El año 2022 ha estado marcado por Ucrania. El retorno de la guerra nos ha despertado y nos recuerda la necesidad de defender nuestro modelo de sociedad. Algo que creíamos garantizado y que tras muchos años recogiendo los 'dividendos de la paz' parecía secundario. La respuesta occidental ha sido clara, aunque a lo mejor no tan unida como parece.
La OTAN, tras la aprobación del concepto estratégico de Madrid, ha recuperado su protagonismo como la principal organización de defensa colectiva. La solicitud de adhesión de Suecia y Finlandia demuestra que es precisamente en el marco de la Alianza donde muchos países europeos ven la garantía de protección que necesitan. En cuanto al esfuerzo a realizar por sus miembros, los compromisos para incrementar las inversiones acordados hace casi una década en los objetivos de Gales, se están viendo ahora materializados. A la fuerza ahorcan.
Pero la crisis de Ucrania, por muy grave que sea, no nos debe alejar de otras amenazas. La Unión Europea aprobó en 2022 la brújula estratégica con una mirada global y con la intención de favorecer una “cultura estratégica” común europea. África y Extremo Oriente son zonas a las que desde Europa debemos prestar atención. El efecto Ucrania ha producido una mayor implicación de las autoridades comunitarias en temas de defensa. Una tendencia que se venía apreciando desde hace años pero que ha cobrado impulso y que se centra tanto en la extensión a defensa de las reglas de mercado comunitario, como en el desarrollo industrial y tecnológico, y ahora en los incentivos para que los países europeos realicen adquisiciones de una manera más coordinada. El refuerzo de las capacidades europeas que se pide desde Bruselas no es contradictorio con la necesidad de mantener un fuerte vínculo transatlántico, que es muy necesario en los planos político y militar, y que se concreta en un buen número de adquisiciones que los europeos estamos haciendo a la industria norteamericana.
Tanto en el ámbito de la OTAN como en el de la UE, España ha jugado un papel relevante que hay que poner en valor ante nuestros socios. Nuestra contribución militar en operaciones es muy significativa y se ha incrementado durante este año. A nivel industrial la presencia de empresas españolas en programas en colaboración es muy destacada, sobre todo, en el marco del fondo europeo de defensa donde hemos alcanzado éxitos sobresalientes.
Es el marco europeo el que determinará el futuro del sector industrial. En el ámbito aeronáutico el desbloqueo del programa FCAS es una buena noticia, a pesar del retraso del demostrador hasta 2029 que implica que la entrada en servicio del sistema no se producirá antes de 2040. Unas previsiones ligeramente retrasadas con respecto al programa GCAP en donde la colaboración entre Reino Unido, Japón e Italia tampoco está siendo fácil. Las incógnitas que ambos programas presentan sobre el futuro de la aviación de combate europea están obligando a cubrir carencias operativas con compras de F35, con costes unitarios por encima de 250 millones de euros, y que se están realizando por las naciones de forma individual sin coordinar la demanda europea.
En otros sectores como el naval o el terrestre algunos de los movimientos empresariales más recientes parecen enmarcarse en la dinámica de las actualmente complejas relaciones franco-alemanas. En ese juego España debe fijar sus propios objetivos y estrategia. La adquisición de compañías españolas por parte de socios industriales europeos es una buena noticia, pero deberíamos valorar si los intereses particulares de los inversores están en línea con los intereses estratégicos españoles y que estos no se vean condicionados por terceros. La necesidad de disponer de una estrategia propia y de un adecuado esquema de inteligencia industrial parece muy relevante en este momento.
Aumento del presupuesto
En el ámbito interno español, durante 2022 se ha producido un incremento sustantivo de los fondos asignados a Defensa, que se consolida en el presupuesto de 2023. Sigue pendiente, sin embargo, la reflexión sobre nuestro modelo de financiación que sigue teniendo una excesiva dependencia de factores políticos de oportunidad y que debe ofrecer estabilidad a las inversiones a medio y largo plazo. Algo que no está garantizado a pesar de lo que algunos responsables del gobierno han indicado recientemente. Lamentablemente, en las circunstancias actuales, un acuerdo político no parece muy probable al menos a corto plazo.
La previsión de iniciar nuevos programas en 2023, por un importe de unos 17.000 millones de euros es una buena noticia porque permite abordar necesidades operativas prioritarias e impulsar el sector industrial de defensa, fundamentalmente el aeronáutico. Este volumen de inversiones que, si se cumplen los compromisos políticos, se verá incrementado para iniciar otros grandes programas que afectan a los sectores naval y terrestre, debería venir acompañado por una reflexión sobre nuestro modelo de adquisiciones y sobre como las estamos abordando considerando ópticas operativas e industriales, y también otros factores como la eficiencia en el uso de los recursos públicos o con consideraciones estratégicas relacionadas con nuestra seguridad nacional, valorando en conjunto nuestras relaciones con los países donde estamos buscando socios industriales.
La recuperación del mercado interior español debe servir también para mejorar nuestra competitividad en el exterior. Algunas operaciones realizadas en 2022 demuestran la buena salud del sector industrial de defensa español. Por citar solo algunas merecen la pena destacarse la participación en programas navales británicos, la venta de 5 nuevos buques a Arabia Saudí o el excelente posicionamiento de nuestra industria espacial en proyectos en Grecia, Omán, Australia y Nueva Zelanda.
Tanto la industria como las Fuerzas Armadas están realizando un importante esfuerzo para contribuir a la imagen de España y a la defensa en el exterior de nuestro modelo de sociedad. La colaboración, especialmente en el marco europeo, debe servir para mejorar nuestras capacidades operativas e industriales que deben ir de la mano. La experiencia de 2022 debe servir para reforzar la relación entre suministradores y usuarios aprovechando un escenario financiero que hay que consolidar y que debe servir para fijar objetivos comunes a medio y largo plazo.
La compleja situación de seguridad internacional en la que acabamos el año previsiblemente continuará en 2023. Un año que se presenta muy relevante para España desde el punto de vista de política interior y porque asumimos la presidencia rotatoria de la Unión Europea durante el segundo semestre. Bien haríamos en trabajar para despejar nuestras contradicciones internas en un momento que puede ser crítico para nuestro futuro.