Un informe elaborado por el equipo de ingenieros del programa de futuras fragatas australianas Hunter sobre la revisión de diseño del sistema revela una situación más complicada de lo que ya había trascendido. Estos buques se basan en un diseño británico que no aún no ha sido probado, el Tipo 26, a diferencia de las ofertas que en su momento presentaron la italiana Fincantieri y la española Navantia. Esta última además gozaba con la ventaja de que el país oceánico ya cuenta con naves similares, por lo que hay voces que piden como alternativa adquirir más unidades de este tipo.
El citado documento, fechado en noviembre pasado, “indica que el diseño [del buque] está lejos de ser coherente”, de acuerdo con el analista militar Marcus Hellyer, que repasa estas circunstancias en un artículo fechado esta semana en la publicación del Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI). Hellyer revela que las importantes modificaciones que el Ministerio de Defensa australiano ha impuesto a la oferta elegida, como consecuencia de tratarse de un diseño inmaduro, han ocasionado a su vez importantes problemas.
Principalmente, por la necesidad de un aumento del tamaño del buque, que debe pasar de 8.000 a 10.000 toneladas de desplazamiento, lo que implica una importante reducción de su rendimiento mientras se incrementa el consumo de combustible y los costes de funcionamiento y se compromete su capacidad de combate. La merma que podría sufrir en una situación grave llega hasta el punto, explica el experto, de que en caso de tener que hacer frente a un enemigo habrá que elegir entre mantener el barco a plena potencia o hacer un uso intensivo del radar, ya que ambas cosas no serían posible.
Hay más. De hecho, añade el artículo del ASPI, “la lista de problemas continúa, lo que sugiere que, en última instancia, un diseño de buque factible puede no ser posible”.
Nueve unidades
Las fragatas de la clase Hunter se basan en el diseño de los buques británicas Tipo 26, de BAE Systems. Se trata de la opción elegida en junio de 2018 para dotar a Australia de nueve buques dentro del programa SEA 5000, al que también optaba la firma española Navantia, con un diseño derivado de las F-100 de la Armada, y la italiana Fincantieri con su Fremm.
Poco antes de conocerse el resultado del concurso, el ASPI publicó un informe en el que calificó la oferta de los tres contendientes. Del diseño de Navantia concluyó que “probablemente será el más eficiente de implementar en los astilleros de Australia debido a la similitud con los [destructores antiaéreos australianos también basados en la F-100] AWD y es probable que sea la opción menos costosa”. En cambio del buque basado en el Tipo 26 advirtió de que era la opción menos probada, ya que no existe ningún tipo completado de esta clase, aunque al mismo tiempo resultaba “el diseño más moderno”.
Cuatro años de retraso
Ahora, la circunstancia de haber elegido al candidato menos probado, está pasando factura, de acuerdo con Hellyer, que apunta que algunos expertos, incluidos voces desde el ASPI, han sugerido entre las posibles soluciones alternativas “la construcción de más destructores de guerra aérea de la clase Hobart, ya probados”, y que son las AWD derivadas de las fragatas españolas de la clase Álvaro de Bazán (F-100).
De momento, el inicio de la construcción de la primera unidad de la clase Hunter ya se retrasó de 2020 a 2022 y posteriormente hasta 2024, y se estima que no estará lista para combatir antes de 2034, lo que compromete las capacidades de defensa del país hasta entonces, apunta el artículo.
Ante esta situación, “simplemente no podemos darnos el lujo de cruzar los dedos y esperar que [el ministerio de] Defensa pueda resolver los problemas en el programa de la clase Hunter. Incluso si puede, la capacidad que ofrece es demasiado pequeña, demasiado tarde, a un costo demasiado alto y puede ser irrelevante frente a amenazas futuras”.
Problemas con los submarinos
El Gobierno australiano lanzó en el verano de 2015 este programa SEA 5000 para sustituir a los ocho buques de la clase Anzac con los que actualmente cuenta su Armada. Los Anzac fueron construidos en el país por Tenix Defence, actual BAE Systems Australia, entre los años 1993 y 2000. Al ganador del programa se le abren teóricamente las puertas para construir otras dos unidades más para la Armada de Nueva Zelanda, a la que en su momento se dotó con otros dos buques Anzac y se especula con que los acabará sustituyendo por el mismo modelo con el que se dote Australia.
El primer Anzac alcanzó el final de su vida operativa en 2020, de ahí que el antiguo Gobierno laborista ya recogió en 2009 en su Libro Blanco de Defensa el requisito de un sustituto. Las necesidades iniciales contempladas para este encargo se centran en buena medida en las capacidades de guerra antisubmarina (ASW), ante la proliferación de sumergibles en toda la región. Se trata de un componente con el que la Armada australiana contó tradicionalmente, pero que decayó al final de la Guerra Fría y durante su desempeño en las prolongadas campañas del Golfo.
El artículo de Hellyer también recuerda las dificultades que atraviesa Australia para modernizar su flota, en vista de lo ocurrido también con los submarinos franceses Attack, cuyo contrato ha sido rescindido en favor de un acuerdo con EEUU y Reino Unido (Aukus) para dotar al país de submarinos nucleares