Fidae ha sido este 2018 una feria de inicio tranquilo, sin la tradicional inauguración del inquilino de La Moneda y, quizás precisamente por eso, con menos ímpetu, que no asistencia, que en ediciones anteriores. Sebastián Piñera, el nuevo ocupante, por llamarlo de alguna manera pues ya ha probado la cama, rompió con la dinámica establecida por Michelle Bachelet y, en vez de cortar la cinta el martes de apertura entre industriales y militares, puso punto y final al programa el domingo de cierre entre familias con niños. Toda una escenificación que dejó clara la postura del Gobierno hacia el sector y rompió un poco ese encanto de bandas de colores, galones y divisas que marcan el inicio de la carrera por hacer negocio que define estos eventos.
A Piñera lo sustituyó para la ocasión el ministro de Defensa, Alberto Espina, que por muchas adhesiones que suscite no es lo mismo que un presidente, al menos ceremonialmente. En fin, que el día quedó un poco deslucido y descolocó a delegaciones y empresas que, en una esperanzada muestra de ilusión, habían calculado un protocolo, por si acaso lo de Piñera era broma, que finalmente les dejó con media mañana libre por la falta de glamour presidencial. Pero al final todo se recompuso.
El segundo día fue mejor, enviados de gobiernos de todo el mundo, rehecha la agenda, retornaron las visitas con fuerza y las reuniones comenzaron a fluir. Durante los cuatro días laborables de feria se notó el interés de las 525 delegaciones oficiales por conocer los productos y de las 533 empresas por mostrarlos. El resultado, más de 2.500 reuniones de negocios. Pero llegó el viernes y con él la desbandada internacional hacia el aeropuerto de representantes, empresarios, expertos y militares en beneficio de las familias que ocuparían los pasillos el fin de semana y de la actividad política, esta sí, ya presidencial.
Entre medias, muchos aviones, la mayoría de transporte, y algún vehículo blindado, también de transporte pero terrestre. Es decir, las empresas creen que Chile necesita tener en qué moverse. Lo que no está claro es que quiera arrancar y mucho menos la dirección a tomar, al menos en tierra, donde el nuevo Gobierno ha mostrado su intención de dejar de participar tan activamente en las misiones de paz de la ONU por el gasto que supone. Está por ver si esto afecta al interés del Ejército chileno, a la necesidad de proteger a las tropas obviamente no, por sustituir los viejos Mowag Piraña. También hubo drones, muchos y por primera vez reunidos en un espacio propio. Y también se celebró Unvex América, la gran cumbre latinoamericana de RPAS y referencia del mundillo en esos días. En sus conferencias, expertos, empresas y operadores sentaron las bases de desarrollo futuro del sector a nivel regional tanto en el ámbito formativo como en el de la regulación.
El inglés de las banderas
Más allá de los productos, la mayoría por supuesto aéreos, estaban los pabellones nacionales haciendo patria y negocio. Hasta la UE llevó el suyo con más de 30 pymes. EEUU tenía un hangar casi entero pero le fallaba el idioma, algo similar a lo que ocurría en Gran Bretaña, Canadá o Alemania. Incluso la mayoría de Brasil olvidó que en el país vecino se habla distinto. Al final, el inglés macarrónico de la mayoría hispanoparlante solucionó los problemas de comunicación de la minoría no hispanoparlante en un continente donde todos los países menos uno hablan la misma lengua. Curioso si la intención es vender algo y entendible solo si el objetivo real son las delegaciones extranjeras de continente o los acuerdos entre empresas no latinoamericanas. Ni mención a Rusia, un montón de metros cuadrados casi vacíos de visitas que dejaban claro que ni Chile es el sitio por tradición de compras ni la estrategia de marketing de mantenerse fuera del juego es la mejor. Buen ejemplo de lo contrario fue Saab, un reducto sueco que para la ocasión bien podría estar en cualquier rincón de Latinoamérica y que recibía prácticamente a cada delegación con el acento de casa, ya fuera brasileño, colombiano o de la India. Y claro, a rebosar.
Y luego estaban las grandes potencias del aire, Airbus, Leonardo, Embraer…., con chalet más allá de las pistas centrales. Entrada reservada, salón con sillones, barra con refrescos y jardín trasero con parrillada y vistas a las pistas desde las que partían los aviones que realizaban las demostraciones: A400M, Spartan, KC390…
Mención especial merecen las empresas locales. La industria de defensa en Chile se reparte básicamente en tres áreas públicas: mar con el astillero Asmar, aire con la empresa Enaer y tierra con Famae. De estas, a las dos primeras ni se las espera, son demasiado estatales por decirlo de una forma suave, pero Famae es otra cosa. La empresa tiene intención de futuro, vocación internacional y carácter emprendedor. Y buena muestra de esto son sus simuladores, con los que no solo se han consolidado en Chile frente a compañías internacionales, sino que empiezan a ser requeridos por otros países del entorno.
Al final la feria dejó un regusto dulce. Está claro que, como saben en cualquier casino del mundo, las luces, los colores y la buena presencia de los y las que por allí pasean hacen de una feria un amasijo de promesas de negocio apasionadas. Pasada la resaca habrá que ver cuántas de esas 2.500 reuniones valieron para algo más que descansar de los viajes de estand a estand, o probar el churrasco.