Si la reunión del Consejo Europeo del pasado 5 de febrero no llegó a ofrecer grandes novedades sobre la política de defensa de la Unión Europea, una revisión de la declaración pública sobre las conclusiones de la reunión del pasado día 6 de marzo, a pesar de la habitual parafernalia de la UE, desafortunadamente ofrece pocas novedades realmente significativas.
En efecto, el documento hace referencia a otros documentos, políticas e informes bien conocidos que no aportan especial novedad como la Declaración de Versalles de 2022, la brújula estratégica o la necesidad de que los europeos seamos más soberanos, más responsable y mejor equipados para actuar de forma autónoma para hacer frente a retos y amenazas inmediatas o futuras con una aproximación de 360º.
El texto habla de la movilización de los instrumentos necesarios y la financiación para apoyar la seguridad de la Unión Europea y la protección de sus ciudadanos, lo que permitirá reforzar la disponibilidad, reducir dependencias estratégicas, afrontar carencias en capacidades y reforzar la base tecnológica industrial europea, y así hacer los suministros necesarios con la celeridad requerida.
Pero cuando vemos los compromisos adquiridos, observamos que la Unión solo va a aportar 150.000 millones de euros adicionales del presupuesto de la Comisión en préstamos respaldados por la misma. Revisando el texto se observa que no se hace referencia a los 800.000 millones de euros que estas inversiones podrían movilizar anualmente durante cuatro años como declaraba la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, ante la prensa, algo que no recogen las conclusiones.
Esto significa que los 650.000 millones de euros lo tendrán que aportar los Estados Miembro y que el gasto en defensa actual (aproximadamente 1,9% del PIB europeo), deberá subir aproximadamente a los 3,5% del PIB de los Estados Miembro, en los próximos años, un salto que supone en muchos casos duplicar el gasto actual en defensa (este sería por ejemplo el caso de España).
Dado que esta cifra es potestad de los Estados Miembro, no sujeta a sanciones por incumplimiento, es probable que el aumento del 1,5% que sugiere la presidenta se quede, en última instancia, en un deseo sin materializar. Habrá que ver en la cumbre de la OTAN de este año qué compromiso ofrecen en realidad los Estados Miembro. Sí que es cierto que la declaración ofrece usar la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, sobre el endeudamiento, para facilitar ese aumento presupuestario para defensa de los Estados Miembro.
Otro aspecto importante que no se aborda en estas conclusiones es la dificultad y el coste de adaptación al nuevo gasto de defensa. Por una parte, debido a las perentorias necesidades que tenemos los europeos en otros ámbitos como es la transición verde, la transformación digital y otros importantes gastos sociales. Pero por otra parte, a la movilización de los recursos. La producción de bienes y servicios de defensa no se puede duplicar de forma rápida, pues hay que obtener y detraer recursos de otros sectores económicos y adaptarlos a las nuevas capacidades productivas. Si estos recursos son escasos, su trasvase a defensa será complicado. Además, la maduración de los desarrollos en defensa es lenta, a veces del orden de décadas, como muestran el VCR 8x8 o el submarino S-80, y a pesar de añadir recursos será difícil acelerar el desarrollo y la producción de los medios que los europeos perciben como necesarios.
Prioridades en armamento
Sí que hay que reconocer que se han identificado las áreas prioritarias, lo cual no es poco, como se señala en el punto 3.f: defensa aérea y de misiles, sistemas de artillería, incluyendo capacidad de ataques profundos precisos, misiles y munición, drones y sistemas antidrón, habilitadores estratégicos incluyendo el espacio y la protección de infraestructuras críticas, movilidad militar, el mundo ciber, la inteligencia artificial y la guerra electrónica. Esta lista de necesidades probablemente se desglose en el futuro libro blanco de la defensa que está previsto se publique este mes. En cualquier caso, faltan detalles en cómo se coordinará con respecto al Plan de Desarrollo de Capacidades de la Agencia Europea de Defensa y la revisión anual coordinada de defensa (CPD y CRAD).
Por último, se vuelve a insistir en compras conjuntas, armonización de requisitos, normalización e interoperabilidad y la mejora en el funcionamiento del mercado europeo de defensa, un tema siempre recurrente, aunque se trata de un asunto sobre los que los Estados Miembros tienen plena potestad para organizarlo según sus preferencias y que pueden no ser los de la Unión. También se insiste en otros aspectos como la finalización de las negociaciones del Programa Industrial Europeo de Defensa (EDIP) o la simplificación del marco legal y administrativo en la compra pública o la cooperación industrial para acelerar el proceso de obtención de capacidades. Una declaración para colaborar con socios no europeos, pero de mentalidad parecida también se menciona, en clara alusión a naciones como, por ejemplo, Noruega o Reino Unido.
Sí, se prevé volver a tratar este tema en las reuniones previstas este mes de marzo y junio, en el que posiblemente veamos algunos avances, aunque no tengamos plena certeza.
Conclusiones
La reunión del pasado 6 de marzo, supone un pequeño avance en la Europa de la Defensa. Aparte de los prestamos respaldados por la Comisión, el empleo de la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y una primera lista de capacidades a mejorar, no existe un compromiso explícito de los Estados Miembro en esta materia que aumente el gasto del 2% al 3,5% que unido a los préstamos de la Comisión en esta materia en los próximos años podría aumentar algo este valor en línea con lo que viene pidiendo el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, a sus miembros.
Sin embargo, este tránsito parece especialmente difícil y es probable que estas cifras sean inferiores a la declaración hecha, un tanto maximalista. En cualquier caso, avanzar hacia una autonomía estratégica europea resulta especialmente complejo, pues superar las carencias en capacidades en muchas cuestiones es un proceso que llevará décadas dada la complejidad actual de los sistemas de armas y las limitaciones actuales de la base tecnológica e industrial europea. Los resultados positivos del esfuerzo inversor europeo, pues, tardarán todavía tiempo en materializarse.
Por último, queda en el limbo otros avances fundamentales como es en la formación de un ejército realmente europeo que pueda desplegarse con facilidad y rapidez en situaciones de crisis o de conflicto. Se trata de un tema sobre el que queda también mucho terreno que recorrer para alcanzar acuerdos.