El objeto de este artículo no es identificar soluciones, sino destacar la extrema complejidad del problema que en sentido más amplio se identifica como de Oriente Medio y más concretamente de Palestina, y que alguien ha llegado a describir como “el conflicto más intratable del mundo”.
Por enésima vez se propone ahora la opción de los dos estados como solución al problema del enfrentamiento entre las partes de un conflicto, que en su versión actual cumple su 75º aniversario; pero que no ha dejado de desangrar a esta sufrida franja de tierra desde al menos el calcolítico. Una secuencia ininterrumpida de enfrentamientos para hacerse con tierras que han sido camino de paso de razas y civilizaciones, como la salida de sus orígenes africanos del Homo Erectus, los Neandertales, hasta los Homo Sapiens. Imperios como los babilonios, asirios, persas, griegos, romanos, árabes, cruzados, otomanos, y en último lugar los ingleses bajo mandato de la Sociedad de Naciones; lo que conecta con la partición actual que -sin disquisiciones legales- data de la famosa declaración Balfour en 1917, y la resolución de las Naciones Unidas para la creación del estado de Israel de 1947, que se hizo efectiva en mayo de 1948.
Sin ánimo de ser exhaustivos, en el corazón de la resolución figuran los pilares de la diáspora histórica del pueblo judío, el antisemitismo, los guetos y los progroms, culminando con el horror del holocausto en la IIª Guerra Mundial. Desde el mismo comienzo de la andadura del estado de Israel se han sucedido sin interrupción los enfrentamientos, así como los incumplimientos de las resoluciones voluntaristas de la ONU, que aquellos hacían de muy compleja aplicación. Tan sólo un par de días después del 15 de mayo en que David Ben-Gurion proclamó la independencia, se produjo el primer intento de invasión por parte de los países árabes y desde entonces no ha pasado una década sin que se produjera un enfrentamiento mayor, además de los continuas provocaciones y respuestas que han sido la norma en esta zona permanentemente caliente del mundo. Bajo estas condiciones es difícil asumir que voluntariamente se vaya a aceptar por la población de Israel el compromiso a su seguridad que supondrían los dos estados.
En el otro lado del espejo, desde la Conquista del Oeste en Norteamérica en el siglo XIX no se había producido por parte de las culturas occidentales una expulsión masiva, e incluso eliminación de la población autóctona, como supuso para esta provincia del imperio Otomano. Hoy, las salidas masivas de refugiados son el pan nuestro de cada día, en Afganistán, en Siria, en Sudán, etc. por motivos de conflictos; mientras que, por estas y otras razones, tan solo en África la ONU tiene a su cargo 30 millones de desplazados, el 80% en los países vecinos.
Llevados por el ansia de paz que es consustancial con la parte más numerosa de nuestra especie, se ha llegado incluso a proponer por algunos pensadores de la sociedad civil israelí, la solución de una confederación de dos estados; pero independientemente de que sea una manifestación muy loable de la intención de resolver el problema desde dentro, la falta patente de voluntad de colaboración actual requeriría de un largo proceso de inversión de tendencias para su aplicabilidad. Además, la competencia creciente por el agua que quedaría enquistada entre los dos países a las puertas del desierto se suma a la larga lista de reclamaciones de toda índole. Sería muy difícil de imaginar hoy la existencia de brigadas mixtas con unidades de Hamás, Hizbolá, Jihad, y FDI.
Naturalmente, con estos mimbres se hace muy complicado fabricar un buen cesto.
El requisito esencial preliminar para la implantación de la solución de dos estados sería la declaración de un alto el fuego permanente, a lo que por razones diversas se oponen, tanto los contendientes como los países que los apoyan, principalmente porque están lejos de alcanzarse los objetivos marcados por Israel y al parecer también por Hamás.
El primer ministro Netanyahu ha dejado palpablemente claro que su objetivo es borrar del mapa a Hamás como amenaza; después de abandonar Gaza unilateralmente en 2005, todo lo que Israel obtuvo a cambio fueron cohetes y misiles lanzados sobre sus ciudades. Recientemente parece haber incorporado también a sus objetivos la eliminación de Hizbolá como amenaza a la población de los territorios del norte, aunque ese por el momento puede ser asunto de otro cantar. Según el Presidente Macron, ese objetivo podría durar 10 años, lo que además de ser exagerado no parece viable. Entre los últimos proyectos acelerantes considerados estaría la inundación de los túneles con agua del mar, pero seguramente llevaría aparejado la muerte de los rehenes -cuya supervivencia no está en ningún caso atestiguada- y la contaminación permanente del acuífero y las tierras de Gaza. Aun así, esa inundación ya ha sido practicada con anterioridad por Egipto en la red del sur para combatir el contrabando. No obstante, se asume que la neutralización del máximo número posible de miembros activos de Hamás en el entorno urbano y en la maraña de túneles no es tarea fácil y ha de llevar tiempo. De hecho, se calcula ya en 5.000 el número de bajas en las FDI, lo que empieza a parecer desequilibrado con los objetivos; pero entre la presión de la propia población gazatí desencantada, la falta de soporte de los países árabes “moderados”, y la matización del alcance por la propia población Israelí, podrían hacer que se aceptase un objetivo algo menor.
