Según la Fundación para la Innovación Tecnológica (Cotec), durante los últimos veinte años la economía española ha crecido prácticamente la mitad que las de Francia, Alemania o Reino Unido. Por otro lado, la contribución de los sectores de alta tecnología al PIB nacional se ha mantenido por debajo del 1%, cuando la media europea es tres veces superior, y los sectores de tecnología media-alta no superaron el 4% del PIB, la mitad de la media europea.
Por otro lado, la evolución del PIB industrial en España es un tema complejo influido por diversos factores económicos y globales: en 2023, el Valor Añadido Bruto Industrial (VABI) en volumen experimentó un crecimiento del 1,8%, siguiendo una tendencia positiva tras los aumentos del 2,6% en 2022 y del 5,4% en 2021. A pesar de este crecimiento, la recuperación respecto a los niveles previos a la pandemia de COVID-19 se sitúa en un 97,7%.
En 2023, el sector industrial representó el 17,4% del PIB español. Aunque esta cifra es significativa, muestra una ligera disminución interanual y se va alejando del objetivo marcado por la Unión Europea (20%). Esta tendencia refleja un cambio estructural en la economía española, con un mayor peso del sector servicios.
La industria española de seguridad y defensa representa el 6,5% del PIB industrial, a lo que hay que sumar otro 1,2% del sector espacial (7,7 % en total), contribución que puede llegar a cifras próximas al 15% en cinco años considerando la tendencia al alza del sector y a la baja del PIB industrial general. En cifras absolutas, la inversión en seguridad y defensa pasará de unos 12.500 M€ de 2024 a casi 28.000 o 30.000 M€ en 2030 siempre que se cumpla con los compromisos adquiridos y los datos macroeconómicos lo permitan.
Los factores que influyen en la evolución del PIB industrial se pueden resumir en:
· Competitividad: la industria española se enfrenta a desafíos en términos de competitividad, incluyendo la necesidad de invertir en I+D+i y mejorar la eficiencia. La inversión total en I+D+i española para todos los sectores industriales (farmacia, automoción, agricultura, industria…) no supera el 2% del PIB, muy alejado de los países de nuestro entorno (entre el 2,6 y 3.5% en la mayor parte de ellos).
· Inversión: la inversión en bienes de equipo y nuevas tecnologías es crucial para impulsar el crecimiento y la modernización.
· Globalización: la competencia internacional tiene un impacto significativo en la industria española. Los aranceles anunciados por el presidente de los EE. UU. pueden tener un impacto no deseado en el sector.
· Cambios tecnológicos: la adopción de nuevas tecnologías y la transformación digital son fundamentales para la competitividad, muy en especial en aquellas regiones con baja actividad industrial.
· Tecnologías duales: es ya una realidad que la nueva situación geoestratégica mundial anticipa un incremento significativo de las inversiones en seguridad y defensa, por lo que el acceso a este sector resulta muy atractivo.
· Participación en programas internacionales que, a partir de los grandes integradores tractores, facilita el crecimiento de la industria auxiliar orientada a la fabricación de componentes y subconjuntos.
Ante los datos históricos y presentes, la industria española tiene un gran potencial de crecimiento, especialmente en sectores como la manufactura avanzada y la tecnología. La inversión en I+D+i, la mejora de la competitividad, la adaptación a los cambios tecnológicos y la internacionalización (más allá de la exportación), son claves para el futuro de la industria en España.
Innovación rentable, multifuncional y orientada al cliente
Estudios recientes evidencian que de cada cien productos nuevos que se lanzan al mercado sólo cinco constituyen auténticas innovaciones, ya sea por un cambio radical de tecnología o una mejora disruptiva de sus prestaciones. El resultado final de estas innovaciones es que son seis veces más productivas que las típicas mejoras incrementales.
Tanto en el sector privado como en el público, la innovación debe ser una prioridad estratégica, pues constituye un factor clave para el crecimiento, la rentabilidad, la diferenciación y la mejora de productos y servicios. Sin embargo, son muchos los casos en que el esfuerzo innovador no ha dado los frutos esperados. Además, las apuestas radicales o de ruptura suelen requerir largos periodos de retorno de la inversión, lo que desalienta a empresarios y directivos. Esta es la razón por la que a menudo se opte por proyectos de innovación o mejora incremental que pueden proporcionar retornos tempranos frente a los dos o más años que requiere la innovación disruptiva.
Innovar no es generar ideas. Las ideas son necesarias, aunque insuficientes, pues innovar requiere generar ideas y transformarlas en productos y servicios que aporten valor al cliente, mejorando su experiencia de uso y generando una rentabilidad sostenible para la empresa. Por otra parte, la innovación no debe recaer solamente en manos de científicos e ingenieros, dado que es imposible innovar sin tener en cuenta el destinatario final, el cliente —debe entenderse en un sentido amplio: personas físicas o jurídicas, integradores, administraciones públicas, etc.—, y por tanto las dos áreas que se ocupan directamente de él: marketing y ventas. Por ello, la innovación debe ser multifuncional y enfocada al cliente.
