Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Japón va a desarrollar un avión de combate sin ayuda exterior. Concretamente, sin la de Estados Unidos, que ha estado implicada desde entonces en todos los cazas que han prestado servicio en el país. El Gobierno del país asiático ha decidido optar por un caza creado por empresas nacionales como sustituto de sus actuales aviones de combate F-2, variante local del F-16 estadounidense desarrollada conjuntamente por Lockheed Martin y Mitsubishi Heavy Industries).
La información, difundida por la cadena pública japonesa de radiodifusión NHK, confirma la noticia recogida el pasado marzo por Infodefena.com sobre la intención del país de diseñar sin ayuda exterior su caza de próxima generación. En aquel momento se apuntó a Mitsubishi Heavy Industries como principal contratista potencial de un proyecto al que se le calcula un coste de 40.000 millones de dólares. Finalmente, el Ministerio de Defensa japonés tiene previsto anunciar antes de que acabe este año el nombre del contratista principal del programa.
Si el cronograma previsto se cumple, el futuro caza comenzará a producirse en 2031, cuatro años después de que el F-2 salga del inventario nipón (2035), donde lleva prestando servicios desde el año 2000.
Mitsubishi Heavy Industries ya ha desarrollado un demostrador, denominado X-2, de tecnología de caza furtivo, como la que contará el futuro avión, y que voló por primera vez en 2016. Este aparato podría ser la base sobre la que configurar el futuro F-3, como se conoce al nuevo desarrollo.
El país estuvo tiempo tratando de hacerse con cazas dotados de tecnología furtiva. En un primer momento se interesó por la adquisición de F-22 estadounidenses, pero esta compra no le fue permitida por EEUU, por lo que optó por la adquisición de aparatos F-35, de Lockheed Martin. Posteriormente, ante los continuos retrasos y aumentos de costes del F-35, llegó a plantearse cancelar esta operación, como recogió en su momento Infodefensa.com. Finalmente acabó adquiriendo estos aparatos, para producirlos incluso localmente, mientras desarrolla su propio modelo. A principios de 2019 transcendió la decisión de Tokio de dejar de fabricar en sus fábricas el avión estadounidense por los altos costes que le supone el proceso.
Antes de descartar la implicación extranjera, Tokio estuvo manejando la posibilidad incluso de sumarse al programa británico de avión de combate de próxima generación Tempest, lo que levantó los recelos de Washington, que finalmente también ha quedado fuera del proyecto.