Colombia: ¿hacia una democracia radical 1
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Colombia: ¿hacia una democracia radical 1

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(Especial IEEE para Infodefensa) -Guillermo Duque Silva y Javier Cadavid Ramírez*- La propuesta de «democracia radical», impulsada por la filósofa Chantal Mouffe, puede encontrar en Colombia un «laboratorio de pruebas» que ofrece importantes retos. En este artículo se presentan los resultados de una investigación que indaga sobre las adecuaciones que, en el sistema democrático colombiano, se generarían con la participación política de la agrupación guerrillera FARC en el escenario del posconflicto.

Se sostiene que el caso colombiano constata el paso de «enemigos a adversarios», que propone Chantal Mouffe, con un matiz teórico-empírico particular, que podría dar lugar a una «versión radicalizada de la democracia radical», llamada «democracia ampliada», de la que este artículo es un breve preámbulo.

Introducción

2016 dejó uno de los más importantes acontecimientos de la historia política contemporánea: la última guerrilla revolucionaria con el mayor número de combatientes en el mundo, renunció a la posibilidad de una victoria militar y asumió el reto de incorporarse a la democracia. En Colombia, las FARC-EP firmaron un acuerdo definitivo de paz con el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y se abrieron paso a un nuevo escenario: ahora su lucha y hasta su existencia política, se sorteará bajo las reglas del «juego democrático».

Este hecho no puede pasar desapercibido, pues marca el final de la dinámica que impuso la Guerra Fría, y hace de Colombia un laboratorio único para constatar las formulaciones que las corrientes llamadas «posmarxistas» han perfilado, por décadas, como vaticinios de lo que constituye una «nueva estrategia socialista». Los teóricos de esa corriente han renunciado a la fórmula de la revolución armada, para pretender cursos de acción revolucionarios de la izquierda, en el interior mismo de la democracia. Uno de los más reconocidos proyectos posmarxistas es el acuñado por Chantal Mouffe, bajo la denominación de «democracia radical».

Analizaremos si el ideal de «democrático-radical» de Chantal Mouffe, podría encontrar en la Colombia del posconflicto, un suelo fértil para su realización.

La democracia radical de Chantal Mouffe

Chantal Mouffe es una de las pensadoras con mayor influencia en los círculos de izquierdas posmarxistas en el mundo. Una parte de sus aportaciones teóricas las realizó en compañía de quien sería su esposo, el filósofo argentino Ernesto Laclau. Con él escribió Hegemonía y estrategia socialista de izquierda, en 2004. En aquel texto, la pareja de filósofos formuló importantes postulados de revisión crítica frente al marxismo y socialismo tradicional. De cierto modo, en esa obra paradigmática de la llamada «revolución democrática», los autores emprendieron una campaña teórica en contra de los postulados básicos del marxismo, abogando por las identidades oprimidas que se escapan del esquema básico de la lucha de clases, sin perder de vista el horizonte revolucionario. La vía que pretendieron inaugurar Laclau y Mouffe, conduce a una radicalización de los valores que dan sustento a la modernidad y en ella, a la democracia.

Para estos filósofos, en el ejercicio democrático el reconocimiento de la diversidad de perspectivas, de puntos de vista y valoraciones respecto al régimen político, reactivaría la lucha revolucionaria, ya no en términos exclusivos de clase, sino como luchas por el reconocimiento que conducirían al sistema liberal a una implosión y redefinición de la democracia.

Con su crítica a la versión liberal de la política, Mouffe reinaugura una discusión sobre el valor del conflicto en lo político. Para la autora, todo consenso implica disenso, en la medida en que, siempre, algún punto de vista queda fuera del concierto de opiniones racionalmente absorbidas por el régimen demo-liberal.

Desde su punto de vista, la política no consiste en el consenso y tampoco en el conflicto incesante y autojustificado. Según Mouffe, el conflicto entre identidades colectivas es parte constitutiva de lo político siempre que, a través de su tramitación, sea posible generar «consensos conflictivos» sobre las diversas compresiones del bien común. En suma, la democracia radical es un régimen en el que se profundiza el principio de la libertad y el pluralismo, y en el que no se impone una noción de bien común, sino un horizonte común de representaciones posibles sobre la justicia y el reconocimiento y una «gramática de la conducta» que los grupos que imaginan dichos horizontes deben seguir para que su accionar político sea, radicalmente, democrático.

