La guerra de Ucrania y los nuevos programas de helicópteros
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La guerra de Ucrania y los nuevos programas de helicópteros

La invasión rusa está redefiendo el diseño del ala rotatoria y el empleo en conflictos
FARA Forest foto Sikorsky
Helicóptero Raider de Sikorsky para el programa FARA, cancelado por EEUU. Foto: Sikorsky
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La guerra de Ucrania ha puesto en un serio riesgo a los programas de helicópteros. Mientras que en los medios de comunicación y en las redes sociales se mostraban los derribos y las bajas diarias causadas al Ejército ruso, incluyendo la descripción del material destruido, dañado o capturado, en las oficinas de planeamiento, logística y mantenimiento se encendían las señales de alarma. Contabilizar derribos y difundirlos es parte de la guerra de propaganda, pero ya sean de uno u otro bando, ver lo que ha pasado con los Ka-52, Mi-2, Mi-8 o Mi-24 tiene consecuencias para la política de Defensa. No se trata de un defecto de calidad de fabricación o de un torpe empleo táctico por falta de entrenamiento, sino de una vulnerabilidad evidente. También afecta de manera determinante a la industria porque, como pasamos a analizar, pone en jaque los planes a largo plazo.

Una de las lecciones aprendidas en la guerra de Ucrania es que los helicópteros se quedan en tierra, así como los cazas de quinta generación. Paradojas de la tecnología y de los conflictos actuales: lo mejor no sale al campo de batalla por temor a que quede destruido. En una guerra de atrición, donde las trincheras hacen que el frente sea estable y los avances implican un elevadísimo coste en vidas de combatientes y en recursos, el control del espacio aéreo -defensa y ataque- se convierte en una capacidad fundamental.

El Ka-52 Alligator o Caimán fue una de las grandes promesas del invasor ruso y muchos han sido destruidos. Ya sea por el uso de drones, guerra electrónica o de la defensa antiaérea de misiles, si esto ocurre con lo mejor que tiene Moscú en ala rotatoria de ataque, la vulnerabilidad será la misma en el Apache norteamericano y el Tigre europeo. Estos helicópteros están diseñados para garantizar velocidad, un amplio radio de combate, autonomía, maniobrabilidad y flexibilidad operativa, por lo que integran sistemas de armas que incluyen misiles antitanque, cohetes, ametralladora y cañón. Para evitar el alcance de las defensas tierra-aire, el Caimán fue modificado para poder lanzar misiles a una distancia de 15 kilómetros, y el Mi-28N ha sido transformado para incluir interceptores de drones, con un cañón automático de 30 mm, originalmente diseñado para montarse en blindados y plataformas terrestres.

Conforme iba desarrollándose los enfrentamientos en Ucrania, se fue evitando el uso de helicópteros para la penetración profunda en el campo de batalla, con el objetivo de preservar unas capacidades que se demostraban limitadas. También los errores tácticos con respecto a la altitud de vuelo y los vuelos diurnos: para desactivar o destruir objetivos, lo mejor son altitudes muy bajas y volar de noche.

Todo conflicto bélico implica una transformación tecnológica. En este caso, si algo está claro es la sustitución de sistemas por lo no tripulado. Se trata de salvaguardar las vidas humanas, las de los combatientes, de ahorrar costes en un presupuesto escaso, y de asegurar efectos letales en el adversario.

Las vulnerabilidades señaladas han hecho que Estados Unidos cancele el programa de última generación denominado Future Attack Reconnaissance Aircraft (FARA). Era una prioridad y ya contaban con dos prototipos a punto de ser seleccionados, con diseños muy logrados y prometedores: el Raider X de Sikorsky y el Invictus 360 de Bell. El impacto es significativo porque estaba llamado a reemplazar a parte de la enorme flota de 1.000 Apache AH-64, que para que comprendamos su importancia, es el equivalente al K-52 ruso.

Además, el Ejército estadounidense planea, entre otros, poner fin a la producción del UH-60 Black Hawk en 2025 debido al importante crecimiento de los costes. La historia se repite con lo que fue el helicóptero de ataque furtivo RAH-66 Comanche y el de reconocimiento ARH-70A Arapaho. La cancelación de FARA responde a la necesidad de liberar miles de millones de dólares para invertir en sistemas no tripulados. Si la amenaza son los misiles y los drones, el presupuesto irá orientado a estos sistemas de armas. Lo que ocurre en Ucrania refleja un cambio en la estrategia industrial y pone patas arriba años de planificación.

Lo que ocurre en el Pentágono también afecta a los programas europeos. El detonante es que la Bundeswehr alemana ha confirmado que sus helicópteros de ataque Tiger serán retirados en el año 2032, seis años antes de lo previsto en los anteriores planes estratégicos, que señalaban la fecha de 2038. La decisión ha sido confirmada en el Informe Anual de Armamento, publicado el 31 de enero: queda fuera de uso operativo en 2032 y con apenas 33 unidades para 2028. Las consecuencias para el mantenimiento y el ciclo de vida afectarán a todos los ejércitos que disponen del Tigre, como es el caso de España, Francia y Australia. Las plantas de producción, en este caso de Airbus, también tendrán que adaptarse.

Si la Guerra de Vietnam fue el inicio, quizás estemos presenciando un cambio en el futuro del ala rotatoria. Han pasado más de cincuenta años desde el utilitario y polivalente Black Hawk, toda una vida útil operativa asombrosa. Junto a las lecciones aprendidas de Ucrania habría que añadir las de Nagorno-Karabaj (guerra) y Gaza (insurgencia). Velocidad, alcance y resistencia deberán ser compatibles con las nuevas tecnologías. Los requisitos serán más exigentes y la industria deberá satisfacerlas, haciendo compatible un presupuesto y un ciclo de vida que permitan la exportación y los programas de modernización, por no hablar de versiones navalizadas.

Doctrina, usos, y rendimiento operativo en el corto alcance deberán incluir la ausencia de ruido, los dispositivos de protección y la interoperabilidad con otros sistemas de armas. Parece que los entusiasmos por la descarbonización, los combustibles alternativos, los motores eléctricos y los procesos de fabricación sostenibles del ámbito civil quedarán relegados a un segundo plano. Se trata de ganar la guerra contemporánea. La amenaza se llama dron, pues ha sido el responsable del mayor número de plataformas destruidas, y no en vuelo, precisamente, sino en tierra, por evacuación y reabastecimiento. Con razón cabe afirmar que la capacidad de supervivencia de un helicóptero se determina cuando se apaga el motor.




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