Cada cierto tiempo se escucha hablar sobre las capacidades estratégicas de la defensa, particularmente cuando se requiere renovar material bélico o para resaltar sus acciones en operaciones militares distintas a la guerra. Lo cierto, es que las capacidades estratégicas responden a un concepto mucho más amplio que parece necesario delimitar para mayor utilidad del mismo
Primero, podrá esperarse que una capacidad estratégica tenga los atributos necesarios para que le den dicha connotación (estratégica). Esto deriva de que ellas surgen de una definición del Estado para enfrentar los desafíos estratégicos que el entorno le presenta al país, en función de análisis del más alto nivel realizados por el Ministerio de Defensa, sus subsecretarías y el Estado Mayor Conjunto. Así entonces, el adjetivo de estratégico son el producto del Sistema de Defensa, que responde a una demanda de impacto para todo el esfuerzo nacional.
Sabiendo de dónde viene el adjetivo “estratégica” es el turno de profundizar sobre qué entendemos por “capacidad”. El Libro de la Defensa Nacional de Chile (2017) la entiende como la “habilidad que se obtiene de la interdependencia y ponderación de factores de capacidad para cumplir las misiones asignadas a la Defensa Nacional”, lo cual debe ser complementado con el hecho de que esa habilidad es para generar efectos y a través de esos efectos, lograr las tareas. Esta primera aproximación entrega buenas pistas para desestimar el grado de equivalencia que se le da a las capacidades estratégicas, con sistemas de armas tales como tanques, fragatas o aviones de combate.
Si una capacidad estratégica es una “habilidad” entonces difícilmente podrá ser un material determinado por muy moderno y eficaz que este sea. No obstante, esto no quiere decir que el material no forme parte de una capacidad estratégica, ya que, tal como establece la definición citada, esta habilidad es el resultado de un conjunto de factores interdependientes, entre los cuales, se encuentra el material.
Así, una capacidad estratégica deberá articular no solo el material sino también el entrenamiento, recursos humanos, organización, doctrina, infraestructura, sostenimiento e informaciones, conformando así, los denominados factores de capacidad o factores Merodisi.
De este modo, si tomamos como ejemplo los aviones y helicópteros que conforman la Brigada de Aviación del Ejército de Chile (material) requerirá tripulaciones (personal) con las destrezas necesarias para operar dicho sistema de armas (entrenamiento), donde cada avión y helicóptero además de su respectiva tripulación estarán encuadrados en una unidad determinada (organización) y se emplearán de acuerdo a una serie de procedimientos técnicos y tácticos uniformes para todos quienes componen esa unidad (doctrina). Además, ese material requerirá de hangares que los protejan de las inclemencias del tiempo atmosférico y de instalaciones donde poder efectuar el mantenimiento respectivo (infraestructura). Por otra parte, se necesitará de otros medios para apoyar administrativa y logísticamente, tanto al personal como el material que conforman esas unidades (sostenimiento). Finalmente, la operación de una unidad de estas características demandará y producirá un flujo de información determinado, que requerirá de plataformas físicas, sotfware y procedimientos (información) para su análisis y procesamiento.
La integración de todos estos factores de capacidad, dan origen a la habilidad que tiene la Fuerza Terrestre del Ejército de Chile, para realizar operaciones aerotransportadas constituyendo esto, una capacidad estratégica.
¿Quiere decir esto que las capacidades estratégicas sirven solo para la defensa en el ámbito de la seguridad exterior? La respuesta es no y la evidencia de aquello se demuestra día a día. El hecho de contar, por ejemplo, con las habilidades que provee una brigada de aviación le ha permitido al país participar fuera del territorio nacional en operaciones de paz (Timor Oriental y Haití), operar en conjunto con Conaf en incendios forestales y durante este año, trasladar a cientos de personas desde zonas aisladas hacia centros hospitalarios para poder recibir tratamiento médico, entre muchas otras actividades. Esto mismo se replica con unidades motorizadas, acorazadas, de operaciones especiales y de montaña con que cuenta el Ejército de Chile, tal como se ha visto a lo largo de todo este 2020, en respuesta a los desafíos que ha impuesto la pandemia de Covid-19, situación que se repite con las capacidades de las otras Fuerzas Armadas.
Finalmente, es necesario resaltar el círculo virtuoso que se produce al invertir en capacidades estratégicas para las Fuerzas Armadas. Cuando se abordan las inversiones en defensa desde la mirada de una capacidad, es decir visualizándolas como una habilidad, generada a base de los factores Merodisi que la componen, no solo se está reforzando la capacidad disuasiva de nuestro país, sino que además, se está aumentando el potencial de las instituciones de la defensa para que participen en distintas tareas que requiera nuestro país para contribuir decididamente con la protección de nuestra población y territorio, respecto de los riesgos y de las amenazas propias del ambiente operacional actual y futuro.