El primer intento de Venezuela por adquirir submarinos se registra en 1938 cuando se negociaron tres unidades en Italia, las cuales no llegaron a entregarse por el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
El plan naval decenal de 1949 contemplaba la compra de cuatro submarinos pero, por circunstancias políticas, este no se completó. Finalmente, fue en mayo de 1960 cuando la Armada de Venezuela recibió su primer submarino, el Carite (S-11), un buque de la clase Balao cedido por la U.S. Navy y construido en 1943. La entrega de una segunda unidad de la mismo tipo se frustró en 1962 por discrepancias internas entre las autoridades militares venezolanas.
Hubo que esperar hasta 1972 para que la Armada obtuviera su segundo submarino, el Tiburón, otro Balao, pero configurado en una extensiva modernización a la variante GUPPY II. Un año después, en 1973, arribó un tercero pero más moderno, un clase Tench configuración GUPPY II. Con esas tres unidades de origen norteamericano se conformó el Escuadrón de Submarinos.
Guerra Fría y tensiones con el vecindario
A partir de 1970, Venezuela se vio inmersa en estados de tensión con sus tres de sus principales vecinos (Brasil, Colombia y Guyana), por reclamaciones territoriales y realidades geopolíticas. A esto se sumó el expansionismo soviético en el Caribe y Centroamérica a través de Cuba.
Ante tales circunstancias, las Fuerzas Armadas venezolanas diseñaron un importante plan de adquisiciones que en el ámbito naval, en cuanto a submarinos se refiere, se tradujo nuevamente a la construcción de tres unidades. A tal efecto, en 1971 se firmó con la alemana Howaldtswerke-Deutsche Werft GmbH (HDW) un contrato para el suministro de dos submarinos tipo U209/1300 y la opción por un tercero. Así, en agosto de 1976 y marzo de 1977, fueron entregados en Kiel, respectivamente, el Sábalo y Caribe, pero con la particularidad de que estos medían seis metros más de eslora que las unidades del mismo tipo y tonelaje (1300) en servicio con otras Armadas y por eso se les identificó Type U209A. La opción por un tercero no se ejecutó.
A finales de los setenta, tras el retiro del Carite, la Armada intentó mantener una flotilla de cuatro unidades con las dos norteamericanas restantes y la pareja de U209A pero, en 1981, se vio obligada a retirar al Tiburón debido a un mantenimiento defectuoso realizado en un astillero argentino. En esa misma época se anunció un nuevo plan para comprar tres submarinos, pero esta vez dificultades financieras impidieron su ejecución.
En 1990, con el retiro del Picúa, la Armada norteamericana ofreció a Venezuela un submarino clase Barbel, pero la entrega no se concretó por indefiniciones del Alto Mando naval venezolano. En consecuencia, el esfuerzo se concentró en la modernización de los dos U209A en las instalaciones de HDK, en Alemania, y por más de una década no se volvió a hablar sobre la compra de nuevos submarinos.
Un proyecto diferido
En 2005, la Armada venezolana dio a conocer su plan para la adquisición, en un plazo de quince años, de nueve submarinos convencionales de cuarta generación, equipados con el sistema AIP (Air Independent Propulsion) y capacidad para disparar misiles tácticos en inmersión.
Desde un principio la Armada mostró su preferencia por el modelo alemán U214; sin embargo, en ese entonces entró en vigencia el veto impuesto por Estados Unidos a la transferencia de armamento y tecnología militar a Venezuela, medida a la que se unieron varios países, entre ellos Alemania, por lo que la oferta se redujo, prácticamente, a modelos rusos.
Así las cosas, la Armada venezolana insistió en el modelo Project 677E/clase Amur 1650 de cuarta generación pero, en ese momento, los astilleros rusos no estaban en capacidad de satisfacer el pedido. La contraoferta de Rusia fue: cinco submarinos Project 636/clase Varshavyanka (Código Otan: Improved Kilo) y cuatro Amur 1650 en dos órdenes sucesivas. Al tiempo, las negociaciones se interrumpieron y, aunque a finales de 2011 la Armada reiteró su interés en adquirir nuevos submarinos, desde entonces no ha habido más información al respecto.
Una modernización dilatada
En 2004, el Sábalo y el Caribe comenzaron a ser sometidos a un proceso de revisión quinquenal y modernización en las instalaciones de Diques y Astilleros Nacionales C.A. (Dianca) ubicadas en Puerto Cabello, con la asistencia técnica de ThyssenKrupp Marine Systems (antigua HDW) y otras empresas internacionales, siendo la primera vez que ese tipo de trabajos se realizaba en Venezuela.
El objetivo era prorrogar la vida útil de los dos submarinos por diez o doce años a partir de 2006-2007, cuando estaba previsto que iban a ser reincorporados al servicio. Esto permitiría mantenerlos operativos hasta 2021-2022, fechas en que se pensaba iba a completarse la recepción de los nueve submarinos proyectados, pero once años después la los trabajos aún no han concluido. El Sábalo fue reincorporado a la flota en enero de 2011, mientras que el Caribe permanece varado en Dianca aunque se anunció que volvería al servicio en el transcurso de 2014, lo cual no sucedió.
Cuadro actual
Resulta impensable el estallido de conflictos armados entre países latinoamericanos, a pesar de las divergencias y tensiones que comúnmente se presentan en la región. Sin embargo, el hecho cierto es que los dos países vecinos más importantes de Venezuela, desde la perspectiva militar, están potenciando sus fuerzas navales. En materia de submarinos, Brasil está construyendo cuatro convencionales tipo Scorpène, más uno nuclear, para adicionarlos a sus cinco U-209/1400, mientras que Colombia está modernizando sus cuatro unidades, dos U206 y dos U209/1200.
Pero las amenazas potenciales no se circunscriben únicamente a países vecinos. También submarinos de potencias extrarregionales han incursionado en el territorio marítimo venezolano, tal como ha quedado evidenciado en al menos dos casos.
A mediados de los años noventa, un submarino holandés fue detectado en la bahía de Turiamo por un helicóptero de la Armada de Venezuela, tras lo cual fue obligado a abandonar aguas venezolanas y a regresar a su base en la isla de Curazao. Más recientemente, en noviembre de 2011, un submarino nuclear no identificado irrumpió en el área de maniobras de un grupo aeronaval, al sur de la caribeña isla venezolana de La Orchila. Lo que no esperaba el incursor era encontrarse con el submarino Sábalo y mucho menos ser detectado por este, lo que lo forzó a retirarse a aguas internacionales.
Por otra parte, Barbados y Guyana maniobran contra Venezuela, aparentemente, bajo el tutelaje del Foreign Office británico, para cerrarle su salida a alta mar en la fachada atlántica y, de esa manera, apropiarse de un espacio marino venezolano, supuestamente, rico en petróleo.
Ahora bien, en el marco de ese cuadro geopolítico, la Armada de Venezuela está ejecutando un plan que prevé incorporar más de noventa embarcaciones de alto, mediano y bajo porte. Hasta ahora, aparte de los cuatro buques tipo Avante 2400 construidos por Navantia, inicialmente denominados corbetas y luego patrulleros oceánicos, las unidades incorporadas y las que se encuentran en construcción son guardacostas y de apoyo logístico, sin que haya trascendido algo sobre proyectos referentes a nuevos buques de combate, tanto de superficie como submarinos.
Venezuela es poseedora de un inmenso territorio marítimo, rico en recursos naturales, que se extiende del Caribe al Atlántico y cuya protección es responsabilidad de su Armada. Por lo tanto, es de esperar que en un futuro próximo de se le dote de nuevos medios, incluyendo submarinos de última generación.