La recepción de sistemas rusos de misiles antiaéreos S-400 por parte de Turquía, iniciada el pasado viernes, permitirá al país tenerlos desplegados antes de diez meses. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha revelado que estas armas estarán totalmente listas para prestar servicio el año que viene. “Con el permiso de Dios”, ha concretado, “se habrán instalado en sus correspondientes sitios en abril de 2020”.
El suministro de este material a Turquía por parte de Rusia se enfrenta a la oposición directa de Estados Unidos, aliado de Ankara en la OTAN. Fuentes estadounidenses citadas por la cadena de radiodifusión financiada por EEUU Radio Free Europa han apuntado que esta operación puede, no solo afectar a la legislación prevista para que los países aliados no adquieran equipos militares a Rusia, conocida por las siglas Caatsa, sino que además Turquía puede acabar fuera del programa de aviones de combate de quinta generación F-35.
Estados Unidos ya advirtió anteriormente a Turquía de que si continúa con sus planes “dará como resultado una reevaluación de su participación en el programa F-35, en el que tiene previsto adquirir un centenar de unidades, y pone en riesgo otras posibles transferencias futuras de armas.
Los S-400 Triumf, fabricados por Almaz-Antey, ya están en uso con el Ejército ruso desde 2007. Se trata de un desarrollo, heredero del sistema antiaéreo de largo alcance S-300P, que ha sido concebido para repeler amenazas como aviones, helicópteros, drones y misiles, tanto de crucero como tácticos, capaces de llegar con velocidades de hasta 4.800 metros por segundo. La exportadora rusa de material de defensa Rosoboronexport es la encargada de las entregas a Turquía, que ya anunció que tendría lugar durante este año.
Turquía confirmó a mediados de 2017 que su país había encargado a Rusia sistemas de misiles antiaéreos S-400, por un precio de en torno a 2.500 millones de dólares tras años de infructuosos intentos de dotarse con sistemas similares fabricados en Estados Unidos. Desde ese momento los aliados occidentales de la OTAN han estado presionando sin resultados a Ankara para que dé marcha atrás en esta adquisición, de la que alegan que puede plantear serios problemas por no tratarse de un sistema militar compatible por los utilizados en la Alianza Atlántica. Según sus argumentos, esta circunstancia supondría una amenaza para los aviones de combate fabricados por EEUU.