El riesgo más acuciante de la continuación del conflicto es la catástrofe humanitaria que está sufriendo la población Gazatí, lo que al menos para una de las partes no parece ser un condicionante decisivo, sino que pretendería con ello la división entre los países y organizaciones que apoyan a Israel. Tal vez entre sus propósitos figure con carácter preferente provocar la escalada involucrando a los otros miembros del Eje de Resistencia: Hizbolá, Jihad, con el reciente apoyo de hutíes atacando el tráfico en el estrecho de Bab-el-Mandeb, así como provocando la represión en Cisjordania; para después dar el siguiente salto a la participación de los países árabes. En este caso se podría aplicar la muy dudosa máxima de que ningún país con capacidad nuclear ha perdido una guerra, que se argumenta ante la injustificada agresión de Rusia a Ucrania, puesto que la URSS salió de Afganistán y los EEUU han salido de Vietnam y de Afganistán. No obstante, el antecedente más próximo fue la guerra del Yom-Kippur donde, según se afirma, aviones A-4 judíos llegaron a volar misiones cargados con armamento nuclear.
El instrumento del relato como arma, el aprovechamiento exhaustivo del dominio cognitivo, y la protección radical a que obligan las convenciones y protocolos de Ginebra a una de las partes, vs el uso de civiles como escudos humanos y rehenes por la otra, están jugando un papel decisivo en el desarrollo de este conflicto. Tal parece que Hamás jugase con blancas, puesto que es el que lleva la delantera y habrá que esperar a ver cual es la siguiente jugada con la que puede sorprender.
Desde la resolución de la ONU de 1947 la sociedad internacional ha lanzado varias iniciativas con la intención de forzar la paz, que sucesivamente han desembocado en lo que sin temor a equivocarnos podríamos calificar como fracasos, aunque sea difícil de imaginar cómo sería la situación actual si no se hubiera intentado. Por la proximidad que nos toca y el carácter testimonial de la ocasión, aparte de la muy loable y esperanzadora conferencia de paz de Madrid el 30 de octubre de 1991, el 6 de octubre de 2000 tuve la ocasión de compartir en la base aérea de Son San Juan un intento por parte del presidente Aznar, para reunir en Formentor a Yassir Arafat y a Ehud Barak, que se frustró cuando el avión que conducía al primer ministro Israelí invirtió rumbo de regreso a Tel Aviv en mitad de Mediterráneo, porque en la larga conversación telefónica que iban manteniendo, no quedaba lugar a establecer ni siquiera un acuerdo de mínimos. En palabras textuales del representante de la Autoridad Nacional Palestina, el problema por su parte era la renuncia al retorno de los refugiados, mientras que por parte judía sería la renuncia a la política de Israel como tierra de acogida.
Sin entrar demasiado a fondo en el tema, la población palestina se ha multiplicado por 10 desde 1948, e Israel ha establecido 250 asentamientos con 700.000 colonos en Cisjordania. La solución de dos estados, como en otros antecedentes de particiones que aparecían nítidamente claros al diseñarlos desde los despachos de Nueva York u otras capitales occidentales, han dejado rastros de sangre y desolación difícilmente justificables; es el caso de India-Paquistán, los Balcanes, Darfur, Camerún, y un largo, etc. La conocida como limpieza étnica en occidente tiene sus orígenes profundamente enraizados en la cultura del honor y la venganza de las sociedades semitas. Como ejemplo, no es razonable poner en duda la condición pacifista de Jesús de Nazaret, pero al conectar con su sustrato cultural a través de sus parábolas, en el evangelio de Lucas 19-27, literalmente transcribe: “En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, traiganlos aquí y matenlos en mi presencia”.
Y como conclusión de la solución de dos estados, no siempre el enfoque legal es practicable por falta de realismo, puesto que la propuesta de que la Autoridad Nacional Palestina se haga cargo del gobierno de los territorios de Cisjordania y Gaza con las fronteras de 1947, y con Jerusalén bajo administración internacional, ignora que la ANP es acusada de geriátrica y corrupta por su propia población, entre la que su aceptación es claramente muy baja.
En el fondo de muchos conflictos pasados y actuales permanece el problema de las minorías culturales excluyentes que son localmente mayoritarias, para el que la comunidad internacional parece no encontrar solución, o ni siquiera intentarlo seriamente. Pero sin duda, el talón de aquiles de los países que respetan las reglas son los conflictos con los que se sirven de ellas para combatirlos.
Y si se ha de confiar en las garantías de seguridad que proporciona la supervisión de los acuerdos con fuerzas de interposición, incluso con un buffer temporal, basta considerar el resultado y eficacia de una gran parte de las misiones de paz actuales.
Para concluir, parafraseando a Umberto Ecco: “un periódico que no trajera noticias malas no lo leería nadie”; pero agotado el catálogo de malas noticias en los párrafos anteriores, me permito terminar con una anécdota tal vez inesperada: “Hamás se hizo con millones de dólares apostando en las bolsas de Tel Aviv y Wall Street, contra los valores israelíes antes del 7 feb”; naturalmente que se podría haber tomado como un indicador más de la inminencia del ataque.
Ucrania también existe.