El pasado martes, día 15, la explosión de un misil en el pueblo polaco de Przewodow produciendo la muerte de dos personas ha incrementado notablemente el miedo a una escalada bélica en Occidente y en la OTAN -en esta última se han reunido los embajadores de los diferentes países aliados en Bruselas-, durante una larga jornada hasta que se ha aclarado que ha sido un misil ucraniano de defensa antiaérea y se ha descartado un ataque intencionado. Polonia ha estado a punto de apelar el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte que prevé que los aliados se consultarían si uno se ve amenazado.
A los cerca de nueve (9) meses de iniciada la invasión de Ucrania, para ser más exactos, el día 267 de la guerra, después de haber fracasado en la batalla de Kiev, de no haber podido conquistar toda la región del Donbás, batalla embebida en estos días de mediados de noviembre en una guerra de posiciones enfrentando a ambos contendientes sin apenas avances materializados en un estado de estancamiento que da lugar a un elevado número de bajas, y de estar llevando a cabo además una guerra de desgaste, Rusia ha perdido la iniciativa que ha pasado a manos de Ucrania desde los últimos días de septiembre -dando un giro espectacular al conflicto- y ahora está recibiendo dos contraofensivas, una en el noroeste del Donbás y otra en el oblast de Jerson con muchas dificultades para hacerlas frente.
De las dos batallas que se están celebrando en estos momentos, la de la región de Donbás y la de la provincia de Jersón, no hay duda de que la más decisiva es la segunda ya que en caso de que esta provincia sea recuperada por Ucrania, pone en cuestión la península de Crimea, anexionada ilegalmente por Rusia en el año 2014, no solamente por impedir el suministro de todo tipo de recursos desde territorio ruso solo realizado a través del puente sobre el estrecho de Kerch, ahora muy mermado, sino, y fundamentalmente, porque paraliza el suministro de agua a la península puesto que el 80% del abastecimiento procede de la presa situada en la ciudad de Nova Koljovka, ubicada en la provincia de Jersón, recorre la parte oriental de dicha provincia por el canal de Crimea del Norte y entra en la península por el istmo de Perekop.
Actualmente Rusia ha completado la retirada del área occidental del oblast de Jersón, es decir, la situada al oeste del río Dnieper, evacuando a una gran cantidad de civiles de la ciudad de Jersón, capital de la provincia, y alrededores, antes de la entrada de las fuerzas ucranianas en dicha ciudad. La pérdida de esta posición ha supuesto un gran éxito para Ucrania al mismo tiempo que ha producido un severo golpe militar y político para las fuerzas rusas que se sumaría a las continuas derrotas que están recibiendo Moscú como consecuencia de las contraofensivas ucranianas desde finales septiembre que han recuperado algo más de 8.000 kilómetros cuadrados de la tierra ucraniana ocupada por los rusos.
La actitud defensiva de Rusia se está reflejando tanto en la región del Donbás como en la provincia de Jersón. En la primera, y en base a las imágenes ofrecidas por los medios rusos, se ha establecido la línea Wagner a lo largo de la frontera entre la provincia de Jarkov y la provincia de Lugansk, perteneciente a la región de Donbás, en una longitud de algo más de 200 kilómetros, compuesta en muchos tramos de dos filas de trincheras y de dos filas de dientes de dragón -obstáculos con forma de pirámide de hormigón anticarro- completadas por campos de minas que proporcionan gran fortaleza a la citada línea.
En la segunda, en la provincia de Jersón, se ha observado también a las fuerzas rusas estableciendo posiciones defensivas utilizando máquinas de Ingenieros e instalando obstáculos de hormigón armado, entre otros. En concreto, han establecido tres líneas de posiciones defensivas paralelas de unos 100 kilómetros de longitud situadas al este del Dniéper. Desde Nova Kajovka hasta el mar Negro, separadas unos sies kilómetros. Cada una de ellas con filas de trincheras, dientes de dragón y campos de minas.
Las fuerzas ucranianas ya han entrado en la ciudad de Jersón. Desde el punto de vista militar, las estrategias que han establecido ambos países son muy diferentes. Mientras Kiev está actuando a través de una estrategia militar por líneas interiores que le permite efectuar operaciones militares con mayor rapidez, flexibilidad y contundencia, ya sea en el aspecto operacional o ya sea en el campo logístico, Moscú opera con mayor lentitud, con grandes distancias que alargan el tiempo de actuación al mismo tiempo que sufre grandes carencias y dificultades en el terreno logístico. Sin duda, esta situación proporciona a Kiev una clara ventaja en el desarrollo de la guerra.
En el teatro de operaciones está ganando Ucrania con independencia de los lanzamientos de misiles y ataques de drones de Rusia contra la infraestructura energética y de comunicaciones ucranianas. Actualmente, las fuerzas militares rusas no están en condiciones de aguantar las contraofensivas de Kiev mientras Ucrania siga apoyada por Occidente, toda vez que la preparación y encuadramiento de los reservistas rusos en unidades operativas para alcanzar la cohesión mínima del combate tardará varios meses. Ahora el ejército ruso se halla bloqueado en el nivel operacional.
Pero, sobre todo, el verdadero vencedor de esta guerra es la moral del combatiente ucraniano, sustentada en la defensa de su identidad como país, de su casa, de su familia y de su forma de vivir, en definitiva, en la defensa de su tierra y de su patria. Nada de esto existe en el combatiente ruso que ha ido a esta guerra sin ninguna motivación.
El objetivo estratégico actual más inmediato de Ucrania consiste en recuperar la central de Nova Kajovka, dejando a Crimea sin abastecimiento de agua ya que solo podría recibir suministro por el puente del estrecho de Kerch, claramente mutilado como se ha dicho, y por las comunicaciones terrestres, de la propia provincia de Jersón. El segundo objetivo prioritario sería conquistar la parte oriental de la provincia de Jersón -muy complejo y difícil-, probablemente realizando una operación de pinza desde Zaporiyia, en el norte, y desde la península de Kinburn, en el sur. En caso de conseguir Kiev este segundo objetivo, supondría un golpe mortal para Putin que, con mucha probabilidad, afectaría gravemente tanto a su régimen como a su credibilidad ante la sociedad mundial.
La posible participación de soldados bielorrusos en la guerra, las continuas amenazas de utilizar el arma nuclear o la estrategia del terror contra la población ucraniana a través de lanzamiento de misiles y ataques de drones, solo configuran maniobras de distracción que tratan de ocultar la impotencia de Putin para ganar esta guerra que inició el pasado mes de febrero. Si a este escenario se añade el aislamiento de Rusia en la Cumbre del G-20 en Indonesia, la actual situación del presidente ruso es muy insegura y precaria.
En definitiva, a los cerca de nueve meses de iniciada la guerra, Putin se encuentra en una encrucijada vital en la que sus fuerzas militares no son capaces de responder adecuadamente, en especial, en el nivel estratégico y operacional de la guerra, a la contraofensiva de las fuerzas ucranianas.