El político conservador neerlandés Mark Rutte será el próximo secretario general de la OTAN, en sustitución del noruego Jens Stoltenberg. No ha habido sorpresas en la elección del nuevo líder que encabezará la Alianza, a partir del 1 de octubre, en un momento clave para la organización.
La guerra en Ucrania, y la consiguiente respuesta de los aliados de la OTAN ante el ataque ruso, ha dado oxígeno a la organización, a la que se han sumado las hasta ahora reticentes Finlandia y Suecia, tras un periodo difícil en el que incluso se llegó a poner en duda la continuidad de su máximo contribuyente, Estados Unidos.
El presidente de Francia, Manuel Macron, llegó a diagnosticarle de “muerte cerebral” por futuro que auguraba a la Alianza Atlántica en 2019. En aquel entonces, la llegada de Donald Trump, en 2017, a la presidencia del país norteamericano ya había levantado el temor, aventado por él mismo, a que su país la abandonase. En unos meses, Trump podría volver a ocupar de nuevo la Casa Blanca, y los interrogantes regresarán con él si así ocurre. Con la diferencia de que los países miembros, ahora sí, llevan camino de cumplir con el compromiso de alcanzar un gasto en defensa equivalente al 2% de sus respectivos PIB. Este objetivo, apuntado por la organización en 2014 para este 2024, estaba muy lejos de cumplirse antes de que el Kremlin comenzase la invasión de Ucrania. Ahora tampoco se va a cumplir del todo en el plazo señalado para cada uno de los países, pero sí se tiende con mucha más fuerza a lograrlo en unos años más.
Este es el nuevo contexto al que llegará Rutte al liderazgo de la OTAN, tras una experiencia de gestión de 13 años como primer ministro de Países Bajos y con el respaldo de los 32 miembros de la organización. Algunos de ellos, los del sur de la Unión Europea, recuerdan el látigo de frugalidad que Rutte mantuvo durante años con la mirada puesta en las orillas del Mediterráneo. España es uno de los países al que el mandatario, admirador de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, señaló en su afán de recortes. “Haremos lo que podamos”, respondió a un camionero que en plena negociación sobre los fondos de recuperación poscovid 19 le espetó: “Ni un euro para los españoles”.
Ahora, en cambio, ocupará un sillón en el que lo que más se escucha es la necesidad de incrementar los gastos. Trump llegó a afirmar que, si vuelve a ser presidente, animaría a Rusia a hacer lo que quisiera con los países de la Alianza que aún no han llegado al señalado 2%.
“Es una responsabilidad”, ha dicho Rutte sobre su designación. Y desde luego lo es más ahora. “La Alianza es y seguirá siendo la piedra angular de nuestra seguridad colectiva”, ha añadido, y sus palabras suenan con más sentido que si hubieran sido pronunciadas hace unos años, antes de que saltasen las costuras de la seguridad en Europa, a cuenta de la guerra en Ucrania. Y antes también de que las tensiones entre Israel y Palestina adquiriesen el nivel máximo que ahora han alcanzado, y que podría extenderse en la región. A todo ello se suma una amenaza que aún puede ser mayor para la Alianza: la de China y su posible invasión de Taiwan, además del estrés que el gigante asiático produce entre muchos de sus vecinos, a cuenta en buena medida de su política expansionista.
“Mark es un verdadero transatlántico, un líder fuerte y un creador de consenso”, ha afirmado Stoltenberg. “Le deseo mucho éxito mientras continuamos fortaleciendo la OTAN. Sé que dejo a la OTAN en buenas manos", ha añadido en el mensaje que ha escrito sobre su sustituto en las redes sociales.
“Agradezco a todos los Aliados por depositar su confianza en mí. Espero asumir el cargo con gran vigor en octubre”. Ese vigor le deberá acompañar para que este graduado en Historia de los Países Bajos pueda navegar con solvencia al frente de una OTAN que vive, en plena tormenta, un momento crucial de su propia historia.