El conjunto de la economía mundial se está viendo afectada por el Covid-19. Todo tipo de limitaciones restringen la actividad económica, comercial, inversora, financiera, etc. El resultado de todo ello ya se está dejando sentir en los crecientes Ertes, en la enorme inyección de gasto público, en la tremenda reducción de todo tipo de actividad económica e industrial y en un sinfín de aspectos que darán la cara en no mucho tiempo. Entre ellos cabe destacar uno que se erige como una constante en todas las crisis económicas, cual es el proteccionismo de los países a fin de impulsar sus economías. Este será probablemente uno de los caballos de batalla para la salida de esta situación.
Si, esta es una crisis muy profunda, y quizás amplia en el tiempo ya que ella misma está cambiando los fundamentos económicos, y si, va a dejar importantes cicatrices y no menos cambios, que tendremos que aplicar en numerosos ámbitos –y no sólo el económico-, y que habrán de servir de lecciones aprendidas. En este sentido, la Estrategia de Seguridad Nacional pone de manifiesto que los factores que pueden desestabilizar el sistema económico y financiero son de diversa naturaleza y que, dado que sus efectos son transversales, es necesario también analizar su dimensión de seguridad.
La industria de defensa, como conjunto de empresas con relaciones entre ellas y con terceras firmas, se ve igualmente afectada por la situación. No obstante debido a su carácter estratégico posee unos rasgos un tanto diferenciales frente a otras industrias. Es necesario puntualizar que no todas las empresas de la denominada industria de defensa -ente que estadísticamente no existe-, son iguales y que los efectos de esta crisis son diferentes entre ellas, por lo tanto es necesario distinguir algunos tipos de empresas -sin ánimo de exhaustividad- que, en conjunto, definen, por agregación, la industria. De esta manera se podrá hacer un análisis más adecuado de la situación.
En primer lugar, se encuentran las empresas que, de forma mayoritaria o exclusiva, dedican su actividad al ámbito de la defensa y que, por lo tanto son acreedoras de dos características, a saber: una elevada dependencia de los presupuestos de defensa y la necesidad de exportar dado lo exiguo de aquellos. En este caso, la previsible congelación presupuestaria –si no reducción-, generará un importante efecto en ellas. El problema diferencial respecto a otras crisis, es que en esta ocasión la capacidad de exportar puede ser menor debido a dos factores. El primero tiene que ver con un mayor proteccionismo de los países, que desearán impulsar su industria nacional a fin de ir capeando el temporal. Por lo cual también es previsible que se invoque el art. 346 del TFUE de manera más habitual. Por otra parte, la puesta en marcha de nuevo de la actividad productiva puede suponer importantes retrasos en la exportación de material de defensa en el momento en que las cadenas de suministro se verán igualmente afectadas.
En segundo lugar, se encuentran las grandes empresas del sector, generalmente diversificadas entre los mercados civil y militar debido a sus amplias capacidades. También dependen de los presupuestos de defensa, pero de una forma menos intensa que el grupo anterior, ya que compensan las posibles faltas de actividad en el mercado militar con los rendimientos procedentes del mercado civil. Estas firmas son las prime, las que capitanean los grandes programas nacionales e internacionales de sistemas militares y suelen obtener financiación de las actividades de I+D vinculadas a dichos programas. En su caso tienen algunos factores a favor y otros en contra.
Entre los primeros cabría destacar su mayor capacidad financiera y la posibilidad de enjugar las posibles pérdidas de un mercado con ganancias en el otro. Sin embargo, se enfrentan a costes hundidos importantes si la actividad cesa durante un período temporal amplio, así como a problemas de valoración bursátil. Adicionalmente, su dependencia de la cadena de suministros impone una restricción adicional debido a que mayoritariamente son plataformistas que requieren de multitud de sistemas y subsistemas para realizar su producción. Con relación a su actividad en I+D, el efecto positivo de la prefinanciación se puede tornar negativo si las actividades de investigación y desarrollo se frenan e incluso se tienen que abandonar temporalmente. No obstante este es un factor de largo plazo, por lo que si el tiempo no es demasiado amplio, los efectos pueden ser menores.
