El resultado de las elecciones norteamericanas no ha trasladado a los ciudadanos la mejor imagen en un momento en el que es más necesario que nunca transmitir confianza en los dirigentes e instituciones. No nos debe sorprender en Europa y en España. Pero como se dice en la calle “es lo que hay”.
La política de defensa de la nueva administración norteamericana tendrá repercusiones en los planos interno e internacional. La primera cuestión está relacionada con los presupuestos para el Pentágono. Trump ha dedicado a defensa un promedio de unos 600.000 millones de dólares anuales de presupuesto base, complementados con unos 80.000 millones adicionales para operaciones. El objetivo era alcanzar un total de unos 750.000 millones en los próximos años, de los que el 10% serían para operaciones. En esa línea, para 2021 la solicitud del Pentágono es de un total de 705.000 millones de dólares. Por su parte, Biden ha manifestado en campaña que las inversiones en defensa deben hacerse más “inteligentes”. Detrás de esta idea se trataría de reconsiderar inversiones en “hard power” y beneficiar otras relacionadas con “soft power”. Las anteriores administraciones demócratas situaron el presupuesto total en un promedio de 620.000 millones de dólares anuales. En cualquier caso se persigue reducir las operaciones siguiendo la tendencia de “repliegue”.
En términos de esfuerzo, Obama dedicó a defensa un promedio del 3,5% del PIB. Trump lo redujo hasta el 3,3%. La disminución de esfuerzo es bien vista por la sociedad norteamericana, máxime en las condiciones actuales. Este debate está muy relacionado con las presiones a los aliados de la OTAN por el supuesto desequilibrio en el reparto de cargas. En este sentido algunos aliados europeos han planteado que hay que ir más allá de la contabilidad a la hora de valorar ese esfuerzo. En cualquier caso, los problemas actuales en el seno de la Alianza pueden tener un mayor calado político y estratégico en un momento en el que uno de los miembros como es Turquía está generando tensiones, especialmente en el Mediterráneo.
Las grandes preocupaciones estratégicas norteamericanas continuarán siendo China y Rusia. En ambos casos se pide mayor implicación a los aliados europeos que no tienen una visión homogénea. La alianza EEUU-Japón es esencial para la seguridad en el Pacífico y en el Índico donde no hay una aproximación común europea. Japón está privilegiando la cooperación con países europeos en esa zona donde Francia juega un papel cada vez más importante. Las percepciones sobre las amenazas china y rusa varían en función de la situación de cada país por consideraciones de diferente índole, a las que se ha sumado el acceso a redes 5G europeas, donde Francia y Alemania tienen posiciones diferentes.
Las discrepancias estratégicas están llevando a cuestionar, no sin cierto regocijo americano, la base sobre la que se sustenta el plan de acción de defensa europeo. La premisa de garantizar la autonomía sobre capacidades propias ya no es indiscutible, y así se ha acordado facilitar el acceso al fondo europeo de defensa a empresas extracomunitarias, fundamentalmente norteamericanas y británicas. La posición alemana en este punto es clave, puesto que es cada vez más escéptica hacia las iniciativas de Bruselas, y se cuestiona que deba buscarse esa autonomía sin contar con el otro lado del Atlántico.
La manera de como afronte la nueva administración norteamericana las tensiones con Rusia y China serán determinantes, como también lo serán sus políticas hacia la Unión Europea, donde en materia de defensa se aprecia con cada vez mayor claridad el protagonismo de Francia, mientras mantiene una posición particular en la OTAN y una estrecha colaboración con el Reino Unido. Recientemente se ha declarado la capacidad operativa inicial de la fuerza conjunta franco británica y los británicos han reforzado su participación en Mali.
En el norte de África los norteamericanos han “delegado” la responsabilidad en los europeos. Sin embargo la política norteamericana ha reforzado particularmente la colaboración con Marruecos, un aliado esencial para Washington sea cual sea el color de su administración. Un asunto que debería ser de especial interés para España por razones evidentes.
El cambio de administración en Washington no supondrá, previsiblemente, un cambio radical en las relaciones bilaterales de defensa con España. Los norteamericanos continuaran valorando esa relación en función de sus propios intereses. Podemos aportar mucho valor en el tablero estratégico global y más aún en nuestro entorno inmediato donde no deberíamos correr el riesgo de convertirnos en un aliado marginal.