El analista del Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI) Malcolm Davis ha reabierto el debate en torno a la posible adquisición de un nuevo portaaviones por parte de Canberra. Animado por el anuncio japonés de transformar sus destructores de la clase Izumo para que puedan transportar cazas F-35B, el experto australiano ha explicado que la estrategia de defensa que se marque su país para el periodo 2020-2021 en un nuevo libro blanco debería incluir “un enfoque renovado en la proyección de potencia y ataque de largo alcance, que un portaviones o embarcaciones similares pueden llenar perfectamente”.
Davis, que ha explicado su postura a Defence Connect, cita el caso japonés, del que Infodefensa.com ha venido informando en los últimos meses. Tokio ha abandonado su tradicional recelo al desarrollo de este tipo de buques de ataque, mantenido desde la Segunda Guerra Mundial, y ha anunciado su intención de remodelar sus dos buques destructores portahelicópteros Izumo para que puedan operar con aviones, en gran medida para hacer frente a China, con la que mantiene una disputa a cuenta de un grupo de islas del mar Pacífico denominadas Senkaku por los japoneses, y Diaoyu por los chinos.
Los buques LHD de la clase Canberra con los que cuenta Australia, sin embargo, necesitarían de una reforma mucho más profunda que los Izumo para poder operar con aviones F-35B, que son los que Japón pretende para sus futuros portaaviones. De ahí que la opción australiana, que ya lleva tiempo en discusión, pasa por la compra de un tercer buque LHD, pero preparado para operar con aviones. Se trata de una solución similar a la adoptada por Turquía en su buque en construcción TCG Anadolu, que como en el caso de los Canberra también está basado en el Juan Carlos I español, aunque, como este último, sí está pensado para proyectar aviones de combate.
Davis recuerda en este punto que el acuerdo de compra comprometido por Australia de aviones F-35 de la variante A también contempla la posible adquisición de hasta 28 F-35B como parte de una siguiente fase del proyecto ampliado. Si Canberra se decidiese por el encargo de un portaaviones, debería remodelar su flota de escoltas, a la que tendría que incorporar algunas unidades más, advierte Davis.