El 19 de mayo de 1972 la Fuerza Aérea de Chile (FACh) recibió de Lockheed Martin, en Marietta, Georgia, el primer C-130H Hercules. Un año después, el 18 de junio de 1973, se recepcionó la segunda aeronave, ambas, se mantienen operativas hoy en el Grupo de Aviación N° 10, cumpliendo diversas tareas a lo largo de todo el territorio nacional continental, insular y antártico, apoyando a la comunidad y llevando ayuda a lugares afectados por emergencias y catástrofes.
El H, modelo del C-130 más operado en el mundo, tiene una capacidad de carga de casi 20 toneladas o de 92 soldados totalmente equipados, pudiendo transportar una variedad de vehículos, ambulancias, camiones, helicópteros e incluso un F-16.
El primer C-130H Hercules de la FACh. Foto: Alfredo Eberlein
Ante sus prestaciones, la FACh tuvo la necesidad de contar con más C-130 que permitieran cumplir las múltiples misiones que de este avión se demandan. Es así como a comienzos de los 90 el Gobierno de Estados Unidos transfirió a Chile cuatro C-130B, fabricados a principios de los años 60.
Fueron de valiosa ayuda para el país, aunque sus menores capacidades, y como dejó de ser operado por Estados Unidos, hicieron compleja la tarea de mantenerlos, a pesar de las modificaciones y actualizaciones que la Fuerza Aérea les aplicó. Así, tres de ellos fueron retirados a fines de los años 90 y el cuarto a comienzos del año 2021, iniciándose la búsqueda de más C-130H.
KC-130R, retornar al servicio
Hacia 2011, Chile recibe una oferta de aviones KC-130R con capacidad de Reabastecimiento en el Aire (REA), por lo que luego de diversos procesos administrativos, la FACh recibe cuatro de estos aviones, algunos de los cuales se encontraban preservados en Arizona y otros operando desde una base naval en Maryland. Cabe señalar que la preservación de un avión es un trabajo complejo que busca almacenar a una aeronave en condiciones de devolverla al servicio cuando sea requerida.
Ella parte con la definición del lugar en el que se va a almacenar el avión, el que debe ser en un ambiente muy poco corrosivo y con un suelo de alta dureza como es el caso de la base Davis-Monthan de la United Air Force (USAF), donde existe una organización de alrededor de 600 ingenieros y técnicos dedicados a preparar y mantener la preservación de cerca de 4.000 aeronaves militares.
Estas aeronaves se encuentran en diferentes niveles de preservación, los que se asocian a diferentes niveles de cuidado y monitoreo de su condición, de manera de extender su vida útil y mantenerlos en condición de ser devueltos al servicio por los años que se requiera. A medida que Estados Unidos estima que una aeronave no será requerida en el futuro, van siendo retiradas de la condición de preservación y luego son desarmadas para reciclar sus materiales en diversas industrias, de manera de dar paso a otros arribos que requieran ser preservados.
KC-130R de la FACh en instalaciones de Enaer. Foto: Alfredo Eberlein
Lo primero que se hace en el proceso de preservación es reemplazar los líquidos que el avión normalmente emplea, combustible, líquido hidráulico y otros, por líquidos especiales de preservación, que permiten mantener los sistemas protegidos por largos períodos de tiempo, luego de las cuales, estos pueden ser removidos para volver a cargar los líquidos originales, reactivando los sistemas y preparando para poner en marcha y efectuar pruebas funcionales, iniciando así el proceso que lo llevará a retornar al servicio.
Luego, los aviones son sellados externamente con varias capas de un revestimiento vinílico, lo que evita el ingreso de polvo, especialmente a los sistemas electrónicos y protege algunas áreas sensibles de los daños que produce el sol. Este proceso se aplica periódicamente a diversos aviones, algunos de los cuales son preservados en espera de ser transferidos a otra rama o servicio del Gobierno estadounidense, para lo cual en muchos casos pasan algunos años en preservación hasta ser reactivados, devueltos al servicio y asignados a alguna unidad.
Es así como en el caso de los aviones que se encontraban preservados, la FACh trabajó con la US Navy en el programa de puesta en servicio, el que consideró la depreservación y pruebas en la misma base en Arizona, para luego ser trasladado en vuelo a otra base de la USAF donde fue sometido a un completo mantenimiento mayor, donde se efectuó una revisión integral de la estructura y sistemas por parte de la USAF, en un trabajo que tomó cerca de dos años y que incluyó una serie de mejoras, además de las revisiones y reemplazos programados.
Estos cuatro aviones KC-130R entraron en servicio entre 2015 y 2016 e incrementaron significativamente las capacidades de Chile, pudiendo además de las misiones típicas del Hercules, reabastecer en vuelo a aviones de combate como el F-5E/F Tigre III de la FACh, o a los estadounidenses F-18, como lo hicieron en el ejercicio Mobility Guardian 2019, donde uno de estos aviones participó activamente cumpliendo misiones de traslado y lanzamiento de carga, evacuación de pacientes críticos, REA y otras misiones tácticas y de respuesta ante emergencias y desastres.
Aumento de capacidades y upgrade de los H y R
En 2019 la USAF inició un programa de actualización de cabina y otros sistemas de su flota de C-130H, con lo que busca continuar operándolos por alrededor de 20 años más en conjunto con su creciente flota de C-130J, la última versión del Hercules. En este escenario, la USAF redujo su flota a alrededor de 180 aviones del modelo H, lo que dio lugar a que ofreciera algunos de estos aviones a Chile, como a otros países, entre ellos Polonia, Colombia, Rumania y Jordania.