La idea de la democracia radical centra la esencia de lo político en el conflicto, como la vía por la cual se pueden lograr consensos realmente vinculantes y fieles a las demandas de los grupos y colectivos políticos. Mouffe explica que si bien el conflicto es la base de las relaciones políticas y dicho conflicto remite en múltiples ocasiones a la paradoja entre libertad e igualdad, es tarea de los regímenes auténticamente democráticos administrar dicha paradoja, no darla por obvia con esquemas morales que reemplazan las dicotomías amigo-enemigo, (del tipo izquierda-derecha, por ejemplo) con la simpleza artificial con la que se diferencia «lo correcto» y «lo incorrecto», en el plano moral. No se puede negar la existencia de luchas antagónicas en las sociedades democráticas, laverdadera tarea del Estado, es hacer que la posibilidad de que esas luchas se libren fuera de canales institucionales, sea cada vez menos probable.

La enemistad es el punto de partida de Mouffe y en ese sentido bebe fuertemente de los postulados de Carl Schmitt. Sin embargo se distancia de él al imponer a las luchas por los bienes que dan lugar a la organización del Estado, una gramática compartida y aceptada por todas las partes, así que, a diferencia de Schmitt, en Mouffe no se puede ser enemigo «hasta las últimas consecuencias», sino que se debe ser enemigo, siempre que la enemistad pueda tramitarse en un espacio común y reconocido como legítimo por las partes en disputa. Así, las identidades colectivas en la democracia radical coexisten antagónicamente, sin renunciar a las valoraciones que pudieran ubicarles en determinado momento como «enemigos». Pues, una vez se acepta la gramática institucional del Estado, quienes posan como enemigos no tienen otra opción que respetar dicha gramática como las «reglas de juego» que le ubican en el lugar común de los adversarios. Dice Mouffe que «no hay propiamente un consenso racional sobre el régimen político del país, en la Democracia radical los adversarios reconocen las reglas de juego como lo único común entre sí».

Mientras que en el liberalismo se reprime la lucha social y se combate los llamados esencialismos, por ser obstáculos a la convivencia, en la democracia radical las diferentes versiones particulares de la justicia son puestas en juego en una lucha agonística y entre adversarios que actualizan el pacto político a través de consensos parciales que permiten la ascensión de hegemonías y contrahegemonías. La esfera pública en la democracia radical, es un campo de combate de ideas del bien común en el que los consensos son medios y no fines del quehacer político.

En Agonistics, Chantal Mouffe ahonda en ese carácter pasional inherente a la humanidad. Para ella, ese rasgo constituye el combustible de la vida política en una comunidad, «de modo que la hegemonía impuesta por un grupo en una comunidad política concebida como un espacio agonístico, no es perenne, sino que está sujeta a ser derrotada en cualquier momento», «ya que lo político consiste en mantener ‘el juego’ por reconfigurar las relaciones de poder según los intereses de los diferentes grupos».

Los Estados de la democracia radical son espacios en disputa y las Constituciones políticas de los países con un régimen de ese tipo, son proyectos inacabados que responden, finalmente, a las relaciones agonísticas de poder entre grupos que luchan por organizar su espacio simbólico común como más les beneficie. En síntesis, en la democracia radical, se reconoce el compromiso de las partes por alcanzar el consenso y se niega el consenso entre las partes como finalidad exclusiva de lo político.

Las FARC-EP vs. el Establecimiento: ¿De enemigos a adversarios?

La propuesta de la democracia radical ha sido el motor ideológico de recientes cambios políticos en América Latina y en Europa, particularmente en Argentina, no obstante en la actualidad no es posible afirmar la existencia de un régimen democrático radical en ningún lugar del mundo. La oportunidad para que ello ocurra, parece estar en Colombia. El proceso de negociación y el Acuerdo Final con el que se selló la voluntad de paz entre las FARC y el Gobierno, pueden ser entendidas en clave democrática radical, en la medida en que la relación FARC-Establecimiento, sugiere el paso de una lucha antagónica a una rivalidad adversarial, en los términos de Chantal Mouffe. Las adecuaciones de la democracia en Colombia, con la participación política que tendría la insurgencia, pueden derivar en la construcción de un régimen democrático radical. Esa transformación en el régimen se expresa en tres asuntos concretos: en el reconocimiento de la insurgencia como fuerza política, legal y legítima a través de curules en el parlamento, en la resignificación del sentido de la ciudadanía y en las garantías para realizar oposición política de ideas al régimen contra el que se luchaba con las armas.

Continuará en 'Colombia: ¿hacia una democracia radical? (y2)'

*Javier Cadavid (Administrador público y filósofo) y Guillermo Duque Silva (Historiador y filósofo)

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