La reciente cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia nos ha dejado un paquete de comunicados sobre diferentes aspectos de la seguridad. Se trata de ocho documentos, entre los que destaca un comunicado final extenso con hasta 139 puntos, así como otros relacionados con seguridad trasatlántica, relaciones con Georgia y Ucrania, declaraciones sobre Afganistán y ciberdefensa y, por último, pero no menos significativo, un documento para incrementar la “resiliencia”, un concepto que cada vez se oye más y que entendemos como el compromiso moral de las sociedades occidentales para afrontar los riesgos a su seguridad.
La cumbre se ha planteado como la más importante desde el final de la guerra fría y muestra del compromiso solidario de los aliados con la seguridad global. Sin embargo, a nuestro juicio, se han reflejado las divergencias entre las preferencias individuales de los aliados y sus diferentes percepciones de las amenazas.
Básicamente son tres las líneas de acción que se plantean en términos de amenazas: Rusia, el terrorismo islámico y la seguridad en el Mediterráneo y el Norte de África.
Las respuestas a estas amenazas se plantean con diferentes niveles de esfuerzo. En relación con la que podríamos considerar como amenaza convencional, la rusa, las visiones son diferentes. Mientras los países del centro y este de Europa, y también los nórdicos, la consideran la principal amenaza, otros países, sobre todo Francia o Alemania, se han cuidado mucho en señalarla demasiado.
La validación del concepto VJTF y el anuncio del despliegue de cuatro batallones en Polonia y los Países Bálticos, junto con la mayor presencia naval en el mar Negro, son la muestra del compromiso a través de presencia adelantada con un nivel de fuerzas reducido pero que pretende mostrar la determinación aliada para reaccionar en caso necesario.
En relación con la amenaza del terrorismo islámico se menciona la aportación de “capacidades a medida”. El despliegue de la flota de Awacs, el refuerzo de las capacidades de inteligencia y la cooperación en este campo y la insistencia en la importancia de la ciberdefensa son las medidas más significativas. Mientras los occidentales prestamos asesoramiento y entrenamiento, se deja en manos de las fuerzas locales en cada escenario el enfrentamiento directo con el Daesh.
En el Mediterráneo, el comunicado y sobre todo el documento de seguridad trasatlántica, muestran que, como se había anunciado en cumbres anteriores, la Unión Europea debe asumir mayores compromisos tanto de cara al problema migratorio como hacia la seguridad en el norte de África. Algo que también está presente en el documento presentado por la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, en el mes de junio con el título Shared visión, commonaction: a stronger Europe.
En el ámbito de las inversiones el comunicado final se felicita por la mejora de los niveles de inversión. Ciertamente la caída de los presupuestos de defensa parece que ha frenado. Pero se mantiene la excesiva dependencia de Estados Unidos que sigue aportando el 70% de las inversiones totales. Algo que hay que reducir y que cada vez está más en cuestión desde los propios Estados Unidos. De los cuatro países que invierten por encima del 2% de su PIB en defensa, Grecia está en una situación política y económica ciertamente complicada que limita su capacidad militar. La aportación de Estonia, loable en términos de esfuerzo, es limitada en términos militares.
El Reino Unido, tras el Brexit puede tener dificultades en mantener ese nivel de esfuerzo en función de la solución que se ofrezca a su salida de la Unión. Solo queda Polonia como caso en el que el nivel de esfuerzo en defensa es compatible con su nivel de compromiso político aunque sus Fuerzas Armadas presentan algunos problemas estructurales que tardarán un tiempo en resolverse.
El resto de países, especialmente Francia y Alemania, han revertido la tendencia de disminución de inversiones, pero esta tendencia puede nuevamente invertirse si a medio plazo surge una nueva crisis económica a nivel europeo, como consecuencia del Brexit, cuyo efecto sobre la economía europea parece indudable.
La situación macroeconómica europea afecta especialmente a los países del flanco sur, especialmente Italia y España. Su esfuerzo en defensa está ligado estrechamente a ese factor.
España ha realizado un importante esfuerzo en su contribución a las capacidades de la Alianza. El protagonismo español ha sido relevante en la validación del concepto VJTF, tanto en capacidades de mando y control y apoyo logístico como en la aportación de efectivos. Igualmente notable es la presencia en organizaciones navales o en la policía aérea del Báltico. En el Mediterráneo y norte de África es muy relevante la presencia militar española. Sin embargo, la continuidad en el tiempo del esfuerzo militar español está condicionada a la aportación de recursos financieros suficientes.
España está también muy involucrada en otra de las capacidades sobre las que se basa la capacidad de disuasión de la Alianza, como es la de defensa contra misiles balísticos (BMD). No solo por acoger en Rota a los destructores de la US Navy, sino porque cuenta con capacidades militares que permitirían asumir un protagonismo más activo en esta capacidad si se dispusiese de recursos. Es significativo que los presidentes Obama y Rajoy hiciesen referencia a la capacidad BMD durante la visita a España del primero y que su agenda mantuviese la visita a Rota. El futuro papel español en el campo BMD depende no solo de capacidad militar sino de disponibilidad de recursos.
Por otra parte, las referencias a la industria han sido breves pero significativas especialmente en la declaración conjunta de los presidentes del Consejo y la Comisión y del secretario general, que incluye una referencia a una industria de defensa más fuerte. Las medidas concretas para el desarrollo de este objetivo político se presentarán a finales de diciembre.
La necesidad de reforzar la industria y de realizar inversiones adicionales en capacidades militares está también presente en el documento titulado Commitment to enhanceresilience. Traducimos aquí el término no tanto en su acepción de “elasticidad” sino de “fuerza moral”. A nuestro juicio esta es la pieza clave, puesto que si las sociedades occidentales no están imbuidas de esa fuerza moral no será posible actuar de forma común, realizando un esfuerzo solidario y acorde a los retos que se afrontan. Para eso hará falta mayor determinación y liderazgo político.