La industria de armas en Colombia: entre la búsqueda de autosuficiencia y de sostenibilidad
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La industria de armas en Colombia: entre la búsqueda de autosuficiencia y de sostenibilidad

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Por Rocío Pachón Pinzón[1] (Infodefensa.com bajo autorización de reproducción de la Fundación Seguridad & Democracia) - América Latina en general, y Colombia en particular, tienen una precaria industria militar y de armas[2]. Aún antes del final de la Guerra Fría, el desarrollo de esta industria y el estudio sobre este tema causó escasa atención en países en desarrollo. Para ellos el tema que tradicionalmente resultó más interesante fue la importación de armamento y los estudios sobre el gasto militar, así como su impacto sobre el desarrollo económico y el crecimiento de los países[3]. Sin embargo, resulta curioso encontrar que algo cambió dicha tendencia en casos como Brasil, Argentina, Chile y más recientemente, en Colombia. Más allá de la región, también en Corea del Sur, Taiwan, Israel e India, entre otros. A pesar de que todos los países mencionados son países en desarrollo, en algunos casos, desde la década de los sesenta y en otros, en épocas más recientes, la industria militar y de armas, así como los estudios al respecto crecieron desafiando la lógica de apartar esos temas del juego de potencias.

La industria militar y de armas en Colombia dio un salto significativo a partir del año 2002. Actualmente es una industria productiva, que responde a necesidades estratégicas de la Fuerza Pública y que como pocas empresas del Estado, genera utilidad. Sin embargo, a pesar de sus años, el emprendimiento de esta industria hasta ahora se ubica en una etapa inicial. El aumento de su producción de armas no se ha alejado del escalonamiento del conflicto interno, y todavía son muchas las etapas que debe adelantar para asegurar que lo que se ha hecho no sólo puede continuar sino avanzar de manera sostenida y firma con proyección científico tecnológica y diversificación hacia otros mercados[4].

Tomando en cuenta que en Colombia la tendencia histórica del gasto militar y la producción de armas muestra que el país ha respondido a factores coyunturales, más que a tendencias armamentistas o a lineamientos claros de política4, las preguntas que orientan este breve artículo son ¿cuál es el impulso qué explica el desarrollo de la industria militar y de armas desde 1994 y con más fuerza desde el 2002? y ¿qué tan avanzado y sostenido es dicho esfuerzo en términos de alcanzar satisfactorios niveles de industrialización, éxito comercial, e innovación científica y tecnológica? Antes de dar respuesta a estas dos preguntas, sin embargo, se analizará una panorámica más amplia de lo que son las industrias de armas en los países de UNASUR. Un tema muy pertinente por estos días.

Más que un ejercicio descriptivo, el objetivo de las siguientes líneas es entender el tema de la industria de armas en Colombia más allá de su relación con la Política de Seguridad Democrática implementada desde el 2002. Ello implica observar el tema retrospectivamente, el hoy y su futuro.

Las industrias de armas en los países de la UNASUR

Con excepción de Brasil y de Chile y en menor medida, también de Argentina, América Latina prácticamente carece de una industria militar y de armas. Su desarrollo se limita a pequeñas y poco avanzadas empresas militares que aunque precarias se enfrentan a un objetivo común: buscar la independencia tecnológica para garantizar las necesidades logísticas y no depender de proveedores extranjeros.

Aunque la realidad es que las armas que producen cada uno de los países de la UNASUR son irrelevantes para declarar y ganar una guerra, lo cierto es que en el ambiente sudamericano la percepción que se está generando es la de una zona vulnerable al conflicto entre vecinos o países americanos y por tanto, la idea de protegerse e iniciar una carrera armamentista. En efecto, lo preocupante no es lo que se produce ni lo que se proyecta producir, más bien es el temor a las adquisiciones militares que algunos Estados están adquiriendo como estrategia disuasoria, desafiante, modernizante o, como en el caso de Colombia, para suplir las necesidades de las Fuerzas en su lucha contra los actores armados ilegales.

La industria militar y de armas en Brasil, como se dijo, no sólo es de lejos la más avanzada entre los países de América Latina y los miembros de la UNASUR sino que, paradójicamente, es también la más aceptada[5].

Aunque el gasto militar de Brasil es el 12° más grande del mundo, según los datos de la Asociación Brasileña de las Industrias de Materiales de Defensa y Seguridad (ABIMDE), y su industria cuenta con un parque que vende armas a 70 países entre los que se incluye Estados Unidos como principal comprador, más que generar amenaza, su rápido y creciente desarrollo se ve como garante para la estabilidad del continente[6].

