(Especial CEEAG para Infodefensa) En este ensayo de la revista Survival, Global Politics and Strategic, los autores Hiim y Stenslie buscan responder las interrogantes: ¿podría haber un reordenamiento de poderes en el Medio Oriente, incrementando la presencia de China en detrimento de la de EE.UU? y, en relación a esto, ¿aprovechará China la oportunidad de establecer una fuerte presencia militar en la región, estableciendo alianzas significativas que lo conduzcan a reemplazar la hegemonía estadounidense?
Al respecto, los investigadores plantean como hipótesis de trabajo que China parece determinada a mantener buenas relaciones con los principales países de la región, manteniendo un perfil bajo y evitando interferir en la política estadounidense en zona.
Con el fin de dar respuesta a las interrogantes y corroborar dicha hipótesis, el texto se estructura en cuatro acápites. Los que sintetizan a continuación.
El primero de ellos describe la política realista de China para conducir las relaciones internacionales y, en específico, para aproximarse a la región del Medio Oriente. Aquí se asevera que a diferencia de la visión idealista que ha mantenido EE.UU, China cree más en la fórmula del “balance de poder”. Como en las últimas décadas sus capacidades se han incrementado considerablemente, hoy el gigante asiático pretende tener un rol mundial más activo. En este sentido, existen tres puntos clave para comprender los alcances de este nuevo rol:
China no permitirá que alguien le impida conseguir sus intereses económicos y de seguridad.
China no pretende influir cultural, ideológica o políticamente en los países con los que se relaciona. La potencia se relaciona con países que poseen cualquier tipo de régimen político.
China no busca exportar ni influir con su modelo político.
Los analistas definen la política china como oportunista y orientada a obtener beneficios que satisfagan sus intereses pragmáticos. Inclusive han llegado a identificar que establecen mejores relaciones con países que tienen un gobierno autoritario.
En el segundo acápite se analizan los intereses de China en Medio Oriente. El principal interés se encuentra en la mantención de su seguridad energética. A diferencia de Estados Unidos, China es altamente dependiente del petróleo de la región, se calcula que para el 2030 el petróleo importado a China constituirá un 80% y casi la mitad proviene de esta zona. Sin embargo, no le interesa ser una interferencia para Estados Unidos, ya que está consciente de que cualquier inestabilidad puede afectar el suministro, por ello mantiene la distancia ante cualquier problema entre los Estados que pudiera cortar el suministro o las vías de comunicación (Estrecho de Ormuz o del Mandeb).
Por otra parte, el sector del Medio Oriente es visto por China también como un “recurso de desviación estratégica”, en el sentido de que mientras los problemas de la zona se mantengan constantes seguirán siendo el foco de atención para las potencias occidentales evitando que ellas desarrollen sus intereses hacia la zona del Asia Pacífico.
Respecto del problema nuclear, China tiene la capacidad de presentarse como un aliado de Estados Unidos para frenar la proliferación nuclear, permitiéndole mantener su ventaja nuclear; pero, brindando apoyo económico a Pakistán, India e Irán.
En la tercera sección se propone y demuestra que China tiene un enfoque discreto en Medio Oriente. Este se encuentra cimentado en cuatro pilares fundamentales.
China mantiene buenas relaciones con los principales países de la región. Actúa con flexibilidad ante ellos, no le interesa establecer relaciones formales y tampoco cuestiona el tipo de régimen político que tienen. En síntesis, es hábil en establecer relaciones desarrollando un delicado balance de poder y manteniendo un perfil bajo.
Evita desafiar los intereses de EE.UU en la región, por ello se mantiene al margen de las decisiones que la potencia ejecuta en la zona. Asimismo, considera que la presencia de EE.UU en Medio Oriente contribuye a mantener las líneas de comunicación y transporte que aseguran el suministro de petróleo.
La presencia de militar de China se ha incrementado en el último tiempo, pero ella se ha realizado desde una perspectiva reservada y se ha enfocado, principalmente, a contrarrestar la piratería, a proveer de tecnología específica (drones) y establecer bases de ultramar para facilitar el intercambio comercial.
China prefiere desarrollar estrategias de “apalancamiento económico” en vez de emplear la fuerza militar. Ello se plasma en las grandes inversiones, financiamiento a proyectos y establecimiento de cooperación comercial con los países.
Finalmente, en el cuarto acápite se reflexiona en torno a si el pragmatismo chino puede ser duradero. Al respecto los autores sostienen que es muy probable que China mantenga la visión pragmática en sus relaciones con otros países. Aun cuando no descartan un cambio de escenario que exija una respuesta militar, ellos consideran que, si ese fuese el caso, dicha acción sería leve, ya que ante todo Beijing prefiere influir con políticas económicas para moldear las relaciones internacionales.
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