A raíz de la reciente presentación del nuevo ministro de Defensa, Mariano González, ante la Comisión de Defensa Nacional y Orden Interno del Congreso, se ha difundido la noticia en medios especializados de que en los cinco años del gobierno de Ollanta Humala Tasso se invirtieron, aproximadamente, 8.000 millones de soles (2.070 millones de dólares) en infraestructura y equipos para las Fuerzas Armadas.
Ha llamado la atención de propios y extraños la suma señalada, al tratarse de un país que en los últimos 20 años poco o nada ha invertido en materia de equipamiento de sus Fuerzas Armadas, cuya imagen se vio seriamente afectada durante la administración que gobernó el Perú entre 1990 y 2000, debido a los escándalos de corrupción que se suscitaron por entonces.
En lo que algunos militares en retiro han catalogado como carga montón en contra de la seguridad nacional, cierto sector de la política peruana tuvo éxito en colocar como políticamente incorrecta la modernización de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú. La consecuencia evidente de tal tendencia ha sido la obsolescencia en bloque de diversos sistemas de armas que conforman la columna vertebral del sistema de defensa del país andino. Ni que decir que el epígrafe industria de la defensa era apreciado con un saludo a la bandera, de utilidad protocolar pero no pragmática. Una importante acotación ha sido plasmada en las declaraciones del congresista Pedro Olaechea, que en la reciente presentación del ministro ha recalcado que varias de las industrias que generan divisas para sus países de residencia han iniciado años atrás como resultado de programas de compensaciones offset.
Mientras tanto, los aviones, tanques, submarinos, fragatas y otros equipos militares acumulaban tierra a la espera de que alguien demuestre su utilidad, es decir, que invadan al Perú (hecho sucedido tan recientemente como en 1995, aunque hoy en día las relaciones con Ecuador no podían ser mejores) o que el extremo terrorista ponga en jaque al estado democrático, como que estuvo cerca de conseguirlo (recién liquidado a finales de los 1990).
Inicios del actual programa de modernización
Iniciado tibiamente durante el segundo gobierno de Alan García (2006-2011), el aparato estatal vuelve a recordar que un país como el Perú no es Costa Rica – lamentablemente – y que requiere de Fuerzas Armadas disuasivas y debidamente equipadas. El programa de modernización toma impulso con el siguiente gobierno, con Ollanta Humala a la cabeza, y se programan compras y actualizaciones muy relevantes para la capacidad operativa militar.
Si bien es cierto, concluye el gobierno el pasado 28 de julio con logros evidentes en el sector defensa, transportes y comunicaciones, así como en programas sociales, el plano económico tuvo un letargo notorio. La modernización de los cazas de la Fuerza Aérea del Perú se ha quedado a medias, no se ha adquirido un avión de guerra electrónica, la compra de vehículos MLRS se redujo prácticamente a la mitad, la modernización de las fragatas sigue avanzando a paso de tortuga, se ha dejado en el tintero la compra de aviones de transporte tipo Lockheed-Martin C-130J Hercules o equivalente (léase Airbus D&S A400M o Antonov An-70) y así varios otros proyectos.
Recientemente, el comandante general del Ejército del Perú, general Luis Ramos Hume, reveló que no se han llegado a comprar tanques rusos T-90S debido a su elevado costo.
Foto: Marina de Perú
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