De acuerdo con el balance 2015 presentado hace unas semanas por Tedae el volumen de facturación de sus empresas asociadas alcanzó los 9.700 millones de euros, lo que representa un 0,9% del PIB nacional y el 5,8% del PIB industrial. De esa cifra el 83% procede del mercado exterior, lo que demuestra la dinámica y el nivel competitivo que ha alcanzado nuestra industria. Según datos de la Secretaría de Estado de Comercio, en 2014 dos tercios de las exportaciones de las empresas españolas de defensa tuvieron como destino países de la OTAN. Siguiendo esa misma fuente oficial, los datos de autorizaciones de la Jimddu se han multiplicado por 3,5 entre 2008 y 2014. Los datos disponibles del primer semestre de 2015 presentan un incremento de un 25% de las autorizaciones aunque se produce una mayor dependencia de otros mercados no OTAN, especialmente en países de Oriente Medio y Asia.
Si como algunos expertos manifiestan, las exportaciones generan riqueza por un factor multiplicador de 1,3, las exportaciones de las empresas de Tedae habrían generado actividad económica en España por un valor superior a los 10.000 millones de euros. La creación de 4.000 nuevos puestos de trabajo en 2015, tal y como se indica desde Tedae, es una muestra de los beneficios que produce este incremento de actividad.
En el mercado exterior las industrias de defensa se enfrentan a una competencia creciente, debido fundamentalmente a dos factores: la tendencia en algunos países a favorecer industrias domésticas y el papel creciente de empresas no occidentales en algunas zonas.
En relación con el primer factor el nivel de nacionalización, entendido como el porcentaje dedicado a la obtención de sistemas a través de proveedores internos, se ha incrementado entre 2010 y 2015. Países como India o Corea del Sur que eran mercados tradicionales de empresas extranjeras han alcanzado un reparto 50-50. Se busca compaginar el suministro de bienes y productos de defensa con la potenciación de la industrialización interna. Algo que ya hicimos en España durante las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo.
El ejemplo español puede ser un modelo de cómo se pueden aprovechar las inversiones de defensa para satisfacer necesidades estratégicas (militares e industriales) al mismo tiempo que se obtienen beneficios tecnológicos y económicos para el desarrollo del país. Otro ejemplo más reciente puede ser el de Turquía que muestra como el establecimiento de políticas adecuadas a largo plazo produce efectos beneficiosos para el desarrollo industrial y la capacitación militar.
El ejemplo turco, cuya presencia industrial en la edición de Satory 2016 ha sido notable, muestra también el incremento de la presencia de terceros en un mercado que tradicionalmente estaba dominado por empresas occidentales.
El mercado mundial de Defensa en 2015 ha alcanzado un total de 65.000 millones de dólares, con un incremento de un 10% sobre el año 2014. Las empresas norteamericanas se reparten el 45% del total, mientras que las de la Unión Europea obtienen el 14%. El 41% restante se distribuye entre empresas de otros países, donde aparecen nuevos actores. Fundamentalmente Rusia y China, que centran sus inversiones en el mercado interior, pero obtienen ingresos por exportaciones a países con exigencias tecnológicas reducidas o en aquellos que están vetados por occidente.
La tendencia es que en los próximos años se verá un incremento de la actividad exportadora de estos nuevos actores con una competencia cada vez mayor. Este posible exceso de oferta presentará sin duda mayores dificultades para mantener las cifras de exportación de las empresas occidentales. Además debe tenerse en cuenta el efecto geopolítico de la menor influencia occidental, especialmente europea, en el mundo.
Así, algunos países podrían tener problemas para mantener sus industrias de defensa a medio plazo si no se produce un reequilibrio entre las cifras de exportación y las del mercado interno. En países como Francia, Alemania o Reino Unido las cifras de facturación de sus respectivas empresas de defensa se reparten casi a partes iguales entre el mercado exterior y el interno.
En otros como Italia o España la dependencia de las empresas del mercado exterior es elevada y supera el 80% como consecuencia tanto del incremento de la actividad exportadora, la buena noticia, pero también de la caída de las posibilidades de financiación de la demanda interna, la mala noticia.
Si malo era una excesiva dependencia de los clientes internos, una excesiva dependencia de la exportación en unos mercados cada vez más complejos, presenta igualmente problemas a largo plazo. Efectivamente no hay que basar el mercado exclusivamente en la demanda interna pero algo hay que hacer en el plano doméstico porque sin demanda interna no hay mercados exteriores. De ahí una de las razones a buscar un equilibrio entre exportación y mercado interno.
El apoyo a las exportaciones ha sido una de las líneas básicas de actuación del Ministerio de Defensa durante los últimos cuatro años. No tenemos datos para valorar el papel que ha jugado la Oficaex en el aumento de las exportaciones del sector, aunque las valoraciones son muy diversas. Pero de cara al establecimiento de futuras políticas cabe preguntarse si a nivel global se está actuando correctamente cuando se plantean políticas aisladas. El potente mecanismo que supone el ICEX, excluye en muchos casos, a las empresas de defensa de su ámbito de actuación. Posiblemente una política más coordinada entre las autoridades de Comercio, Exteriores y Defensa, que elimine prejuicios sobre el sector defensa, pudiera producir efectos más beneficiosos que la actuación parcial desde Defensa.
Por otro lado surge la cuestión de si el apoyo hacia el exterior es efectivo realmente si no hay contratos internos. Así, el llamamiento que se hace desde Tedae a establecer una estrategia industrial estable que ofrezca un marco regulatorio claro y que favorezca la competitividad, olvida, a nuestro juicio, la necesidad de reforzar la capacidad financiera interna.
La estrategia industrial no consiste en 'dirigir' desde la Administración sino en apoyar y establecer políticas adecuadas teniendo en cuenta el contexto global, especialmente europeo, y en proporcionar la financiación suficiente para que a través de la potenciación del mercado interno se puedan desarrollar productos competitivos. Solo a través de políticas que permitan establecer inversiones con perspectivas de futuro se podrá continuar creando puestos de trabajo y generar actividad económica que incremente la riqueza nacional.