Tal día como hoy, pero de 1808, Asturias declara la guerra a Francia, se crea la primera institución basada en la soberanía popular y se sientan las bases de las futuras Cortes de Cádiz.
Los primeros altercados contra los franceses en Asturias comienzan a finales de abril, cuando el cónsul francés Michel Lagonier ordena arrojar panfletos por el puerto de Gijón contra la monarquía española. El pueblo explota y el francés se ve obligado a huir a La Coruña, desde donde embarca hacia Francia, pero naufraga a la altura de Santander.
En este contexto, el día 9 de mayo llegan a Oviedo las noticias del levantamiento del 2 de mayo en Madrid (los correos iban a caballo). Junto con las noticias llega también un bando del Consejo de Castilla con una amenaza del cuñado de Napoleón, Joaquín Murat. La advertencia reza que se castigaría duramente cualquier rebelión contra las tropas francesas. La Audiencia intenta publicar el bando ese mismo día 9, pero los estudiantes de la Universidad de Oviedo responden asaltando la fábrica de armas y cercando la Audiencia, que envía un correo a Madrid advirtiendo de lo que ocurre.
La Junta General, que inicialmente había claudicado ante los franceses como todas las instituciones nacionales, se reúne de urgencia ante estos hechos y, haciéndose eco de lo que reclama el pueblo asturiano, declara oficialmente su insurrección contra el Gobierno de Madrid y el armamento general de la provincia.
Entre los días 9 y 25 se suceden las intrigas. Nobles y clérigos no tienen claro qué hacer. Por un lado temen a los franceses, pero saben que mantendrán el Antiguo Régimen que tanto les beneficia aunque cambie el rey. Por otro lado lo que tienen delante es todo un pueblo alzado en armas. Nobleza y clero deciden intentar capear el temporal. Las intrigas políticas en las clases pudientes son tan retorcidas que mientras el día 11 se envían correos a León, Cantabria y Galicia para intentar sumarlos a la insurrección, el 13 se reclama el desarme del pueblo en Oviedo.
El día 19 el Gobierno central, ya totalmente controlado por los franceses, envía un correo anunciando la movilización de tropas desde Castilla y País Vasco para someter a Oviedo. En la carta se advierte de la imposición de la pena de muerte a no ser que la ciudad de rinda en 24 horas. Esta nueva amenaza y la cercanía de las tropas enemigas levantan al marqués de Santa Cruz, Joaquín Navia Osorio, que señala la cobardía de su clase y jura ir él solo a Pajares si hiciera falta y plantar cara a los ejércitos napoleónicos. “La posteridad sabrá que hubo un astur leal y bizarro que murió resistiendo solo a la invasión de este noble suelo”, grita ante la Junta. Esa misma noche, al amparo de la oscuridad, los insurrectos envían correos por toda Asturias para reclutar hombres que quieran enfrentarse a los franceses.
El día 21 llega a Oviedo la delegación napoleónica, presidida por el ayudante de campo de Murat, un coronel de la Legión de Honor, secundado por ocho Guardias de Corps. Portan una orden para fusilar a 58 miembros de la Junta General que habían apoyado la rebelión del 9 de mayo. Tres días después, el 24, miles de asturianos llegan a Oviedo desde toda la provincia y rodean la ciudad. El Antiguo Régimen cae en Asturias.
El día 25, derrocadas las demás instituciones y constituida la denominada Junta Suprema del Principado de Asturias, una institución que por primera vez en la historia de España reconoce su legitimidad en la soberanía popular, se reúne en la Sala Capitular de la Catedral de Oviedo, donde se proclama independiente del Gobierno de Madrid y declara la guerra al “tirano de Europa”. La Junta consigue reunir a más 20.000 hombres y forma el “Exército defensivo”. A continuación, basándose en un informe de Jovellanos, diseñan una bandera para las tropas: la Cruz de la Victoria dorada sobre fondo azul con el lema “Asturias xamás vencida” inscrito (la misma con alguna variante que hay actualmente). Navia Osorio toma el mando de las tropas ástures y envía una embajada a Gran Bretaña para pactar una alianza contra el mayor ejército de la Europa del momento.
Como anécota de esa soberanía popular, quedó recogido en el acervo popular la imagen del marqués de Santa Cruz gritando a coro junto a la aldeana Joaquina Bobela “¡Viva la Junta!”, “¡Viva Asturias!” tras la lectura del manifiesto.
Dados los primero pasos, la Junta envía correos a Madrid para comunicar la noticia. Al avance de los jinetes, los pueblos por los que pasan van sumándose a la declaración de guerra y el modelo de la Junta Suprema de Asturias y su anclaje en la soberanía popular se replica en otros lugares, incluso al otro lado del Atlántico, lo que terminó desembocando en una Junta Central que, poco después, se convirtió en las Cortes de Cádiz que promulgaron la Constitución de 1812.