Las autoridades israelíes se plantean la posibilidad de dar marcha atrás en la adquisición prevista de aviones de combate F-35. El caza fabricado por Lockheed Martin presenta algunos problemas en sus capacidades de carga de armamento y de sigilo, entre otros, y además los estadounidenses se niegan a compartir el código fuente del aparato, lo que impediría que Israel pudiese modificar la plataforma en función de sus necesidades. Además, esta circunstancia le obligaría a enviar los motores que necesiten reparación fuera del país para su puesta a punto: o bien a Turquía o a la propia Estados Unidos.
De acuerdo con el portal regional especializado Middle East Newsline, Tel Aviv podría acabar dependiendo demasiado del exterior para operar un avión que ha sido rechazado por la mayoría de países de la OTAN. Además, mientras el sistema alcanza su pleno potencial “vamos a tener docenas de aviones muy caros con capacidades limitadas”, según cita Israel National News de una fuente conocedora de la nueva situación.
Israel se interesó por la versión F-35B del avión, ya que está preparada para despegar desde pistas cortas y aterrizar verticalmente. Esta capacidad, incluida la de despegar en vertical con cargas ligeras, resultaría muy útil en caso de que durante una guerra las pistas de aterrizaje del país quedaran inservible por el ataque de misiles enemigos.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos acabó aprobando en 2008 la venta a la Fuerza Aérea de Israel de 25 F-35, más la opción de compra de otro medio centenar más durante los años siguientes, por 15.200 millones de dólares. Actualmente, el país espera la entrega de 33 F-35A.
Por otra parte, el Gobierno de Netanyahu ha mostrado su interés por adquirir aviones F-15, un modelo que los israelíes sí pueden modificar a su voluntad. Sin embargo, la Casa Blanca se ha negado porque presenta al F-35 como la única plataforma disponible para las fuerzas israelíes con los 3.000 millones de dólares de ayuda norteamericana que el país recibe cada año.