Acostumbrados a las broncas discusiones parlamentarias que sufrimos los ciudadanos españoles en los últimos tiempos, el debate sobre el futuro de la industria de defensa celebrado el 16 de octubre entre los representantes de los cinco partidos con implantación nacional ha sido un 'pequeño oasis', porque a pesar de las diferencias lógicas entre las posturas de los participantes ha transcurrido por unos cauces razonables, a los que lamentablemente no estamos acostumbrados.
Como dice la profesora Pérez Forniés en el informe “Ocho claves para fomentar la industria de defensa en España”, que se presentó en ese mismo debate, el sector de defensa español es también un “pequeño oasis en medio del desierto” de la desindustrialización de la economía española. Como ella misma aclaró, la desindustrialización debe entenderse en términos cualitativos, en cuanto a porcentaje de aportación de la industria al PIB español.
En ese sentido, el sector defensa ha mejorado de forma notable su aportación a la economía nacional, siendo capaz de innovar, aportar tecnología de vanguardia, generar empleo de calidad y exportar productos competitivos, contribuyendo al desarrollo económico en condiciones ciertamente complejas. Esas, entre otras, son razones suficientes para conceder el carácter estratégico a un sector que está en una encrucijada y que necesita medidas de apoyo para “no perder lo ganado en los últimos 25 años”, que ha sido mucho y bueno, aunque no siempre hayamos sido capaces de ponerlo en valor.
El carácter estratégico de la industria de defensa, que no militar, se fundamenta así sobre dos pilares: como soporte necesario para la seguridad nacional y como elemento protagonista para la reindustrialización de la economía. Unos pilares que se asientan sobre una base conformada por un aglomerado de capacidades tecnológicas, industriales y de empleo, que proporcionan al sector un nivel de competitividad razonable.
Estas premisas generales fueron la base de partida, aceptada en términos generales durante el debate de los parlamentarios presentes, para exponer sus ideas que resumimos en varias líneas generales de actuación.
En primer lugar la necesidad de establecer estrategias y políticas a largo plazo “sin demagogias”. Más allá de los matices es una premisa compartida por sus señorías. Podemos discutir un mayor o menor grado de autonomía o suficiencia en la definición de las estrategias o en establecer unas políticas con diferente carácter y nivel de intervención pública. Pero el acuerdo que se transmitió en este punto nos parece significativo, máxime cuando se plantea desde representantes políticos cuyos horizontes temporales son limitados y con posiciones ideológicas con frecuencia antagónicas y que con demasiada frecuencia se presentan como irreconciliables cuando se discuten otras políticas.
En segundo lugar, la idea de que es necesario reforzar la conciencia social de los ciudadanos españoles en relación con su seguridad y defensa. En una sociedad con bajo nivel de percepción de riesgos, es preciso incidir en que la seguridad y la defensa necesitan inversión adecuada, abandonando prejuicios y tópicos. Una inversión que finalmente redunda en beneficios, tangibles e intangibles, para la sociedad. Porque sin seguridad no hay desarrollo ni bienestar.
La conciencia social, aparece como un elemento necesario, aunque no suficiente, para actuar en la tercera de las líneas generales que no es otra que la financiación. La conciencia social es necesaria pero los niveles de financiación necesitan voluntad política. Aquí aparecieron dos ideas importantes como son la necesidad de disponer de un horizonte financiero sólido y estable y, además, diferenciar el presupuesto para política de seguridad y defensa del asignado al ministerio de defensa. Nuevamente aparecieron matices que nos parecen más relacionados con procedimientos que con el fondo de la cuestión. La posibilidad de que la industria de defensa pueda acceder a diferentes fuentes de financiación o el debate sobre una ley específica o la necesidad de un plan de dotaciones plurianual entrarían en cómo materializar el soporte financiero necesario. En este sentido, apreciamos una carencia en las intervenciones puesto que no se mencionó las oportunidades que abriría la posibilidad de acceso a los fondos de recuperación europeos.
Sin embargo hubo otra coincidencia en que el camino es Europa. También con matices pero el papel español en ese ámbito estuvo bien presente. Un factor que abre paso al cuarto eje, que no es otro que el de la internacionalización del sector. Como quedó de manifiesto la caída del mercado interno abrió paso a un esfuerzo exportador muy significativo. Es bien conocido.
La tímida recuperación de las posibilidades inversoras del ministerio de Defensa no está ni mucho menos garantizada y por eso es preciso incidir en esa vía, donde los programas colaborativos abren un campo de posibilidades importante. Para ello es preciso, como se planteó, potenciar el peso de España en las organizaciones internacionales tanto para tener influencia como para no llegar sistemáticamente tarde a determinadas iniciativas. Por otra parte, los mecanismos de apoyo a la internacionalización son muchos aunque la discusión se centró en los relacionados con el control de exportaciones, donde se mostraron algunas ideas preconcebidas, pero donde también quedó claro que España y su industria han respetado escrupulosamente los principios éticos o jurídicos que deben regir su actividad comercial.
Finalmente, un quinto eje de debate es el de la caracterización del sector. De nuevo aparecieron discrepancias en ciertos matices relacionadas en concreto con el tamaño de nuestras empresas, y sobre si necesitamos empresas de mayor tamaño que lideren determinados subsectores o si nuestra fortaleza está en el fomento de alianzas internas para mejorar nuestra competitividad. En cualquier caso apreciamos cierto acuerdo en que lo importante es crear condiciones de crecimiento y proporcionar estímulos desde el ámbito político a la actividad industrial y tecnológica.
En resumen políticas a largo plazo, conciencia social, financiación, internacionalización e incentivos a la actividad son los cinco ejes que nos permitirían resumir los puntos tratados en el debate de cara a trabajar para el futuro. Desde la industria se puede, y quizás se debe, proporcionar ideas para facilitar la actuación del nivel político.
Toca ahora a sus señorías hacer pedagogía en el seno de sus partidos para debatir y desarrollar esas líneas y fijar los acuerdos en los detalles, que es donde aparecerá el diablo. Extender el tono constructivo en otros debates parlamentarios tampoco estaría de más para aportarnos un poco de sosiego.