Para Brasil y para la región es claro que sus avances en el campo de la industria militar y de armas responden a sus ambiciones de consolidarse como potencia regional y a sus intereses de defender la región del Amazonas y la inmensa costa brasileña, donde se encuentran las principales riquezas petroleras y naturales. Igual que en otros casos, después de un extenso periodo de reducción del esfuerzo en compras y equipamiento, en el 2007 el gobierno duplicó su gasto para revitalizar la modernización del equipamiento militar y su disponibilidad operativa, así como proyectos vitales para su Industria de armas como la construcción de un submarino nuclear, aviones caza de combates, vehículos blindados, vectores misilisticos y astilleros navales, entre lo más importante.

Aunque hay otros países en la región que también cuentan con industria militar y de armas, ninguno se compara a los avances logrados por el país carioca. Chile tiene una industria militar decente, pero sus avances no gozan de la misma confianza que los logrados por Brasil. Si bien esta industria perdió el peso que tuvo durante la dictadura militar, el incremento que han tenido las compras militares entre 2003 y 2007 ha empezado a inquietar a algunos países de la zona.

Chile no se entiende como la potencia regional ni como el Estado estabilizador. Por ello, genera dudas el enfoque gubernamental de restitución y modernización del obsoleto equipo militar disponible para las Fuerzas Armadas chilenas para la recuperación de capacidades de disuasión creíbles.

Para el caso que nos ocupa, estas dudas también se dan dado el crecimiento sostenido en diferentes áreas, tanto de carácter militar, como policial que ha tenido la institución pública dedicada a la fabricación de armas para el Ejército de Chile FAMAE (Fábricas y Maestranzas del Ejército de Chile). En la actualidad, dado los requerimientos operacionales cada vez más exigentes y especializados, FAMAE ha diseñado y fabricado una amplia gama de sistemas de armas para la defensa. Entre los proyectos destacados se encuentran los rifles SIG SG 510-4, SIG SG 542, sub-ametralladora FAMAE SAF y el Cohete Rayo, entre otras.

En cuanto a la gloria de la industria militar Argentina, sólo baste decir que está muy lejos de ser la de antaño. Sin duda este país sufrió un cambio traumático, tras una grave crisis económica, la derrota en la guerra de las Malvinas y el resentimiento nacional hacia los militares por los desaparecidos. Ello hizo que el poder militar decayera enormemente desde el gobierno del Presidente Menem (1989-1999). Después de sus desaciertos en materia de defensa, la reciente crisis económica y política se encargó de afectar todavía más los programas de armamentos, producción e inversión de equipo militar.

No se puede negar que Argentina, sin embargo, ha empezado desde el 2003 a buscar alternativas para la modernización de su aparato militar y que ello la ubica dentro del círculo de países de Suramérica que están incrementando sus capacidades militares[7]. De hecho, Argentina es uno de los productores de armas pequeñas más importantes de Latinoamérica. Lo que resulta importante comprender es que para la modernización de esta industria y de sus capacidades militares el gobierno de la presidenta Kirchner no sólo siguió la orientación que había dado su antecesor sino que inició negociaciones con Brasil y Chile de acuerdos de cooperación militar para el desarrollo conjunto de armamento y equipos. Esta perspectiva, desde luego minimiza, la percepción de amenaza que sus vecinos y otros países de la región puedan crear.

A manera de ejemplo, se destaca la decisión del presidente Néstor Kirchner, en mayo de 2003, de expandir el complejo industrial militar lo que arrojó un aumento sensible en la producción de armas incluso en el sector privado con Bersa, S.A., Laserre, S.A. (también conocida como Rexio), F&L SRL, ZOR y FANAC. Luego en materia de armas se tiene el acuerdo militar con Brasil de marzo de 2008 para la producción de una amplia gama de armas para la defensa regional y la exportación, con el propósito de hacer menos costosa la recuperación de 30 años de deterioro de su capacidad de defensa.

Perú y Venezuela se caracterizan por mantener una producción muy pequeña de armas ligeras y por manejar, en su mayoría, empresas del Estado al servicio del Ejército. También por haber disminuido sus compras militares a lo largo de los noventa y por expresar, hasta hace muy poco, sus voluntades de aumentar sus gastos en dichas compras con el fin de modernizar y repotencializar lo poco que tenían. Bolivia y Ecuador son quizás los países que en Suramérica presentan las capacidades más bajas de producción y comercialización de armas pequeñas y armamentos ligeros en la región. Finalmente, Paraguay carece de una industria de armas de fuego y de municiones.

