2019, otro año perdido
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2019, otro año perdido

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El Gobierno ha enviado a las Cortes para su tramitación y quizás aprobación los presupuestos más expansivos de los últimos veinte años en relación con el producto interior bruto. Este año es de la implementación de la Pesco, el año que Estados Unidos considera dejar Oriente Medio; el año que Rusia continua con sus acciones hostiles, el año que los cuatro mini grandes europeos deciden lanzar un ambicioso plan de defensa, el año que Reino Unido, el gigante de la Defensa europea desde el punto de vista operativo, industrial y tecnológico abandona la Unión Europea, el año que todos nuestros vecinos incrementan nuestros presupuestos españoles; y el año en que España decide reducir las inversiones a cantidades por debajo de lo ya contratado, que dinamita el presupuesto de sostenimiento, el corazón de la operatividad.

Este año se daban todos los condicionantes para justificar un incremento del gasto en defensa, pero otra vez las elecciones, los miedos, las prioridades le juegan una mala pasada. Pero además estos presupuestos se contradicen con los grandes anuncios de inversiones aprobados por el gobierno en su corta vida. ¿Cómo se piensan iniciar estos programas? ¿Vamos a volver a recurrir a industria para financiar la innovación tecnológica?, es decir ¿A incrementar la bola de nieve de la deuda?

La visión deformada de la realidad que tenemos es que nuestras Fuerzas Armadas están operativas, con fuerzas desplegadas por medio mundo, y con una excelente capacidad de disuasión. Pero es un espejismo, las cifras delatan la realidad, porque los presupuestos tienen la virtud de reflejar cuáles son las prioridades y las realidades. Un ministerio de defensa que invierte apenas 700 millones en la industria en este año, es un departamento reducido a su mínima expresión. Un ministerio que dedica menos de 250 millones a mantenimiento, deja la operatividad reducida a mínimos históricos.

No se puede construir la defensa europea sin dinero; ni tener peso en las decisiones. Confiar todo a la creatividad de nuestros militares es negar la tecnificación creciente de la Defensa. Esperar que de un fondo milagroso saldrán los recursos para que la industria mantenga sus capacidades es una ilusión. Porque, además, esta pérdida de capacidades toca de lleno al valor añadido nacional de los programas. Por muchos contratos que se adjudiquen a la industria nacional, sin capacidades vivas, resultará mucho más eficiente subcontratar fuera, por lo que se perderán recursos y potencialidades.

Entramos de lleno en un estancamiento económico; ninguna previsión permite especular con crecimientos superiores al 2%, con una presión en pensiones y gastos sociales que deben crecer al 8% anual solamente para mantenerse. Podemos seguir pensando en estirar el chicle, pero me parece que ha llegado la hora de admitir que el modelo de fuerzas armadas no es sostenible con estos niveles de gasto. Es absurdo pensar que por tener barcos y aviones que no operan, en caso de crisis todo se activará de la noche a la mañana con una inyección de fondos. No hay capacidad industrial ni humana para poner a todos nuestros equipos en condiciones de operatividad en menos de un año, suponiendo que no falten recursos.

Ha llegado el momento de, si no se está en condiciones de regresar a los porcentajes sobre el PIB medios de la Unión Europea, de pensar en una reducción radical de capacidades, en crear unidades y mandos paneuropeos, si es que los demás quieren compartir sus excedentes con este free rider de la seguridad europea en el que se está convirtiendo en España. Cuando no se comparte la carga, no esperemos luego que compartan los beneficios.



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