Reformar, optimizar..., pero evitemos "La Sorpresa Estratégica"
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Reformar, optimizar..., pero evitemos "La Sorpresa Estratégica"

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(Infodefensa.com) Por José A. Fernández Demaría (1) – La situación económica, no solo de España sino también de sus aliados, obliga a concentrarse en lo esencial. La escasez de recursos económicos no puede hacer olvidar la inestabilidad en que vivimos y el hecho de que pudieran producirse situaciones de riesgo, ante las cuales nuestro país podría estar obligado a actuar en defensa de sus intereses o a contribuir a la defensa del interés común con nuestros aliados.

En breve, será firmada por el Presidente del Gobierno una nueva Directiva de Defensa, un documento de gran importancia, pues marca la estrategia política de defensa, trata de identificar las áreas de riesgo o interés para la seguridad y lo hace en el contexto de nuestras alianzas y de las organizaciones internacionales a las que pertenecemos. Es el punto de inicio del planeamiento, entre otras, de las capacidades militares que deben estar al servicio de nuestra defensa y, por ende, de nuestra libertad y seguridad.

Probablemente el documento será más Atlantista que la anterior directiva, reconociendo así la importancia del vínculo transatlántico y reflejando, quizás, los nuevos aspectos, riesgos e implicaciones para la seguridad que se reconocen en el Concepto Estratégico de la Alianza Atlántica, que se aprobó en Lisboa en noviembre de 2010.

Así, la evolución desde la protección del territorio hasta la protección de los intereses y por ello de las personas (dentro y fuera de la Alianza) es muy probable se refleje de alguna forma en la nueva directiva.

Actualmente, la crisis económica parece centrar el día a día de la actividad política, pero otros aspectos muy importantes para la seguridad continúan evolucionando y pueden pasar a un primer plano en cortos espacios de tiempo. La disponibilidad de las capacidades de defensa, dentro de la acción global del Estado, del conjunto de la Unión Europea y de los países que forman la Alianza Atlántica y sus socios no puede descuidarse. Su deterioro podría facilitar el deterioro de la situación en su conjunto.

La forma y velocidad con las que el contexto exterior está evolucionando requiere atención permanente y una continua evaluación sobre si la capacidad de la defensa está adecuada a la evolución de dicho contexto. Este proceso debe ser anticipativo mejor que reactivo, ya que el desarrollo de capacidades precisa “tiempo”.

La realidad es que pertenecemos a un mundo interconectado en el que, especialmente hoy en día, la amenaza de cualquier acción con impacto económico o financiero produce inestabilidad económica, de seguridad y por ende, política.

En nuestro contexto cercano o en aquel que tendría influencia decisiva en nuestros intereses y forma de vida, hay guerra o riesgo de haberla en África central y oriental, en Sudan, en el oriente medio y en Afganistán y Pakistán; y los resultados de la llamada “primavera árabe” son aún inciertos en muchas otras zonas.

Los países emergentes y su potencia económica tratan de tener influencia en Asia y África aunque solo sea por la necesidad de acceso a los minerales escasos y absolutamente necesarios que se encuentran en ellos. Algunos de esos países emergentes se han abierto “económicamente” al mundo pero no lo han hecho “políticamente” y ello conlleva incertidumbre y tensión pues, al igual que los países europeos y los EE.UU., compiten por el acceso a los recursos.

Especialmente en el Magreb y en el área sub-sahariana el crecimiento de la población es de enormes dimensiones. Las estimaciones manejadas por los grupos de expertos que trabajaron bajo mi dirección en el proyecto de Futuros Múltiples del Mando Aliado para la Transformación, estimaban que de los 82 millones de población de 2005, se pasaría a una cifra cercana a 110 millones en 2030. Sería necio no darse cuenta de que simplemente ese dato, en unión con los factores de inestabilidad e incertidumbre, tiene unas grandes implicaciones para la estructura económica y social de la zona y de Europa.

Los países europeos y España con ellos, realizan grandes esfuerzos para establecer y fortalecer lazos de cooperación y desarrollo en estas áreas estratégicas. La crisis en todas las áreas mencionadas puede y debe verse como una oportunidad de alcanzar equilibrios pacíficos y de cooperación con gobiernos democráticos y respetuosos con el derecho internacional. No obstante, ningún gobierno o alianza debería asumir ser vulnerable a la sorpresa estratégica o a un giro hacia posiciones no cooperativas, si no hostiles.

En mi artículo sobre planeamiento de capacidades en tiempo de crisis, apuntaba que la contribución a mantener asegurado el acceso a los mares, el aire, el espacio y el ciber-espacio es un requisito indispensable para proteger los intereses vitales nos solo de España o sus aliados, sino de todos los países que viven o aspiran a vivir en libertad y a ejercitar el libre acceso al mercado de bienes y productos y entre ellos: “la energía”.