En este contexto Chile, en el 2021, recibió dos unidades y un tercero está programado para fines del presente año, con lo cual planea mantener una flota de ocho aeronaves, las cuales se proyecta operar hasta al menos el año 2043. Para lograr esta proyección se trabaja con la metodología que se denomina Gestión del Ciclo de Vida, donde además de mantenerlos adecuadamente -es decir, aplicar las revisiones programadas, reemplazo de componentes y solución de fallas imprevistas- se les va aplicando permanentemente mejoras de subsistemas y actualizaciones, que en muchos casos incluyen cambio de componentes estructurales, actualización de sistemas electrónicos, cambios de motor y todo lo que sea necesario para darles una nueva vida, mantener sus capacidades y continuar operando en forma segura, por muchos años como es el caso del bombardero estratégico B-52 Stratofortress con 70 años de servicio.
Ello es posible solo si se ha aplicado un adecuado programa de mantenimiento y una buena gestión del ciclo de vida durante las décadas anteriores, atendiendo oportunamente los problemas de obsolescencia y realizando las mejoras que el material requiere periódicamente, con lo que normalmente, un avión con un extenso período de servicio habrá sido sometido a la mejora o cambio de la mayor parte de sus sistemas y componentes.
De esta forma es que la FACh trabaja con esta lógica de la Gestión del Ciclo de Vida de su material aéreo, buscando mantener sus capacidades y evitar el impacto de la obsolescencia producida por el paso del tiempo y los cambios en la tecnología y normativa aeronáutica. En este sentido, pese a restricciones presupuestarias, la FACh hace significativos esfuerzos para mantener su flota actualizada y operando bajo los más altos estándares de seguridad.
La Gestión del Ciclo de Vida permite el upgrade del sistema de propulsión de los Hercules. Foto: Alfredo Eberlein
Este ciclo contempla que cada seis años los Hercules son completamente desarmados en un proceso de inspección que dura a lo menos un año, donde son reparados y sometidos a overhaul y mejora de sus múltiples sistemas y estructura. Es así como durante los últimos años, los C-130 chilenos han sido sometidos a varios programas de mejora y modernización, algunos de ellos de alcance muy acotado, como el reemplazo por obsolescencia de un instrumento o parte de un subsistema, hasta otros de mayor alcance, como dotarlos de una nueva cabina, que integre las nuevas tecnologías y cumpla con los requerimientos actuales de la autoridad aeronáutica internacional.
En 2010 los dos aviones originales fueron sometidos a una modificación integral de la cabina, llevándolos al concepto que se conoce como Glass Cockpit o cabina de vidrio, lo que no sólo involucró los paneles de instrumentos, sino también el reemplazo del todo el equipamiento de comunicaciones, navegación y el sistema de control de vuelo automático, agregando nuevas capacidades a estos aviones que ya cumulaban cerca de cuarenta años al servicio del país.
Estos trabajos se hicieron con Canadian Marconi y con mano de obra y apoyo de ingeniería de la Empresa Nacional de Aeronáutica (Enaer). Esta modificación permitió llevar estos aviones al último estándar en sistemas de navegación, control de vuelo automático y comunicaciones, reduciendo la carga de trabajo de las tripulaciones de vuelo e incorporando nuevas funciones que expandieron sus capacidades.
Actualmente la Fuerza Aérea de Chile está en espera de financiamiento para continuar con la modificación de cabina del resto de la flota, buscando acercarse a la estandarización que permitiría mejorar la disponibilidad y reducir los costos de mantenimiento.
Otro ejemplo de la Gestión del Ciclo de Vida que los ingenieros y técnicos de la FACh llevan adelante periódicamente, fue el programa de mejora de ruedas y frenos aplicado a partir de 2015: se reemplazaron los frenos multidisco de acero por frenos de carbono, que incorporan la última tecnología en frenos, mejorando la eficiencia de frenado y permitiendo una operación de frenado más segura. Además de reducir el tiempo de reemplazo de una rueda en un 80%, extender la vida de una rueda instalada en seis veces y distanciar los requisitos de overhaul en ocho veces, con lo que los costos de mantenimiento se reducen significativamente. Chile es el único operador en América, después de la USAF y US Navy, en incorporar esta tecnología en sus C-130.
Las nuevas hélices
Además de múltiples otras mejoras menores, la FACh se encuentra trabajando en el programa de mejora del sistema de propulsión, que reemplaza las hélices metálicas que los Hercules emplean tradicionalmente, por hélices de ocho palas y de material compuesto.
Estas nuevas hélices corresponden a una actualización que comenzó a desarrollarse hace alrededor de 20 años y que incorpora tecnología digital que mejora el desempeño, incrementa la potencia en velocidades bajas, reducen el ruido y las vibraciones, así como también los requisitos de mantenimiento, incrementando los niveles de disponibilidad, seguridad y reduciendo los costos de soporte.
Instalación de las nuevas hélices en un KC-130R de la FACh. Foto: Alfredo Eberlein.
La FACh espera que a fines de septiembre próximo vuele el primer C-130 chileno actualizado con las nuevas hélices. En los próximos meses, los cuatro primeros aviones debieran ser actualizados en instalaciones de Enaer en el aeropuerto Arturo Merino Benítez, con apoyo del fabricante, Collins Aerospace.
Con los programas de actualización realizados junto con otros varios que se encuentran en evaluación y búsqueda de financiamiento, la Fuerza Aérea de Chile proyecta extender la vida de los C-130 hasta las proximidades de la mitad del siglo, donde se deberá evaluar la situación y definir el futuro de este avión de transporte táctico que ha tenido un destacado desempeño en el apoyo de las bases antárticas chilenas y en el traslado de más de 250 pacientes críticos contagiados por Covid-19.