En un brutal ataque a una solitaria instalación militar, tres infantes de Marina de la Armada de Uruguay fueron ejecutados de disparos en la cabeza en la noche del 30 de mayo.
El ataque se produjo en una instalación militar de baja seguridad, instalada en el Cerro de Montevideo, donde en una pequeña cabaña se encontraban tres jóvenes de 22, 25 y 35 años pertenecientes a la Infantería de Marina, custodiando las instalaciones de una vieja instalación de radar, junto a algún material en desuso.
Dos militares se encontraban despiertos cubriendo el turno, mientras que un tercero descansaba en un dormitorio del pequeño recinto. En la mañana del domingo 31, un oficial de la Armada se presentó a realizar el relevo, encontrando a los tres militares ejecutados con disparos en la cabeza, sin signos de haberse defendido.
Asimismo, se detectó la sustracción de sus armas de reglamento Glock, pero no así sus chalecos antibalas altamente codiciados en por la delincuencia.
Ataques contra fuerzas militares o policiales de esta naturaleza no son comunes en Uruguay. Luego de derrotada la sedición, a principios de los años 70, apenas sobresalen uno o dos casos donde múltiples efectivos hayan perdido la vida en un ataque y casi siempre fue en algún tipo de enfrentamiento.
En este caso, llama la atención que los uniformados hayan sido ejecutados para solamente sustraerles las armas cortas de reglamento. Si bien la delincuencia ha atacado antes a otros uniformados para obtener su armamento, casi siempre es a policías solos (que también cargan Glock) o en situaciones donde el riesgo es bajo para los delincuentes.
Sin embargo, atacar una unidad militar de la Infantería de Marina, que precisamente es una de las reparticiones militares con mayor entrenamiento de combate, parecería a primera vista demasiado riesgo para solo obtener tres armas cortas como botín. Seguramente, la ejecución de los militares desatará una cacería humana pocas veces vista en el país