Las últimas iniciativas lanzadas en el seno de la Unión Europea en materia de seguridad y defensa muestran una tendencia hacia la puesta en práctica del mecanismo de la cooperación estructurada permanente (Pesco) prevista en el artículo 42 del Tratado de la Unión. Esta tendencia parece marcar un cambio de paradigma. Por un lado se olvida el consenso a 27, muy difícil de alcanzar y que había sido uno de los obstáculos, desde luego no el único, al establecimiento de una política común en materia de seguridad y defensa. Por otro lado, plantea la aparición de una nueva corriente política más pragmática que, básicamente, haría prevalecer nuestra seguridad sobre la exportación hacia el exterior de nuestros valores democráticos.
En términos de proyección de poder o de empleo de la fuerza se primaría el llamado hardpower sobre otras herramientas. Siguiendo este nuevo paradigma el núcleo duro de los países que conformasen la cooperación estructurada permanente sobre la base de unos intereses y objetivos comunes consensuados más fácilmente entre unos pocos, promoverían un vecindario más seguro, estable y próspero (y si es posible democrático), con África como foco de atención principal. Sin olvidar la imperiosa necesidad de fortalecer el compromiso moral de las sociedades europeas para afrontar las nuevas amenazas incluyendo los movimientos disgregadores y antisistema que afectan a la estabilidad de la Unión a corto plazo.
En estas condiciones a la clásica pregunta de si la Unión en su conjunto debería centrarse en su vecindario más próximo o actuar como actor global, se encontraría una respuesta en el ámbito de la Pesco para materializar la necesaria autonomía estratégica, mientras que se mantendría una actuación global en el marco de la OTAN. Se compaginaría igualmente el dilema entre defensa e intervención, con una actitud defensiva hacia las amenazas del este dentro de la Alianza Atlántica y una política de intervención más activa en otros escenarios propiciada por los mecanismos de la Pesco.
La autonomía estratégica propugnada por Francia desde hace ya unas décadas se vería a su vez favorecida por el brexit sin que el vínculo bilateral franco-británico se vea afectado,puesto que por la vía de los acuerdos bilaterales se facilitaría un enlace para mantener la bisagra del Reino Unido en las relaciones con OTAN y Estados Unidos.
Francia, y también Alemania, estarían en el centro de una defensa europea a varias velocidades que tendría su reflejo igualmente en materia financiera e industrial. En el primer caso recordemos que el presupuesto de defensa norteamericano es casi dos veces y medio el de los países de la Unión Europea. Quitando al Reino Unido, la parte del león del presupuesto europeo lo aportan franceses y alemanes. El presidente Macron acaba de anunciar un incremento significativo del presupuesto de defensa. No sería descabellado pensar que en el acceso a los fondos europeos para el desarrollo de capacidades, este mayor esfuerzo en términos económicos y el liderazgo estratégico sean factores clave a tener en cuenta.
Desde el punto de vista industrial, la Pesco recogería el fruto de conjugar políticas nacionales establecidas con visión a largo plazo desde hace varias décadas. El gran consorcio aeronáutico europeo se conformó sobre las capacidades franco alemanas, países que mantienen el peso principal en la participación accionarial de los consorcios y por tanto están en condiciones de fijar sus prioridades estratégicas también en este ámbito. En otros sectores los movimientos más recientes apuntan a un mayor acercamiento entre las industrias de ambos países con objetivos a largo plazo similares a los que en su momento se establecieron para el sector aeronáutico.
A medio plazo el panorama industrial de defensa, tanto europeo de forma global como a nivel nacional,estará condicionado por la visión estratégica general de los países que están conformando la Pesco. Sino se tiene visión estratégica, si se carece de una idea de qué Europa se quiere y del papel que cada nación a título individual quiere jugar en el conjunto, se tendrá que seguir el ritmo que otros marquen. También a nivel industrial.