El jueves 19 de septiembre, el ahora electo presidente argentino, Alberto Fernández, se reunió con el "hermano" Evo Morales en un hotel de Santa Cruz para articularse en torno a un tema de futuro e interés generalizado, el litio. Ambos sabían que las disputas globales por este recurso marcarían a la región como pocas veces antes. Aquella cita ya es historia. Morales se asiló en México y muchos creen que los fantasmas del litio provocaron o aceleraron su caída.
Hay elementos que apuntan a la segunda opción.
El litio es un mineral crucial para el reemplazo de combustibles fósiles por electricidad en el transporte, y tres países -Bolivia, Chile y Argentina- poseen las mayores reservas mundiales. Sólo Bolivia tiene más del 30% de las reservas conocidas, y el 43% de las potenciales. Y aunque las reservas de los territorios chileno y argentino -según muchos estudios geológicos- son, por razones climáticas, de concentración del mineral y de accesibilidad, las de mejor calidad, la explotación del litio boliviano es la que está en fase de definición en este minuto. Ello confirma que el litio ha pasado a ser inherente a la vida del poder geopolítico en estas latitudes del planeta. Es lo que explica el cortejo insistente de chinos, alemanes, estadounidenses y rusos, especialmente a Evo Morales.
Un gran enigma es, en este contexto, el trasfondo del trato a que arribó Morales con la empresa alemana, Aci Systems (ACISA), a la que entregó los 21 millones de toneladas de litio que se calculan en el Salar de Uyuni. Algo oscuro -o únicamente caprichoso- se intuye allí. Y es que resulta muy extraño que, acorralado por las evidencias del fraude electoral, haya intentado descomprimir las protestas derogando tal acuerdo.
Lo poco que se sabe es que el Comité Cívico Potosinista (Comcipo) fue uno de los adversarios más temibles que tuvo Morales, y que justo en su territorio se ubica el rico salar. Comcipo rechazó la opacidad de dicho acuerdo y que Morales insistiera en que la empresa de Baden-Württemberg invertiría 1.300 millones de dólares, incluyendo su famosa formación dual, en los próximos tres años. Nadie logró dispar, por ejemplo, la nebulosa de los pagos de tributos.
Cuando Morales decide derogar el acuerdo con ACISA, ya era demasiado tarde y su suerte estaba echada. Todos los marginados de los arreglos de Morales con mineras extranjeras marchaban sobre La Paz.
Con una rentabilidad calculada de 1.200 millones anuales, es obvio suponer que la competencia por el salar de Uyuni fue más que despiadada. Los alemanes dejaron en el camino a dos rivales muy poderosos, a la rusa Rosatom Overseas y a la china Tianqi.
Con anterioridad, otra china, Xinjiang TBEA-Baocheng se había asegurado con 2.300 millones la explotación de otros dos salares, Coipasa y Pastos Grandes. Es dable suponer entonces que Evo y su entorno hayan dilatado la decisión sobre Uyuni, optando por no entregarle todo el litio a los chinos.
Luego, tras la adjudicación del litio a los alemanes, los rusos concluyeron que habían invertido demasiado en Evo. En julio lo habían invitado a Moscú con gran pompa (la segunda en menos de un año), para firmar documentos con Rosatom. Al dilatar la decisión, quizás Morales también pensó que ya había entregado mucho a los rusos. Gazprom y Rosneft habían sido autorizados previamente iniciar operaciones gasíferas, mientras que la propia Rosatom era un importante inversor en un centro de irradiación gamma en la zona de El Alto. Pero a esta última le interesa el litio. Una buena muestra, es su asociación con la canadiense Wealth Minerals para un proyecto en el salar de Atacama, Chile. Quizás eso explica que Moscú salió rápido de los embrollos domésticos, y reconoció a la nueva presidenta interina.
La reunión de Fernández y Morales estaba destinada a formar un cartel del litio. Los grandes yacimientos de aquellos tres países -Salar de Uyuni, Salar de Atacama y Salar del Hombre Muerto- forman un apetitoso triángulo, que podría transformarse en rombo próximamente si se confirman las dimensiones de Macusani en Perú.
Todos saben que la electromovilidad demandará en 2022 el doble de lo que actualmente se produce, siendo insuficiente el aporte de Australia y desde luego que el de Zimbabwe, por su frágil ambiente de seguridad.
Por estas razones, el derrumbe del aliado aymará es una mala noticia para el nuevo gobierno peronista. Cada productor deberá ahora, por sí mismo, buscar su sitial en el mercado del litio.