La innovación entendida con amplitud
La innovación se origina en el conocimiento que existe en la empresa o que procede de su entorno (en algunos casos se crea una necesidad mientras que en otros se atiende a dicha necesidad). De hecho, la innovación puede ser tecnológica, comercial o de gestión. En algunos casos se requerirá la suma de las tres.
Lo importante de la innovación es sistematizarla dentro de las empresas y las administraciones públicas y orientarla a resultados, es decir, gestionar el conocimiento relacionado con las metodologías aplicadas y con los resultados obtenidos en cuanto a propiedad intelectual, derechos de patente y servicios públicos. Hasta hace unos años la innovación se asociaba exclusivamente con a la tecnología, aunque el concepto es mucho más amplio y se puede aplicar a la metodología de los proyectos y programas, al aseguramiento de la calidad, al cuerpo de doctrina de la ingeniería de sistemas, a la cadena de suministro, la logística militar, etc.
En España hay muy pocas empresas que hagan I+D+i, y entre ellas son las pequeñas y medianas empresas las que realmente innovan, pues realizan desarrollos inéditos en su sector con aplicaciones duales en muchos casos y emprenden proyectos de suministro en España o en el extranjero aplicando ideas originales o inspiradas en las mejores prácticas propias o de otras empresas y sectores. Basta observar ejemplos como los protagonizados por empresas innovadoras como NTGS, TSD, Tecnobit, Sener, GMV, Instalaza, Urovesa, Einsa, NIT… gracias a cuyas actividades iniciales han ido escalando en volumen de negocio, presencia en el mercado y capacidad innovadora.
Los países han aumentado su competitividad gracias a la innovación derivada no sólo del aumento del conocimiento tecnológico sino también de conocimientos comerciales y directivos.
Según Enric Barba, en la innovación son muy importantes los polinizadores cruzados: personas que no tienen miedo a cambiar de puesto, sector, actividad o cultura y que son capaces de trasladar el conocimiento de un ámbito de aplicación a otro aparentemente inconexo e hibridando conceptos. Son individuos en forma de “T” porque tienen un amplio conocimiento generalista en diversos campos, no solo tecnológicos. Poseen empatía por varias disciplinas —el trazo horizontal de la “T”— y dominan en profundidad, como mínimo, un área de conocimiento en la que hunden sus raíces —la línea vertical de la “T”—. En general, han sido buenos estudiantes, son buenos maestros que aprenden también de los más jóvenes y diversifican su actividad más allá de su ocupación principal.
En el proyecto de industrialización innovadora y dual que requiere la industria española, se deberá concienciar a empresarios y directivos de la necesidad de incorporar “polinizadores cruzados” en sus organizaciones con el fin de abrir el campo de visión estratégica en cada sector y subsector de creación de riqueza, retener del talento y fijar la población. Con ello se crearán nuevas oportunidades de negocio y se ampliará la panoplia de productos y servicios que ofrece España tanto para el mercado nacional como el internacional.
Innovación = invención + explotación
Para la innovación, la invención es un requisito necesario, pero no suficiente, pues toda innovación requiere de una invención o una idea de mejora, pero no todas ellas llegan a ser innovaciones; para que esto ocurra, el invento o la mejora debe ser aceptado y valorado en función de su posición competitiva respecto a otros productos y procesos disponibles en cada mercado y segmento objetivo. La innovación se relaciona con el mercado, pues las invenciones e ideas brillantes sólo se convierten en innovación cuando tienen éxito comercial. Así pues, cuando se trata de un nuevo producto o una mejora, la innovación se producirá una vez que los clientes acepten la nueva propuesta y ésta llegue a ocupar una cuota de mercado significativa. Lo mismo ocurre al innovar en procesos, que tendrán éxito cuando la empresa los acepte, asimile e integre en sus actividades cotidianas.
Según el diagrama de Pareto, la mayoría de las ventas y beneficios de las empresas se deben a un porcentaje pequeño de sus productos y servicios. En algunos casos se acercarán a la regla general del 80-20, es decir, que el 20% de los productos y servicios aportan el 80% de los beneficios (en la Unión Europea, tan aficionada a jugar con el diccionario, esta realidad se llama “especialización inteligente”). A pesar de ello, las organizaciones dedican a manudo su inversión de I+D+i a toda su cartera. Una de las conclusiones es que los productos o servicios a los que hay que dedicar el esfuerzo innovador son aquellos que más valor añaden a la cartera de pedidos.