Más que la producción doméstica de armas, para Perú ha sido importante su capacidad de compra para atacar la aparición del terrorismo en la década de los ochenta y luego la guerra con Ecuador en 1995. En ese país se puede nombrar la Fábrica de Armas y Municiones del Ejercito (FAME) la cual atiende los requerimientos de las FFAA peruanas, la Policía Nacional y la asociaciones civiles de tiro. Cuenta con instalaciones para la elaboración de munición de uso militar, de caza y deportiva, en los calibres 7,62mm NATO, 9mm Parabellum, 38 spl y cartuchos para escopeta calibres 12 y 16. Adicionalmente, otro complejo productivo es el que depende del Servicio Industrial de la Marina (SIMA), este último en su Centro de Fabricación de Armas (CEFAR), el cual incursionó en la fabricación de subfusiles modelos 79, 79 A y 84, pistolones de supervivencia, revólveres con licencia COLT y FN (modelo BARRACUDA) repuestos para armas de origen argentino FMK3 y FAL e integró las pistolas semiautomáticas HP35.

En cuanto a Venezuela, la evolución que ha tenido la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim) desde 1975 ha sido lenta. De lejos se encuentra muy distante de las industrias militares de Brasil o Chile e incluso de la colombiana. Sin embargo, lo preocupante para algunos países de la región y en especial para Colombia, es que CAVIM más que una empresa productora sigue siendo una empresa compradora de equipos de defensa[8]. En efecto, con el recurso económico que dispone se ha propuesto avanzar muy rápido en la búsqueda de independencia tecnología a través de la firma de alianzas estratégicas y de la adquisición de nuevos equipos[9].

Así preocupa algunos de los proyectos aprobados en la agenda de CAVIM como son la adquisición de cien mil fusiles AK 103 y de las municiones de esta arma en CAVIM Maracay, bajo la modalidad llave en mano; la adquisición de siete radares tridimensionales, en el marco de la defensa integral de la Nación; la adquisición de treinta y ocho helicópteros M17 e instalación de un Centro de instrucción y Entrenamiento de simulación de helicópteros rusos, ubicados en San Felipe, Estado Yaracuy; la adquisición de doce aviones no tripulados (contrato elaborado con Irán que estipula la participación de venezolanos en el proceso de construcción de estos aeroplanos a ser empleados en actividades de reconocimientos, vigilancia fronteriza y monitoreo ambiental, entre otros usos; la adquisición de fusiles para francotiradores cal. 7,62 mm "Dragunov" a través de un contrato rubricado con la estatal rusa Rosoboronexport, la instalación de un centro de mantenimiento de los helicópteros rusos, ubicado en San Carlos, Estado Yaracuy; la instalación de una fábrica de pólvora en convenio con Irán que incluye la transferencia de tecnología; el contrato firmado con Bielorrusia para la adquisición de equipos optronicos, con miras telescópicas, miras de visión nocturna y miras de punto rojo que serán instalados sobre los fusiles rusos tantos los de francotiradores como AK 103 y finalmente, el proyecto para la instalación de la planta de munición calibre 7,62 x 39 en Maracay[10].

La producción de armas en Bolivia es tan escasa que lo llamativo ha sido la reciente solicitud a la Federación Rusa para recibir un crédito renovable de 100 millones de dólares, de los que pondrá 70 millones a disposición de las Fuerzas Armadas para adquirir armas y equipos por primera vez en 30 años. Ecuador, como se dijo, no marca una tendencia diferente a la boliviana. Allí es posible destacar la Dirección de Industrias del Ejercito (DINE) cuya misión es satisfacer las necesidades de material específico de las Fuerzas Armadas para contribuir al logro de los objetivos institucionales y nacionales. Entre sus producciones están las de explosivos, fulminantes, cargas sísmicas y cordón detonante, así como munición liviana, pistolas ametralladoras PAME 90, recarga de munición liviana y cartuchos de escopeta cal. 12,16 y 20, entre otras producciones[11].

En suma, aunque la fabricación nacional de armas es una de las industrias en expansión más importantes y provechosas en muchos países del Tercer Mundo, entre la mayoría de países suramericanos lo más importante sigue siendo las adquisiciones realizadas en el extranjero. Al respecto cabe aclarara que el panorama suramericano de la producción de armas ligeras y municiones todavía está lejos de representar una amenaza para la región. A corto y mediano plazo preocupa más sus voluntades de expandir las compras militares. Sin embargo, resulta importante no malinterpretar el proceso de actualización y modernización militar que muchos países de la región han iniciado, así como tampoco confiar y dejar de hacer seguimiento a sus planes de choque e importaciones militares. Errores en la percepción de estos planes de modernización son los que están llevando a ver una posible carrera armamentista y por ende, a bloquear iniciativas para avanzar en mecanismo de confianza y cooperación subregional.

