Leo y releo las cifras y los distintos tomos de los Presupuestos Generales del Estado para 2016 y, en lo que afecta a Defensa, me encuentro con lo de siempre. El orden de prioridad es bajísimo. Tanto si lo aproximamos por el montante del presupuesto inicial -5.787,9 millones de euros- como si lo hacemos por su crecimiento, la defensa se encuentra en los peldaños más bajos de las prioridades de las políticas de Estado. La previsión de crecimiento del PIB para 2014 es del 4%, mientras que el presupuesto inicial de Defensa crece entre 2015 y 2016 un 0,35%, es decir, 11 veces menos. Si unimos al presupuesto inicial la parte correspondiente a los Organismos Autónomos (OOAA) dependientes del Ministerio de Defensa -1.111,1 millones de euros-, el crecimiento es del 0,66%, lo que supone seis veces menos que el crecimiento del PIB. En definitiva, el retrato actual sería que el gasto en defensa respecto del PIB en 2016 supone el 0,5%, o si se incluyen los OOAA, el 0,6%.
No tiene mucho sentido incidir en los acuerdos alcanzados en el seno de la OTAN acerca del objetivo del 2% del PIB para dentro de unos años. Tampoco parece factible que con los 404 millones destinados a inversiones se pueda satisfacer el montante total de los pagos a las empresas del sector que debe realizar el Ministerio –que en su total multiplican por tres esa cifra-. Quizá tampoco sea relevante incidir, por enésima vez, en que es absolutamente necesario por diversos motivos que se incluyan en el presupuesto inicial las cifras reales de gasto en las operaciones internacionales en que participan las FAS. Entre las restricciones que impone el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas y los deseos del Ministerio de Defensa existe un abismo casi insalvable. Si a ello se une la falta de voluntad política –por lo que tiene de coste electoral- por aflorar las cifras de gasto real sobre el gasto que efectivamente se va a realizar y que se conocen con un importante grado de certidumbre en estos momentos, nos encontramos con unos presupuestos de defensa poco reales, como ya sabemos desde hace bastantes años.
Por otra parte, las necesidades, las actuaciones previstas y los datos no se compadecen. Para ser totalmente sinceros, volviendo a leer los objetivos de los presupuestos de 2015 y comparándolos con los de 2016, vuelve a ser más de lo mismo, pero lamentablemente también con recursos exiguos. Los objetivos planteados son realmente ambiciosos, pero carentes de recursos adicionales que supongan algún impulso sustancial a lo que ya hay. Algunos de estos objetivos son: las mejoras relativas al personal –captación, selección, formación,…-; las mejoras en la gestión y el adiestramiento; la consolidación de la vocación internacional –un deseo necesario pero con una aportación inicial en operaciones internacionales de 14,3 millones-; la seguridad y el bienestar de los ciudadanos en caso de catástrofes; el desarrollo de la cultura de seguridad y defensa –que se lleva desarrollando muchos años y que no muestra resultados satisfactorios-; la conciliación de la vida profesional y familiar; un mayor nivel de preparación y alto grado de disponibilidad –lo cual, como cabe intuir, debe ser una de las piedras sobre las cuales se sustente todo el sistema y, posiblemente, también una de las más demandantes de recursos-; la continuación del desarrollo de los Programas Especiales de Modernización –de nuevo sin incluir en los presupuestos iniciales el coste total a satisfacer en 2016-; la continuación de las actuaciones para sostener los sistemas CIS; el apoyo a la internacionalización de la industria de defensa; la potenciación de los sistemas de información y gestión del Plan de Racionalización y Utilización Eficiente del Patrimonio Inmobiliario del Ministerio de Defensa; el impulso de medidas de ahorro energético y desarrollo sostenible; y la asunción de nuevas obligaciones en la PECSD y una contribución efectiva en la OTAN y la OSCE[i].
Si en años anteriores ya se puso de manifiesto que las capacidades operativas se tenían que reducir muy sustancialmente debido a las importantes restricciones presupuestarias, el año 2016 no será más que una continuación de lo anterior. Éste es realmente el aspecto más importante. Obviamente, no se puede hacer lo mismo con menos recursos y, apelar a la eficiencia y la eficacia está muy bien, pero tiene su límite. Desde 2008 la reducción presupuestaria ha dejado múltiples cicatrices de difícil curación. Es necesario replantearse el horizonte al cual se desea ir, pero poniendo las cifras claras sobre la mesa y ajustando deseos y realidades. Es una necesidad perentoria, que además favorece la gestión eficiente.
[i] La exposición resumida de los objetivos puede consultarse en: Presentación del Proyecto de Presupuestos Generales del Estado. 2016. MINHAP. Págs. 117-124. Disponible en www.minhap.gob.es
El desarrollo completo y las cifras detalladas se encuentran en: Presupuesto por Programas y Memoria de Objetivos. Tomo IV. Sección 14. Disponible en http://www.sepg.pap.minhap.gob.es/Presup/PGE2016Proyecto/MaestroTomos/PGE-ROM/doc/L_16_A_G4.PDF