Por otra parte, muchas de las funciones de los productos o servicios nunca son utilizados por la mayoría de los usuarios o clientes. De hecho, un gran número de productos parecen hechos de ingenieros para ingenieros. La complejidad innecesaria se traduce en mayores costes e inversiones y menores márgenes operativos: el producto o servicio cuesta más de producir y gusta menos. Hay que generalizar el conocimiento y aplicación de metodologías como el coste objetivo o el análisis/ingeniería del valor.
Innovación abierta y colaborativa
La innovación no supone asumir riesgos sin más, sino gestionarlos de forma adecuada. Para ello hay que encontrar a los mejores en una tarea concreta y promover acuerdos de cooperación con el fin de lograr metas comunes minimizando los riesgos y los costes de la innovación.
La mayoría de las empresas aún mantienen modelos de innovación cerrados, es decir, desarrollados exclusivamente dentro de su organización. Aunque se pongan en marcha equipos de proyecto, se mejore la colaboración entre I+D+i y márquetin, se optimice la gestión del catálogo y se reduzcan los tiempos de acceso al mercado, no será suficiente para que se innove con éxito porque una política de innovación cerrada o aislada es insostenible en el tiempo.
En 2003 se acuñó el término innovación abierta, un concepto basado en que las empresas no pueden seguir confiando en esfuerzos de desarrollo centralizados en un entorno cerrado, limitándose a innovar con las ideas de dentro, sino que han de admitir que ciertas ideas puedan provenir del exterior, ya sean clientes, proveedores, intermediarios o los propios empleados. La innovación abierta supone abrir las empresas a la colaboración con terceros, incluso con sus competidores.
En este sentido, la tradicional transferencia de conocimientos o de tecnología entre la universidad y la empresa debe ir más allá y practicarse entre las propias empresas, en especial entre las pymes y los grandes integradores.
Alianzas estratégicas y gestión del conocimiento
Para que la innovación abierta tenga éxito, cada socio debe aportar un elemento diferenciador: investigación básica en caso de la universidad, medios de prueba y ensayo, capacidad de desarrollo o de producción, acceso al canal de distribución, etc. En ese sentido, se deben poner de manifiesto las posibles sinergias interempresariales que beneficien la innovación a nivel regional, nacional y europeo y faciliten las asociaciones de largo plazo y gran alcance.
Asimismo, deberían impulsarse alianzas estratégicas en toda la cadena de valor de las empresas, incluyendo en dicha cadena la transferencia de conocimiento de la universidad. Esta cadena de valor se refiere tanto a la propia cadena de suministro como a la de distribución, en especial con los grandes integradores del sector de seguridad y defensa.
Es una evidencia objetiva que la cadena de valor es una fuente inagotable de ideas innovadoras tanto para productos y servicios como en procesos de producción y logística.
El conocimiento sale de las empresas a las seis de la tarde y regresa a la mañana siguiente, salvo en el caso de los jubilados, que se llevan a casa toda su experiencia profesional sin posibilidad de regresar algún día. De ahí la propuesta de generar y custodiar una base de datos de expertos con vistas a su participación como agentes externos a las organizaciones empresariales. La innovación abierta obtenida mediante la participación de especialistas externos recibe un nombre específico: cocreación. Bajo este término se engloba la colaboración entre empresas e individuos expertos en una relación basada en lograr beneficios mutuos — en algunos casos exclusivamente por prestigio social, como en el caso del personal jubilado—. Es una evolución de la innovación abierta que pasa de una relación entre empresas a una relación entre empresas e individuos. Por ello la creación de una base de datos de expertos a nivel nacional o del Ministerio de Defensa, junto con el uso intensivo de internet puede dar lugar a sinergias de enorme valor añadido. De hecho, cada vez son más las empresas del sector que cuentan con exmilitares (mejor, militares ajenos al servicio activo) que aportan su conocimiento, experiencia y buen hacer en una relación ganar-ganar.
Incremento de las ventajas competitivas del tejido industrial
Cada uno de los actores industriales del sector seguridad y defensa debe determinar su potencial para profundizar en el liderazgo en costes o bien en la búsqueda de la diferenciación respecto a sus competidores nacionales o internacionales. En este sentido, se debería enfocar el esfuerzo inversor de los empresarios y accionistas en uno de los dos aspectos en función del volumen y valor añadido de sus productos y servicios.
Cuando una empresa se orienta a un mercado muy segmentado y su estrategia pase por atacar un solo segmento de dicho mercado, cabe una tercera vía estratégica que es la estrategia de enfoque. La estrategia de enfoque puede beneficiarse de la innovación incremental con la introducción de mejoras en la oferta de productos y servicios en los que está especializada, así como la innovación comercial dirigida a perfeccionar la atención en su segmento de mercado y consolidar su presencia en él. Suele ser una estrategia de carácter defensivo, en especial si se adopta la de liderazgo en coste, porque la empresa buscará las ventajas competitivas en base a las mejoras de sus productos, servicios y procesos manteniendo o rebajando precios para proteger su cuota en cada segmento de mercado.
