Operación Balmis
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Operación Balmis

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En estos días estamos viendo como las Fuerzas Armadas españolas se han movilizado en apoyo a las autoridades civiles en la lucha contra el Covid-19. Se ha puesto en marcha la mayor operación militar en territorio nacional que se recuerda. El nombre asignado ha sido el de operación Balmis. Un nombre que estamos oyendo a diario pero que es casi desconocido para la mayoría del gran público. ¿Quién era Balmis? ¿Qué hizo? ¿Cuál es su aportación científica? De forma necesariamente breve intentaremos responder a esas preguntas.

Francisco Javier Balmis Berenguer, fue un cirujano militar, nacido en Alicante en 1753 y fallecido en Madrid en 1819. Crecido en el seno de una familia de cirujanos, se inició de joven como ayudante del cirujano mayor del hospital militar de su ciudad natal. Como muchos aspirantes a cirujano de la época, Balmis se vio atraído por la medicina militar desde muy pronto, puesto que era la más avanzada del momento. Con 22 años participó en 1775 en una expedición contra Argel dirigida por el general O´Reilly. La operación militar fue un fracaso pero las autoridades la presentaron como un gran éxito. El pueblo español, siempre satírico, inventó una canción que decía:

Que por fin todo se errase,

Que la función se perdiese,

Que la gente pereciese,

Porque Dios lo quiso así,

Eso SÍ

Pero querer persuadirnos,

En cada error un acierto,

Que no han muerto los que han muerto

Y que miente quien lo vio

Eso NO.

En 1778, Balmis obtuvo en Valencia el título oficial de cirujano. En 1780 participó en el asedio de Gibraltar y poco después embarcó por primera vez a América permaneciendo en México durante 10 años. Allí se aficionó a la botánica y desarrolló múltiples aplicaciones terapéuticas de las plantas. A su regreso a España fue nombrado miembro de la Real Academia Nacional de Medicina y cirujano de cámara de la corte desde 1795.

Fue un firme defensor de los descubrimientos de Jenner y de las posibilidades que abría la vacuna. Fue el primer traductor de la obra de Moreau (Tratado Histórico y Práctico de la Vacuna, Imprenta Real. Madrid, 1803).

A finales del siglo XVIII el médico inglés Eduardo de Jenner había descubierto la vacuna contra la viruela. Al descubrimiento siguió un fuerte debate científico en toda Europa sobre la conveniencia o no de realizar esta práctica médica para prevenir enfermedades. Napoleón en 1805, ordenó vacunar a todo su Ejército contra la viruela siguiendo las prescripciones de Jenner, que en Francia habían sido difundidas por Jacques-Louis Moreau.

El debate no fue ajeno a España, donde Balmis se proclamó firme defensor de extender la vacunación entre la población para prevenir la enfermedad de la viruela que en aquel momento estaba muy extendida. Así en 1803 el Rey Carlos IV ordenó el envío de una expedición para vacunar a la población de ultramar contra la viruela. La influencia de las epidemias en Lima y Bogotá, que se habían producido en 1802, fue decisiva en la decisión del Rey influido por el doctor Balmis.

La preocupación por la investigación médica y científica había sido una de las prioridades de los borbones desde su llegada a España a principios del XVIII. Durante su reinado Felipe V había creado la Junta Suprema de Sanidad para luchar contra epidemias, posiblemente el primer organismo europeo de este tipo. Posteriormente se habían sucedido diferentes expediciones científicas, como la de Celestino Mutis a Nueva Granada iniciada en 1783 y que modernizó la enseñanza científica desde Bogotá. Los restos del gaditano Mutis reposan precisamente en la Universidad del Rosario en la capital colombiana donde trabajó hasta su fallecimiento en 1808.

Balmis y Mutis, junto con Malaspina, Jorge Juan, Ulloa, o Longinos son solo algunos de los nombres que nos recuerdan el empuje que tuvimos los españoles para el avance de la ciencia durante el siglo XVIII.

Siguiendo la tradición de investigación científica y en medio de un fuerte debate, el rey Carlos IV ordenó a Balmis la organización de una expedición filantrópica para propagar la vacunación contra la viruela en tierras americanas. La preocupación por los territorios americanos había sido una constante de la monarquía española desde el descubrimiento. La misión de la expedición era crear juntas de vacunación en los virreinatos, algo que no se había hecho en la Península. El método consistía en trasladar un grupo de 22 niños expósitos que debían de servir de cadena para las vacunaciones al recibir inoculaciones sucesivas. Los niños estaban a cargo de otro personaje interesante, doña Isabel Zendal López, directora de la casa de expósitos de La Coruña. La expedición se organizó con Balmis como director técnico con la asistencia de José Salvany como subdirector.

El 30 de noviembre partió del puerto de La Coruña la corbeta “María Pita” con destino Tenerife desde donde se dirigiría a su primer destino americano, Puerto Cabello (Venezuela) donde vacunaron a 30 niños. En Caracas se fundó la primera junta central de vacunación. Un organismo pionero a nivel mundial.

Desde Caracas, Salvany se dirigió a Bogotá, Lima y Buenos Aires. Balmis partió hacia La Habana y México, desde donde se dirigiría a Filipinas, Macao y China. En Asia permaneció desde febrero de 1805 hasta mediados de 1806 cuando regresó a la Península tras tres años de periplo.

Salvany es otra figura que merece reconocimiento. El periplo de Balmis alrededor del mundo es impresionante. Pero no lo es menos el de Salvany por los Andes donde permaneció cumpliendo su misión hasta su fallecimiento por tisis en 1810.

La expedición fue una gran aportación española al desarrollo científico universal. Fue la primera expedición mundial con fines sanitarios y no sólo de investigación científica. Hay que destacar que se produjo tan solo 5 años después de que se hiciesen públicos los descubrimientos de Jenner.

Desde el punto de vista científico contribuyó a crear un método aplicable en campañas preventivas, y difundió la utilidad de la vacunación junto con la importancia de la higiene, con un efecto educativo importante en la sociedad de la época. Todas las actividades se documentaban para que las juntas tuviesen la información sobre los procesos que debían aplicar. Su aplicación exclusivamente a niños ayudó, a medio plazo, a conseguir la inmunidad frente a la viruela que finalmente se consideró erradicada en 1978.

La expedición de Balmis, recordada hace unos años con motivo de su bicentenario ha dado lugar a multitud de trabajos de corte académico. Para el gran público nos permitimos referenciar las siguientes novelas:

Arteaga, Almudena de. Angeles custodios. Ediciones B.

Neveo, Javier. Los niños de la vacuna. Editorial Pirineo.

Solar, María. Los niños de la viruela: la expedición Balmis. Anaya.

Villanueva, Antonio. Los héroes olvidados. Roca Editorial.

En 2016, TVE produjo una película con el título “22 almas” que narra la expedición filantrópica de la vacuna.



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