Oriente Próximo vive en la actualidad una situación muy compleja con consecuencias de efecto dominó, desde el punto de vista de los asuntos estratégicos de seguridad. En entornos de conflicto, donde intervienen las grandes potencias, la diplomacia de los Estados que forman parte del tablero de juego, reflejo de su poder y ambición política, va de la mano de las carteras comerciales de Defensa.
Hoy es un escenario donde confluyen numerosos actores e intereses, con agendas propias y con una involucración en una serie de conflictos que afectan tanto a su territorio como a su frontera avanzada, que es aquella que alcanza los intereses regionales. El dato de que Arabia Saudí ocupa la tercera posición del gasto global militar, con una cifra que alcanza los 70.000 millones de dólares, es sólo una de sus manifestaciones. El objetivo de este análisis es ofrecer unas claves que ayuden a su comprensión.
Podemos afirmar que la región sufre las consecuencias de dos efectos dominós: uno, el provocado por las primaveras árabes, cuyas consecuencias no positivas afectaron a la política interior y al desmoronamiento de numerosos Estados; y otro, a causa del post conflicto iraquí, cuya máxima expresión es el Estado Islámico (ISIS). Ambas coinciden en Siria. Como la historia debe ser tenida muy en cuenta en el análisis geopolítico, así como la identidad cultural de los pueblos, la división arbitraria que dio origen a Siria, Yemen o Libia, es parte de las consecuencias del derrumbe del imperio otomano, y son en la actualidad zonas calientes de muy difícil solución.
Libia es una propiedad repartida por facciones y grupos, donde lo que parece que lo único que funciona es su banco central y todas las estructuras necesarias para asegurar la industria del petróleo, fuente de financiación de todo aquel que tenga expectativas de supervivencia política. Siria son varias guerras dentro de una misma guerra. Ha pasado de ser un cuadro de arte contemporáneo con múltiples brochazos, cada bando con su gama de color, a ser un cuadro minimalista, donde se ve con más claridad quién gobierna y dónde. Al-Asad ya está consolidado y Rusia e Irán cuentan ya con un terreno preparado para consolidar sus intereses, entre los que se encuentra asegurar el acceso al Mediterráneo.
Yemen, en guerra civil desde 2015, demuestra que cuenta con un terreno abrupto y una población que no son fáciles de doblegar, como quedó señalado en el diseño de sus fronteras, con una única línea recta en el este. Junto a Siria y sur de Líbano, es aquí donde el apoyo iraní configura su tripe presencia, influencia que crece en la intensidad de los conflictos. Egipto, por su parte, sufre numerosos problemas en su política interna, especialmente en la península del Sinaí, y no es capaz de desarrollar liderazgo.
Los intereses de seguridad de Israel requieren de una sólida agenda diplomática con todos los actores involucrados, no ya con Estados Unidos, sino sobre todo con Turquía, Rusia y Arabia Saudí, y de mantener la vanguardia tecnológica en todos los dominios. Necesita mantener una frontera estable con Siria y que los grupos yihadistas presentes en la guerra no tengan acceso a la capacidad NRBQ. Va a hacer todo lo posible por evitar el fortalecimiento o atrincheramiento de las milicias de Hizbolá en el noroeste, lo que incluye neutralizar todo tipo de abastecimiento logístico de equipos y armas procedente de Irán. Las recientes acciones por parte de la fuerza aérea contra objetivos más allá de la frontera de los Altos del Golán responden a este criterio preventivo. Se trata de sistemas sofisticados para transformar los actuales cohetes artesanos en una capacidad misilística tierra-aire y en una amenaza antiaérea con riesgos considerables.
Irán mantiene su deseo de ser la potencia regional y logrará una influencia directamente proporcional a la que pueda alcanzar su programa de misiles. Alternando una diplomacia que ha sabido aprovechar los límites de acuerdos y las sanciones, parece que cuenta con acta de libertad de actuación en los conflictos anteriormente mencionados. Su potencial inversor es evidente y sabe que es un mercado que asegura crecimiento y retornos, especialmente para infraestructuras y grandes obras públicas.
El efecto que se ha dado en Arabia Saudí ha llamado la atención porque ha logrado unir a antiguos rivales. Mantener la estabilidad dentro y fuera de las fronteras es necesario para asegurar la supervivencia de las monarquías suníes. La proyección exterior de Emiratos es significativa.
El anuncio de la salida de las tropas de Siria y el traslado de la embajada a Jerusalén son dos movimientos que expresan los planes de Estados Unidos en la región. Sus prioridades estratégicas han cambiado y demuestran que la prioridad ha pasado de ser de combatir al terrorismo a contener a China, la única potencia que no se desgasta en Oriente Próximo. Rusia, caso paradigmático 'frienemy', gracias a su contribución diplomática y militar, saldrá beneficiada pues mantiene agendas paralelas con Turquía, Israel e Irán, y es quien puede organizar una ronda de consultas en Astaná.
Las decisiones de Tayyip Erdogan nos afectan porque el régimen turco es aliado de la OTAN -cuyo artículo 5 sigue vigente-, porque es puente comercial y migratorio, y porque comparte frontera con la guerra de Siria. Todo apunta a que el conflicto con los kurdos -fuerza decisiva contra el ISIS- se incrementará. Lo que ocurra con Turquía llegará a España y lo que pase en Mediterráneo nos afectará en el medio plazo. Este es nuestro “efecto dominó” más delicado.
La industria de Defensa europea tiene todavía posibilidades en la región. La Unión Europea prioriza los intereses económicos y no tiene capacidad de actuación geopolítica. Este impulso a favor de las oportunidades comerciales choca con presiones mediáticas y alcanza situaciones paradójicas como el caso de Alemania, que instó a sus socios europeos a dejar de exportar armas a Arabia Saudí, una situación que será aprovechada, evidentemente, por una oferta necesitada de crecimiento en el sector terrestre, aeroespacial o naval.
La perspectiva misilística es válida para comprender la influencia diplomática real, las capacidades estratégicas deseadas -caso de Irán- y las posibilidades de los mercados de Defensa, y es lo único que, por su impacto y alcance, reconduce el efecto dominó. Las ofertas planteadas y los clientes logrados por parte de sistemas rusos (S-300/S-400) y norteamericanos (Patriot) dan una perfecta muestra de ello.