Estrategia tecnológica
La opción estratégica de innovación suele ir ligada en muchos sectores a la formulación de una estrategia tecnológica, un concepto que no es exclusivo del área de I+D+i. La estrategia de innovación se asocia entonces con la toma de decisiones sobre el uso y desarrollo de tecnologías, lo que incluye la función de I+D+i y el resto de las actividades de la empresa con contenido tecnológico. Para un buen análisis introspectivo de la industria, hay que tratar de:
· Identificar las tecnologías que intervienen en los productos, servicios y medios de producción con objeto de realizar un inventario tecnológico de las capacidades propias.
· Detectar las tecnologías que pudieran ser relevantes en función de su uso actual.
· Pronosticar la evolución de tecnologías clave.
· Determinar los factores críticos de éxito de la empresa (desde el punto de vista de la tecnología).
· Registrar qué tecnologías o cambios tecnológicos pueden influir en la estrategia de innovación de la empresa.
· Valorar la capacidad relativa de la empresa en tecnologías clave, así como el coste relacionado con el desarrollo de mejoras, su mantenimiento y actualización.
· Redactar un plan estratégico tecnológico que refuerce la estrategia de innovación.
· Identificar sinergias tecnológicas a nivel global.
· Analizar y amurallar las vulnerabilidades en el ciberespacio.
La clave del incremento disruptivo en el PIB industrial sectorial debe basarse en el lanzamiento de cuatro o más grandes proyectos tractores (terrestres, navales, aéreos y espaciales), y la potenciación de los centros de ensayos y certificación (INTA y otros).
El concepto de campeón nacional es un error. Centralizar implica perder oportunidades y cercenar iniciativas empresariales y, en algunos casos, someter al sector y subsectores a los vaivenes políticos. Las grandes corporaciones cuentan con músculo financiero y caen con facilidad en la tentación de comprar a los pequeños competidores para luego incorporarlos sin tener en cuenta la diferencia de culturas entre grandes y pequeños. Es mejor tratar de generar una red de intereses innovadores empresariales que incluya a toda la cadena de suministro, pues una red de este tipo puede aportar un cambio significativo en la atención empresarial al I+D+i. En este sentido, en muchas empresas la cultura vigente respecto a los proveedores sigue siendo la misma que hace treinta años: costes bajos, stocks de seguridad y múltiples proveedores.
A pesar de que los proveedores son clave para la innovación, por ser fuente de ideas y determinar la calidad final de los productos, en muchos casos siguen siendo seleccionados en base al precio, que es un factor crucial pero solo si los requisitos de tecnología, calidad y plazos de entrega se cumplen. Es un hecho que muchos productos innovadores han fracasado por problemas de calidad no imputables al diseño, sino a los proveedores.
El talento no implica innovación, pero ésta rara vez nace en organizaciones mediocres. Hay que incorporar talento de la universidad y mucho del existente en la formación profesional, pues hace falta innovación en cualquier nivel de la empresa. No se debe olvidar que los activos no están en los equipos (que también) sino en las personas. Logrado el talento, hay que fidelizarlo, lo que no es cuestión exclusiva de sueldos y ventajas sociales, sino del nivel de iniciativa, autonomía y responsabilidad de cada empleado clave. Fuera de España existen incentivos nada desdeñables para el talento. Basta pensar que en los siete últimos años han emigrado desde España casi tres millones de personas; además de mejores salarios y condiciones de vida, el talento busca oportunidades de desarrollo profesional y valoración personal.
La mera exportación de bienes y servicios aporta beneficios que facilitan su reinversión en los activos de producción. Sin embargo, la exportación por sí misma no es suficiente en un mundo global. Hay que apostar por la internacionalización, ampliando horizontes en innovación, alianzas estratégicas y presencia en los mercados emergentes mediante la adquisición de nuevas empresas allende nuestras fronteras, instalando filiales, cofabricando, licenciando o mediante participaciones societarias que faciliten el intercambio de tecnologías y el acceso a los mercados domésticos.
Por último, la formación en metodologías de gestión de proyectos e ingeniería de sistemas resultará básica para crear una red de profesionales altamente cualificados en el desarrollo de proyectos innovadores, metodologías ágiles (scrum) y preparados para difundir por capilaridad el gen innovador y creativo que España está en disposición de ofrecer a Europa y al Mundo. El sector de seguridad y defensa, al que en los próximos ejercicios se va a dedicar un presupuesto nunca visto, puede protagonizar una parte sustancial de la reindustrialización de nuestro país.