Las iniciativas que Europa lleva desarrollando desde 2016 para consolidar una estrategia militar común, especialmente la creación de un milmillonario fondo europeo de defensa para financiar la investigación y la mejora de capacidades, no acaban de gustar a la administración del presidente estadounidense Donald Trump. El mandatario norteamericano llegó hace dos años al cargo con serias advertencias de liquidar incluso la OTAN si Europa no se comprometía más en su propia defensa y dejaba de depender tanto de Estados Unidos. Sin embargo, el camino emprendido por el viejo continente, que efectivamente pasa por una dedicación de mayores esfuerzos a su defensa, como exhortaba Trump, tiene una vertiente indeseada para Estados Unidos: una mayor independencia industrial.
El denominado Fondo Europeo de Defensa, al que la Comisión Europea quiere destinar 13.000 millones de euros entre los años 2021 y 2027, al igual que otras iniciativas ya en marcha, como la Cooperación Estructurada Permanente (Pesco), alientan el desarrollo de nuevos equipos de factura principalmente europea, lo que lleva a Estados Unidos a temer la pérdida de clientes en esta geografía.
En este contexto, Washington ha advertido por escrito a la Unión Europea que su proyecto puede fracturar las décadas de cooperación militar, incluida la industrial, que se han mantenido a ambos lados del Atlántico. El diario El País ha accedido al texto de una carta enviada el pasado 1 de mayo por Estados Unidos a Bruselas en la que se cargan las tintas incluso con amenazas de posibles represalias tanto políticas como incluso comerciales si la Unión Europea limita la entrada de EE UU en sus nuevos proyectos de defensa.
La misiva, firmada por la subsecretaria estadounidense de Defensa, Ellen Lord, y dirigida a la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, muestra que Estados Unidos “está profundamente preocupado con la aprobación del Reglamento del Fondo Europeo de Defensa y con las condiciones generales de la Pesco”. Según afirma, la estrategia europea conduce a una “dispersión de los escasos recursos de defensa y una competencia innecesaria entre la OTAN y la UE”.
El texto incluye una velada amenaza a las empresas europeas, que podrían acabar obligadas a elegir entre el mercado de la UE o el de Estados Unidos (mucho mayor) para seguir operando. Entre los años 2011 y 2015, según fuentes comunitarias citadas por el periódico, las empresas estadounidenses se llevaron el 81 por ciento del valor de los contratos de defensa en Europa, frente a un exiguo 19 por ciento de las del propio continente.