuntas con Rusia para controlar un alto el fuego.
En cuanto a Yemen, los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, han demostrado una creciente competencia militar mediante el uso de armas, incluidos vehículos aéreos deshabitados (UAV), cohetes de largo alcance y misiles de crucero.
Los conflictos también han proseguido en Ucrania y en algunos puntos del continente africano, donde se incluye la prolongada guerra en el Sahel. En Etiopía los combates han estado amenazando esa parte oriental del continente, no solo por incidentes transfronterizos, sino también “porque Addis Abeba ha contribuido significativamente a los esfuerzos regionales de mantenimiento de la paz”. En la región asiática de Nagorno-Karabaj se ha reavivado un antiguo conflicto, en el que Azerbaiyán ha recuperado una franja de territorio.