Viene de 'ARC Cotuhe, el guardián del Amazonas colombiano (I)'
Si la luz del día recorta la silueta del ARC Cotuhe la noche directamente lo evapora. A las seis de la tarde el buque es más fantasma que nunca, etéreo sobre la superficie negra del agua. Operar sus 26 metros de eslora en esas condiciones puede ser peligroso. Para eso está la Unidad de Reacción Rápida (URR) Eduardoño 380 Tipo B que, con sus 11,5 metros de eslora y 2,5 de manga es infinitamente más manejable que su hermano mayor. Al caer el sol, la URR suelta amarras.
La navegación nocturna en la parte colombiana del Amazonas está restringida y para velar por el cumplimiento de esta norma están las unidades de reacción rápida de su Comando de Guardacostas del Amazonas (Cgama) de la Armada Colombiana (ARC). Su trabajo es realizar labores de vigilancia y control, interdicción fluvial, visita e inspección a las embarcaciones que transitan en los diferentes puertos y poblaciones de este afluente trasnacional.
Si la discrección es teoría durante el día por la noche es premisa. El patrullaje nocturno vive del oído, de los chapoteos y los fueraborda a distancia. Y sí, se oye todo.
La misión comienza con la caída del sol. El Comando de Guardacosta planea el curso del patrullaje antes de zarpar. La URR inicia su despliegue operacional a baja velocidad. Vamos a bordo en silencio. La tripulación busca luces, ruidos o siluetas que delaten a las embarcaciones que transitan por el rio, transportando personas o bienes y mercancías, porque precisamente de noche se realiza el tráfico de mercancías (contrabando) de una orilla a otra, tratando de evitar así el control no solo de la Armada, sino también el de las autoridades aduaneras.
Pasada cerca de media hora de patrullaje se detecta una embarcación sin luces que se dirige al puerto de Leticia. La URR hace sonar su sirena y dispara un potente reflector contra el bote, que por un momento incluso parece adquirir capacidades humanas y saltar del susto. La tripulación indica al deslumbrado lanchero que apague el motor y la URR se coloca a su costado para inspeccionarlo.
La inspección comienza por un lado mientras por otro se requieren los papeles del lanchero y de su lancha. El hombre explica a los marinos el motivo de la violación de las restricciones de navegación nocturna y es enviado a atracar al puerto. Se le recomienda que la próxima vez atienda esas restricciones para evitar que se le inmovilice el bote. Mientras, el equipo se comunica con la estación en tierra para que estén pendientes del arribo del bote y su tripulante.
El patrullaje continúa dos horas más antes de volver a puerto para el relevo. Nosotros desembarcamos, un turno de patrullaje es más que suficiente por esta vez. Pero la Armada colombiana no descansa, una vez en puerto, una segunda tripulación está ya preparada para, una vez repostado el depósito de combustible, regresar al Amazonas.
Estas labores son realizadas a diario –tanto de día como de noche- de manera constante, en diferentes tramos y por diferentes embarcaciones de la ARC, con el objetivo de verificar y hacer cumplir la normatividad para el tránsito por el río, así como para poder garantizar la supervivencia de navegantes y de turistas y además para evitar la comisión de delitos de carácter trasnacional.
La vigilancia y el control permanente que se ejerce sobre el río es sin duda una labor que garantiza la seguridad a las comunidades ribereñas, que tienen como principal vía de comunicación –y fuente de sustento- al Amazonas, pues en la medida en que se puedan realizar las actividades diarias de navegación, transporte y comercio de manera segura, no se verá afectado el desarrollo social y económico de estas comunidades y por tanto de la región. Es en este sentido en que la Armada viene trabajando, de manera coordinada, con las autoridades políticas y cuyos resultados se ven reflejados en los altos índices de seguridad y orden público a lo largo de la ribera del Amazonas.