Durante la primera década del siglo XXI, en los países del mundo desarrollado, el peso que supone la industria manufacturera en el total de la producción disminuyó. En la actualidad, España mantiene una posición intermedia, con un 12,6%, por debajo de la media de la UE (14,5%) y muy alejada de Alemania (20,8%). Por lo tanto, la media de la Unión Europea presenta un sector manufacturero mayor en términos de participación sobre el PIB que nuestro país.
En este contexto, el objetivo es frenar el proceso de desindustrialización acontecido en las últimas décadas, ya que se ha demostrado que los países con un sector manufacturero de mayor peso son más resilentes frente a la crisis económica. Es en este sentido en el que la Estrategia Europa 2020 del año 2010 y la Estrategia renovada de política industrial de la Unión Europea del año 2017 recogen la necesidad de recuperar los espacios perdidos por la industria, y se marcan el objetivo de recuperar su participación en el VAB (valora añadido bruto) en niveles de un 20%.
Sin embargo, no todas las ramas que componen la industria manufacturera generan los mismos niveles de eficiencia productiva, España está especializada en manufacturas de bajo contenido tecnológico, mientras que las actividades de alto contenido tecnológico muestran un peso reducido en comparación con la Unión Europea. Como es obvio, será el subsector de alto contenido tecnológico el que genere una mayor productividad del trabajo, y por lo tanto mayor crecimiento económico. En este contexto se produce la afortunada paradoja de la industria de defensa, ya que el 80% de su facturación corresponde a manufactura de alto contenido tecnológico. Encontramos un pequeño oasis en mitad del desierto. Si las empresas del sector de defensa están especializadas en manufactura de alto contenido tecnológico, será éste uno de los subsectores que habrá que incentivar y fomentar para mejorar la eficiencia económica.
Las iniciativas europeas de los últimos años derivan en una clara afirmación: la industria manufacturera es un sector estratégico porque es clave para generar empleo y crecimiento económico, por su capacidad de mejorar la eficiencia de la economía, por su importante incorporación de la actividad tecnológica y por su alta capacidad exportadora. Pues bien, la industria de defensa se sitúa en las primeras posiciones como sector tecnológicamente avanzado, exportador, generador de una alta productividad del trabajo y con un retorno social relevante. Así pues, si la industria manufacturera se muestra como un sector estratégico, más aún lo es la industria de defensa.
En este papel hemos presentado un panel de ocho medidas para fomentar la industria de defensa en España. Pero en ningún caso se establecen como medidas independientes, No son cajones estancos. Ya nos gustaría tener una guillotina que delimitara completamente cada una de las actuaciones públicas y privadas. Cada una de estas medidas son imprescindibles para que se den la condiciones de implementación del resto de medidas, de forma que si falla una, es complicado poder aplicar el resto. En este sentido, resulta fundamental la colaboración entre los diferentes agentes implicados en la industria de defensa: empresas, agentes sociales, ministerios del Gobierno de España, e instituciones internacionales como la Unión Europea y la OTAN.
El objetivo de la política económica de cualquier nivel de gobierno debería fundamentarse en conseguir que el volumen que representa la industria de defensa fuese mayor, porque actualmente es de escasa dimensión. Al mismo tiempo, se debe promover un aumento del tamaño de la empresa de la industria de defensa, a la vez que se flexibiliza el marco institucional regulatorio, se incentiva la internacionalización y se propician las alianzas estratégicas entre empresas, además de su participación en consorcios internacionales en el marco de la Unión Europea o de otras instituciones internacionales.
La industria de defensa debe ser la catalizadora del proceso de innovación, al apostar por una mayor cooperación entre los agentes que conforman el sistema español de ciencia y tecnología, y siempre sobre el recurso fundamental del capital humano, ya que para la industria de defensa resulta imprescindible la cualificación y la capacitación de su personal. De esta forma se conseguirá el fortalecimiento del sector, que sin lugar a dudas culmina con los procesos de internacionalización. Aunque el 80% del total de ventas de esta industria tenga como destino el exterior, se deben seguir articulando políticas que afiancen y faciliten la internacionalización de nuestras empresas de defensa.
Sin embargo, la aplicación de estas medidas dependerá de la situación de política nacional e internacional. Las decisiones que el Gobierno lleve a cabo en materia presupuestaria y financiera son de vital importancia para la industria de defensa. No podemos abocar a la obsolescencia al sector de la defensa, ya que corremos el riesgo de que esta industria puntera pierda lo ganado en los últimos 25 años. Pero a nadie se nos escapa la extrema complejidad del momento actual, de forma que sólo espero que el sector de la defensa no sea el gran sacrificado en el complicado camino que nos queda por recorrer.
El texto aquí reproducido se ha extraído del número 11 de la serie eDossier de publicaciones IDS, titulado ‘Ocho claves para fomentar la industria de defensa en España’, escrito por la directora de la Cátedra de Paz, Seguridad y Defensa de la Universidad de Zaragoza, Claudia María Pérez Forniés, y que ha servido de documento base para el debate convocado el 16 de octubre en la Sala Clara Campoamor del Congreso de los Diputados con los portavoces parlamentarios de Defensa de los cinco principales partidos de ámbito nacional (PSOE, PP, VOX, Unidas Podemos y Ciudadanos). El documento completo está disponible de forma gratuita en el siguiente enlace:
eDossier nº11 Ocho claves para fomentar la industria de defensa en España