Rusia es uno de los actores tradicionales en asuntos antárticos, junto al Reino Unido, Australia, Nueva Zelandia, Noruega, Francia y Alemania. Todos ellos tienen en común haber manifestado tempranamente interés por el continente helado.
En el caso ruso, su figura emblemática es el navegante Fabian Gottlieb von Bellingshausen, graduado en la Academia Naval de Kronstadt y almirante. Nació el 20.9.1778 en la isla de Osel, hoy conocida como Saaremaa, perteneciente en ese entonces al imperio zarista y en la actualidad a Estonia. Participó en diversos viajes de relevancia, como aquel primero de la marina rusa que dio la vuelta al mundo entre 1803 y 1806 en la embarcación Nadezhda. En 1819 fue comisionado por el zar Alejandro I con la primera misión hacia los mares del sur llegando a la Antártica con la corbeta Vostok y la nave de apoyo Mirny, donde descubrió una isla que bautizó con el nombre de Alejandro en honor al zar.
Tras larga pausa, Moscú volvió a interesarse en cuestiones antárticas. El poder bolchevique, apenas instalado en el poder, dio un paso que simbolizaba lo que vendría más adelante al fundar el Instituto de Investigaciones del Artico y Antártica. En 1946, una flotilla ballenera, encabezada por el navío Slava llegó a la Antártica. Habían pasado 125 años desde la gesta de Bellingshausen.
En 1959, la URSS ingresó al Tratado Antártico. En los años previos había puesto en marcha su Programa Antártico (PAS), cuyos pilares fueron la construcción de la base Mirny, instalada en el área descubierta por Bellingshausen y la base Vostok, en el círculo polar antártico, lo que le concedió un enorme prestigio pues cruzó el entonces llamado Hito de Inaccesibilidad. Aunque predominantemente ruso en su dirección y composición de las expediciones, el PAS reflejó un esfuerzo efectivamente pan-soviético con la participación mancomunada -colaborativa e interrepublicana- de las 15 que componían la URSS. Incluso, Tayiskistán y Estonia desarrollaron programas enteramente autónomos; quizás en el caso estonio para no violentar la imagen de Bellingshausen y, en el caso tayiko, por las investigaciones orientadas al estudio de las capacidades humanas en condiciones extremas.
El PAS tuvo como objetivos proyectar una percepción soviética de la Antártica como zona de importancia política, económica y científica, así como procurar la ocupación territorial efectiva. Incluyó la construcción de más estaciones permanentes (1961: Novolazareskaya; 1963: Molodiozhnaya; 1968: Bellingshausen; 1971: Leningradskya, cerrada en 1991, reabierta y rebautizada en 2007); 1980: Russkaya, cerrada en 1991 y reabierta en 2007; 1988: Progress, cambiada de emplazamiento en 1989. También otras de temporada (1956: Pionierskaya; 1957: Komsolomskaya; 1982: Soyuz, cerrada en 1987 y reabierta en 2007 como Druzhnaya II y 1987: Druzhnaya I).
Tras la desintegración de la URSS, las bases fueron prácticamente abandonadas por razones presupuestarias, pero fundamentalmente por el caos político en Moscú.
El interés reapareció en 2007, cuando una expedición encabezada por el científico y diputado de la Duma, Artur Chillingarov, el mismo que lideró la puesta de una bandera rusa en el lecho del polo norte en enero de 2007, junto a Nikolai Patrushev, director del servicio federal de Seguridad, organismo de inteligencia heredera de la KGB, llegó al Polo Sur procedente de Chile. Desde ese punto, Patrushev telefoneó al presidente Putin en una acción llena de simbolismo político.
También se revigorizó su programa antártico a través del Instituto de Investigaciones del Artico y Antártica. Este administra hoy seis bases permanentes, dos de temporada y dos reacondicionadas, que sirven sólo como estaciones automatizadas, no habitadas. Estas bases forman parte del sistema de monitoreo de la red de posicionamiento global, conocida como Glonass, rival del GPS y el chino Beidu. Se estima además que bien podrían encajar en una estrategia para posicionar al país de cara a la posible revisión de los tratados medioambientales en 2048 (o incluso antes).
La inyección de recursos financieros para la investigación científica ya ha dado resultados visibles. En 2013, científicos rusos perforaron el hielo hasta 3769 metros de profundidad y descubrieron un lago de agua dulce, bautizado como Vostok, de 500 mil años de antigüedad, el depósito hídrico más antiguo y puro jamás localizado. Tiene una superficie de 15.690 kilómetros cuadrados (incluso una isla), similar a la del lago siberiano Baikal. Este logro plantea la hipótesis de que en el ultra-fondo del continente haya más lagos de agua dulce, lo que cambiaría enteramente los paradigmas antárticos con los que se ha trabajado hasta ahora y que planteaban una diferencia geológica con el Artico. Se trata de un proyecto de investigación que duró 30 años y que, por lo tanto, puede considerarse como un ejemplo que ilustra las líneas de continuidad entre las políticas antárticas de la URSS y de Rusia.
Un socio muy activo de Rusia en materias antárticas es Argentina. Por ejemplo, el buque polar Vasily Golovnin fue fletado en tres oportunidades -entre 2008 y 2014- por Buenos Aires para abastecer con combustible, alimentos, equipos de investigación y otros a cinco bases argentinas (Esperanza, San Martín, Horcadas, Marambio y Jubany). Y en 2013, arrendó un avión ruso del tipo Iluyshin, conocido como supercarguero, para abastecer a la base Belgrano II.
En febrero de 2016, Rusia ofreció un sorprendente gesto. El patriarca de iglesia ortodoxa, Kiril visitó la base Bellingshausen y celebró una liturgia en el templo de la Santa Trinidad adjunta a la base.
En resumen, Rusia es un actor muy relevante en los asuntos antárticos. El futuro de su programa dependerá de esa permanente tensión entre el espíritu multilateralista presente en toda la institucionalidad antártica y esa suerte de black-letter jurídico que se avizora como resultado de varios esfuerzos nacionales por posicionarse en la Antártica. Rusia, al igual que la URSS anteriormente, observa claros criterios geopolíticos en su posicionamiento antártico. Nada distinto a la naturaleza perenne de las relaciones internacionales, que ya Tucídides describía como una permanente tensión entre el nomos y el phusis; las convenciones y acuerdos por un lado y la naturaleza de las cosas, por el otro.