El 85% de toda la materia prima que se mueve en el mundo lo hace por mar y en cada momento un alto porcentaje de los buques que las transportan atraviesan estrechos o canales. Asegurar esa libertad en el mar es, por tanto, esencial para la economía global y disponer de los medios que la aseguren es obligado.

Pero ¿es la libertad de acceso a un medio independiente de los otros? Evidentemente no. Las redes informáticas aseguran el control de las mercancías, su posición, las comunicaciones y un largo etcétera.

Desde el espacio se apoyan las comunicaciones vía satélite y se obtienen imágenes fundamentales para el control de la situación. Desde el aire se provee seguridad a la superficie, se obtienen imágenes y se contribuye a posibilitar el mando y control. Esos espacios comunes: marítimo, aéreo, espacial y cibernético son interdependientes y todos igual de importantes para asegurar la libertad de acceso.

La obtención o mantenimiento de una determinada capacidad militar deberá obtenerse o mantenerse, en función de la prioridad del requisito. Este requisito debería ser siempre la consecuencia de una voluntad o estrategia política que, enfrentada a un posible conflicto, desea disponer de dicha capacidad militar para su eventual utilización en la resolución o contribución a la resolución, del problema.

Personalmente no encuentro justificación mayor para el mantenimiento y desarrollo de la capacidad de defensa de nuestro país y de nuestra contribución a la de la Alianza Atlántica y la U.E. que la derivada de la responsabilidad de la protección a las personas, de nuestro territorio, de nuestra libertad y del derecho a la utilización de los mares, el aire, el espacio y el ciber-espacio.

Tradicionalmente, cuando se hablaba (militarmente) de escenarios exteriores se hablaba casi exclusivamente de capacidad de proyección de fuerza, pero considero este un concepto obsoleto o al menos incompleto. La aplicación de fuerza a distancia y con precisión ya no es una capacidad exclusiva de los países desarrollados. Las armas de medio y largo alcance con capacidad destructiva suficiente para colapsar el tráfico de recursos y mercancías y de poder dificultar e incluso impedir operaciones de evacuación y de apoyo al combate, se muestran cada día en las noticias como disponibles en estados menos desarrollados o al alcance de organizaciones terroristas.

Un resultado adverso de la evolución de nuestro contexto exterior podría llevarnos a tener que hacer frente a:

- Cómo proteger a la población en el exterior.

- Cómo proteger el flujo de recursos vitales.

- Cómo lograr la disuasión mediante una fuerza creíble y una adecuada capacidad de mando y control.

- Cómo protegernos ante lanzamiento de misiles balísticos de medio y largo alcance.

- Cómo proteger las comunicaciones ante la amenaza de capacidades enemigas contra nuestros satélites y en el ciber-espacio.

Pues bien ¿cómo asegurar que disponemos de la capacidad que nos permitiera afrontar con éxito esos retos en un contexto económico tan complicado? En mi opinión es necesario tener una visión clara y tender a ella sin desmayo. Algunas veces será lentamente o con medidas difíciles, otras rápida y fácilmente, pero siempre manteniendo un objetivo estratégico para cada elemento de las fuerzas armadas, su conjunto y su integración en la acción global del Estado.

Aunque es difícil en cortas líneas ser más concreto, no dejaría de recomendar:

- No abandonar nuestras capacidades “de fuerza”, su logística y su capacidad de despliegue, adecuarlas a la misión esperada, asegurar su interoperabilidad con los medios de los aliados y abandonar medios no interoperables.

- Establecer y contribuir al establecimiento en la Alianza, de sistemas de mando y control ágiles, adaptables y con capacidad de decisión al nivel más apropiado, incluyendo los escalones inferiores si fuera necesario por la situación táctica.

- Optimizar mediante integración el entramado de apoyo especialmente en áreas de personal, escuelas y academias y asegurar que obtenemos oficiales, suboficiales y personal de tropa con un alto nivel técnico, cultural, moral y dotado de la necesaria motivación. A pesar de la importancia que siempre se ha dado a los temas de personal, la formación y el adiestramiento, quizás sea este el lugar donde la reforma de las estructuras, la aplicación de los recursos, y por ende el gasto, pueda resultar en importantes ahorros y en una mayor eficiencia de los recursos disponibles.

(1) José A. Fernández Demaría es General de Brigada del Ejército del Aire actualmente en la reserva. Fue jefe de la División de Planes Estratégicos y Política (SPP) del Mando Aliado para la Transformación y Sub-Director de Programas del MALOG del E.A.



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