Tomando en cuenta este panorama regional y el fortalecimiento que Colombia ha dado a su industria militar y de armas las preguntas que orientan lo que sigue de este artículo son ¿cuál es el impulso qué explica el desarrollo de la industria militar y de armas colombiana desde 1994 y con más fuerza desde el 2002? y ¿qué tan avanzado y sostenido es dicho esfuerzo en términos de alcanzar satisfactorios niveles de industrialización, éxito comercial, e innovación científica y tecnológica? Cada una de ellas guía una de las partes que siguen a continuación.

En búsqueda de la autosuficiencia de la industria de armas en Colombia

No hay duda. Como en otros países de desarrollo medio, la motivación que llevó a que Colombia adelantara su propio proyecto de industria militar fue de necesidad estratégica. Si bien, el fortalecimiento de esta industria empezó en la primera mitad de la década de los noventa, el contexto de presión interna y externa de finales de siglo dejó ver claramente que en Colombia se necesitaba diseñar e implementar un plan para ganar autosuficiencia y fuerza, así como para reducir costos para luchar contra los actores insurgentes en Colombia. La reducción de abastecimiento de productos importados debido a medidas adoptadas por diversos países con relación a la situación de derechos humanos en Colombia[12] no dejaba otra opción. Ello explica el objetivo del plan estratégico de autoabastecimiento, que formalmente se impulsó desde 1999, el cual se centró en reducir costos y garantizar el suministro de armas a las Fuerzas.

El ejemplo más claro de búsqueda de autosuficiencia en la producción de armamento fue la puesta en marcha de la fabricación del fusil Galil, el arma de dotación de la Fuerza Pública en Colombia[13]. Esto se dio a través de un proceso que siguió etapas de integración desde 1994. De esa manera, actualmente, el país, a través de Indumil, no sólo es el primer fabricante de fusiles Galil en el mundo, sino que pasó de ser socio importador a ser socio exportador de esta arma a Israel.

Adicionalmente, desde el 2002, la industria militar ha tenido un desarrollo tecnológico e industrial como apoyo a la Fuerza Pública y al sector civil, el cual se ve reflejado en su aumento de la capacidad productiva para la producción de munición de guerra, fusil Galil y granadas para mortero de 60 milímetros y de fragmentación, antes importadas desde Sudáfrica. Además, Israel hizo transferencia de tecnología para fabricar lanzagranadas de 40 milímetros. Se han desarrollado nuevos productos para las Fuerzas Militares, tales como lanzador individual de granadas, lanzador múltiple de granadas, bombas aéreas de 125, 250 y 500 libras de doble propósito, y los nuevos fusiles Galil denominado Galil ACE. La prueba de fuego para Indumil, no obstante, ha sido la fabricación de bombas para las aeronaves de combate de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC). Todo ello ha disminuido el gasto militar del Estado colombiano en aproximadamente 40 millones de dólares anualmente[14].

La aplicación de la Política de Seguridad Democrática fue entonces el impulso que marcó el salto significativo de Indumil en 2002. La decisión de atacar el corazón estratégico de las FARC -destruir su secretariado, recuperar los territorios por ellos dominados y garantizar el monopolio del uso de la fuerza-, no sólo requirió el aumento en el pie de fuerza, el uso de los mejores hombres y la mejor tecnología, el fortalecimiento de las fuerzas especiales y la creación de fuerzas conjuntas, sino, adicionalmente, el fortalecimiento de la industria de armas nacional y monopólica de la importación, producción y comercialización de armas, municiones, explosivos, sus accesorios y elementos complementarios en el país.

Todo ello llevo a que Indumil pasara a ser mucho más que una empresa de armas y municiones colombiana y se convirtiera en la industria que trabajara para autoabastecer, por lo menos en el arma de dotación de la Fuerza Pública, las necesidades de la Defensa Nacional.

El primer paso de tener una industria de armas propia, sin duda, se ha dado. Este ha sido la construcción de medios de reparación y mantenimiento del armamento ya comprado en el exterior. También se ha evolucionado en el ensamblaje de componentes listos para armar y se ha adquirido la licencia de producción del fusil Galil. Sin embargo, la creación de una industria de armamento propia es un proceso gradual, que Colombia todavía está empezando.

En términos de autosuficiencia, por ejemplo, resulta limitado que Indumil sólo fabrique fusiles y sus municiones y que no haga el cañón del fusil Gail porque, por reducción en costo, haya decidido no comprar la máquina que lo genera. También es limitado que Indumil no produzca morteros, pistolas y ametralladoras, todas armas, que no requieren un nivel industrial y tecnológico mayor y que podría estar produciendo la industria colombiana.

Por todo lo anterior, no se puede negar que la industria militar en Colombia ha dado pasos agigantados en los últimos años y tiene proyectos importantes que involucran la innovación en ciencia y tecnología, único recurso para que una industria logre pasar de una etapa de sustitución de importaciones a una de su



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