El primer ministro australiano, Scott Morrison, ha anunciado el plan de reorganización de su estrategia militar para la próxima década Morris ha revelado las pautas principales con las que, según sus palabras, “debemos prepararnos para el mundo después de la Covid-19, que será más pobre, más peligroso y más desordenado”. En este contexto, el país va a destinar hasta 2030 un total 270.000 millones de dólares australianos (algo más de 187.000 millones de dólares estadounidenses y casi 166.000 millones de euros al cambio actual) para adquirir nuevas capacidades militares y mejorar otras.
La estrategia incluye una ampliación de su fuerza marítima por un montante de 75.000 millones (casi 47.000 millones de euros) durante la década. La cantidad se eleva hasta una horquilla entre 168.000 y 183.000 millones (de 103.000 a 112.000 millones de euros) hasta la década de 2050 en este apartado de defensa naval, en el que se incluye una mayor capacidad para la guerra antisubmarina y submarina.
En la defensa aérea el proyecto de Morris prevé un desembolso de 65.000 millones (40.000 millones) hasta 2030, con los que se incrementarán las capacidades de combate aéreo, las movilidad, el armamento de largo alcance y los sistemas autónomos, entre otros.
Las fuerzas terrestres del país recibirán un desembolso de 55.000 millones (33.700 millones de euros) para incrementar su poder de combate, su interconexión, su protección y su integración. Los planes incluyen una inversión de hasta 11.100 millones de dólares australianos en futuros vehículos autónomos y hasta 11.500 para cohetes de largo alcance y sistemas de artillería.
En el dominio de la información y los recursos informáticos se prevé un gasto de 15.000 millones (9.200 millones de euros) para el periodo, lo que incluye un refuerzo de las capacidades cibernéticas tanto ofensivas como defensivas, la adecuación de los recursos de guerra electrónica y de mando y control, y la mejora de los sistemas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento.
Para el ámbito espacial también se contemplan 7.000 millones de dólares (4.300 millones) australianos para mejorar unos equipos relacionados, entre otros, con la mejora de las comunicaciones, el posicionamiento, la navegación y la sincronización en tiempo real.
La estrategia contempla además 50.000 millones (30.700 millones de dólares) en el denominado apartado de “empresa de defensa”, en el que se incluyen, entre otros muchos aspectos, la mejora de la industria nacional para la producción de distintos equipos, como armas guiadas y municiones explosivas.
De acuerdo con el cálculo estimado por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés), Australia empleó en 2018 en torno a 35.700 millones de dólares locales (casi 22.000 millones de euros) en su defensa, lo que equivale en torno el 1,9% de su producto interior bruto (PIB).
La oficina del primer ministro australiano recoge, en el comunicado en el que anuncia la nueva estrategia, que en la actualidad “la industria de defensa de Australia está creciendo con más de 4.000 empresas que emplean a aproximadamente 30.000 personas. Otras 11.000 compañías australianas se benefician directamente de la inversión en defensa y, cuando se incluyen más proveedores intermedios, los beneficios fluyen a aproximadamente 70,000 trabajadores”.