La preocupación norteamericana por la situación de seguridad en el Extremo Oriente es una preocupación legítima. La expansión militar de China es vista desde los Estados Unidos con especial preocupación porque afecta a una zona que es vital para sus intereses estratégicos. Justo es también reconocer que el llamamiento a un mayor esfuerzo europeo en materia de defensa y seguridad tiene una base de razones sólidas.
Pero también es justo reconocer el esfuerzo europeo en apoyo norteamericano especialmente en los últimos años. También debe recordarse que el cambio de foco estratégico hacia Extremo Oriente no debería implicar rupturas de las alianzas que han proporcionado estabilidad al mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
El debate unilateralista americano no es nuevo. Ya surgió con más o menos énfasis en otros momentos de la historia reciente, tras el final de la Segunda Guerra Mundial o tras el fin de la Guerra fría. Cierto es que Estados Unidos nos ha sacado las castañas del fuego a los europeos en varias ocasiones, pero debemos recordar el esfuerzo europeo especialmente desde el 11S. El ataque en Madrid el 11M, el más sangriento sufrido en Europa, se produjo como consecuencia del apoyo español a la intervención en Irak, en un momento político delicado y que trajo importantes consecuencias internas.
La participación española en Afganistán, la más costosa en vidas humanas para el Ejército español, responde a la lógica de la solidaridad aliada. Una lógica que también estaba detrás del apoyo proporcionado por el Gobierno español en 1991 a las operaciones de la Primera Guerra del Golfo, y que permitió un amplio uso de las bases españolas, aunque no se mostrase abiertamente a la opinión pública.
Desde Europa el viraje político norteamericano se ve con preocupación porque las relaciones internacionales pueden producir extrañas alianzas de conveniencia. Estratégicamente la atención americana sobre China es interesante para Rusia, que igualmente percibe la inestabilidad en Asia como fuente de preocupación. La agresividad rusa en Europa oriental no parece una prioridad para los norteamericanos, que al mismo tiempo permiten actuar a los rusos de forma más o menos libre en el conflicto de Siria. El acercamiento entre Trump y Putin es visto con recelo desde Europa.
La situación europea es peculiar. Francia afronta un futuro incierto, al igual que Alemania, y Holanda. En España de momento tenemos gobierno pero su estabilidad presenta incertidumbres. Por no mencionar el problema del Brexit. Desde el punto de vista de seguridad la inestabilidad política europea lejos de favorecer a Estados Unidos puede ser perjudicial. El deterioro de las relaciones entre ambos lados del atlántico beneficia a terceras partes y afecta a la estabilidad de occidente.
En España la relación bilateral con Norteamérica no ha estado exenta de pasiones desde 1953, hasta el referéndum OTAN pasando por determinados gestos de un candidato a presidente del Gobierno. Pero más allá de esas pasiones hay que actuar con visión política para buscar puntos que favorezcan también los intereses españoles. Un principio de realpolitik que llevó al viraje de Felipe González con la firma del convenio bilateral de 1988.
En el ámbito de la defensa hay intereses que pueden afectar a la industria española. La racionalización del sector industrial de defensa realizado en España en la década de los 90, representó importantes beneficios para Estados Unidos especialmente en sectores como el terrestre o el naval, a pesar de los problemas que las decisiones políticas adoptadas plantearon en el marco de la relación europea. La mayor 'europeización' podría llevar a reorientar determinadas decisiones buscando una mayor relación con nuestros socios europeos, lo que puede afectar a capacidades importantes: defensa contra misiles balísticos, sistemas de combate embarcados o futuro avión de combate por citar solo algunos ejemplos.
El compromiso español para aproximar el esfuerzo en defensa al compromiso de Cardiff está siendo manifestado por el Gobierno actual prácticamente desde su constitución. Llevará su tiempo. La importancia otorgada a la relación bilateral hispano-norteamericana en defensa ha sido reiterada recientemente por el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, a pesar de que es contestada desde sectores políticos y sociales.
La presión norteamericana sobre Europa para que incremente su esfuerzo en defensa es uno de los factores que se encuentra detrás de la nueva estrategia de seguridad y del futuro Plan de Acción de Defensa Europeo. Como ha recordado el secretario de Estado de Defensa, Agustín Conde, el desarrollo del plan tiene la finalidad de incrementar el esfuerzo global, pero también, y esto es importante, debe permitir una mayor autonomía estratégica. Un aspecto clave porque la autonomía puede buscarse desde la cooperación o la confrontación.
La confrontación con Europa puede tener importantes consecuencias domésticas para Estados Unidos. Si en Europa aplicamos el criterio Europe First la presencia industrial y tecnológica de las empresas norteamericanas puede resentirse a largo plazo. Para España esto es importante en un momento en el que se están planteando nuevas inversiones que permiten diferentes soluciones y que habrá que concretartambién en función de nuestros intereses.