En tercer lugar, se encuentran las empresas suministradoras de los dos fenotipos de empresas anteriores. Forman parte, tanto de los segundos niveles y sucesivos, como de las cadenas de suministros y suelen ser de mucho menor tamaño, generalmente pymes. Normalmente son el eslabón débil de la cadena debido, tanto a su tamaño, como a su reducida capacidad financiera, lo cual limita sustancialmente su margen de maniobra ante situaciones sobrevenidas como la que se vive actualmente. Según los datos oficiales, el 83% de las empresas de defensa son pymes y microempresas, lo cual indica la importancia que, para la supervivencia de estas empresas, tiene el buen funcionamiento del mercado, aunque no toda su actividad se centra en defensa, lo cual es una válvula de escape importante.
Por último, se encuentran las empresas muy especializadas en productos clave para la defensa, sistemas y susbsistemas, así como tecnologías muy concretas y punteras. Los problemas de este tipo de firmas pueden impactar de manera sustancial en el conjunto de la industria, ya que desarrollan tecnologías básicas para el funcionamiento de otros sistemas o incluso, sistemas en sí mismos. De nuevo la cadena de suministro se puede ver afectada de manera intensa.
Por lo que respecta a los efectos de tipo más transversal y, continuando con la cadena de suministro, ya hay importantes problemas a nivel internacional con ellos, por ejemplo del F-35, para algunos países como Italia o Japón, que adquirieron este sistema. Esto muestra cómo las de cadenas de suministro internacionales son difíciles de controlar por los países. Este aspecto es una de las bases de la autonomía estratégica e industrial de los países, pero al internacionalizarse, la dependencia de empresas foráneas se eleva sustancialmente, así como los riesgos de falta de suministros en tiempo.
Los cierres, aunque temporales, pueden también imponer costes hundidos a las empresas. Estos costes de difícil, sino imposible recuperación, son tanto mayores cuanto más especializados sean los productos, mayor sea el nivel tecnológico de la empresa y más intensiva en actividades de I+D. Ello se debe, no sólo a los sistemas de producción, sino a la importancia del capital humano que puede verse afectado por despidos o Ertes y que es difícil de recuperar posteriormente.
En cuanto a la actividad de comercio internacional que desarrollan las empresas de defensa, el frenazo es importante. Dado que las cadenas de suministro, como se ha mencionado se congelan, los inputs necesarios para los sistemas de exportación quedan igualmente ralentizados, con el consiguiente efecto en los ingresos de las empresas exportadoras, retrasos y sobrecostes que han de soportar y que tendrán que negociar con los clientes. Debido a la elevada apertura comercial del sector y, a que más del 80% de su producción se destina a los mercados foráneos, este puede ser uno de los aspectos que más intensamente afecten a la industria de defensa española. Si a ello se une que los inventarios de las empresas tienden a ser mínimos para evitar incurrir en costes, el efecto puede ser aún más relevante. En términos administrativos, una parte importante de las exportaciones requiere de aprobación por parte del Ministerio de Defensa -Jimddu-, que pueden sufrir igualmente retrasos por la situación.
En definitiva, los problemas que la situación actual está generando en la industria de defensa española poseen una doble vertiente: la relativa a perfiles de empresas concretos y que requerirán de políticas ad hoc para cada uno de ellos y, la que tiene que ver con problemas de corte transversal que afectan a la mayor parte de las empresas de la industria y que necesitan un enfoque más amplio para su resolución, más horizontal. La cuestión clave radica en cómo serán las soluciones y si los policy makers serán capaces de aportar soluciones a una complejidad y un entramado de problemas elevado, siempre teniendo en perspectiva lo que expone la Estrategia de Seguridad Nacional: “…cobra especial relevancia garantizar la seguridad de aquellos sectores, empresas, servicios, tecnologías o sistemas de información de especial interés para la Seguridad Nacional”. Este sería el caso de la industria de defensa, pero esto será objeto de otro análisis.